martes, 30 de junio de 2015

ÁLVARO VALVERDE


 

Escrito al alba


Habrá estado esperando que la noche
cumpliera su sentencia contra el tiempo,
el terco maleficio que la habita
y que a solas padece
cada vez que en el sueño le despierta el temor
y, después, la vigilia se establece imponiendo
una extraña alianza de excepción y costumbre.
Habrá intentado acaso explicar el porqué
de aceptar sin ceder esa ciega amenaza
que le cerca y, no obstante, él espera implacable.
En la primera claridad tras la penumbra
que agota de la noche el cauce oscuro,
la realidad ordena en sus contornos
la tregua en que apagar otra conciencia.



De "Una oculta razón" 1991


 

 

 

ENRIQUE LIHN


  

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor...


De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación
                                                                                                                          de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
Recuerdo a un amigo de otros años él huía de noche de su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenado en el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor por ellas,
                                                                                                          condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra del amanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.

 


 

 

JOSÉ MARÍA VALVERDE



Elegía de las muchachas


Hay tardes en que el alma
se reclina en su pena
y halla dulzura: niño
que, entre besos, se queja.

Desde el rincón de siempre
nuestros dolores diarios
se ven remotos, puros,
casi ajenos, dorados.

Y queremos hablar
del sobrante de dentro,
venciendo el dolor de hoy
con una voz sin tiempo.

Distante de la tierra
y el vivir, yo los amo,
pero una nube, en vida,
del suelo me ha apartado.

Los amo con amor
de difunto, de padre;
con amor lejanísimo,
cual si en Dios los mirase.

Y hace falta decirlo,
aunque mi voz parezca
que viene de otro tiempo
o tal vez de la tierra.

Hoy me vuelvo a vosotras,
muchachas, que a mi lado,
sois flores de tristeza,
voces de lo lejano.

¿Sabéis por qué estos ojos
de angustia y de distancia?
Hoy quisiera explicaros
viejas cosas, muchachas.

En el alma, de siempre,
llevo un presentimiento
funeral; quizá muerte,
quizá sombra o destierro.

Esa amenaza antigua
nació conmigo; estuvo
en mi primer latido,
en mi más puro impulso.

Dulces sois, sí, muchachas,
más que yo sé decirlo.
Pero yo he madurado
para un reino sombrío.

Os miro como eternas.
En paz quedáis, en tanto
yo fluyo hacia lo oscuro,
fatal, apresurado.

Vosotras sois como álamos,
quietos en la ribera.
Yo paso por en medio
hacia el mar que me espera.

Así os hablo, muchachas,
como si hubiera muerto.
Como si fuerais niñas
y yo fuera muy viejo.

Lejos estoy, lo sé.
La primavera en vano
me acercaba a vosotras
con el sol en los labios.

Un oscuro destino,
triste como un gran peso,
me alejaba, guardándome
intacto para el duelo.

Quedad, quedad gozosas
en el presente, casi
eterno; que el amor
en torno vuestro dance.

Yo, triste privilegio
del llamado a lo oscuro,
contemplo al mismo tiempo
el ayer y el futuro.

Os veo en el mañana,
en vuestra dulce vida
diminuta, bogando
por los años, tranquilas.

Y yo no sé qué muerte
o qué dolor cualquiera,
o acaso sólo, cual
soledad o tiniebla,

va a caer en mi alma
llevándome a una cumbre
helada, donde grite
sólo a Dios tras las nubes.

En la que el mundo sea
un valle, donde el hombre
alce remotos humos
y, tal vez, leves voces.

Hoy tengo una ternura
a través de los años.
La que diera una cinta,
una flor o un retrato.

Algo bello y gozoso
que quedó en la lejanía,
como un leve anticipo
de la muerte en la vida.


 

 

De "Nuevas elegías. Anticipo"

 

 

BENJAMÍN PRADO




En el camino
 

Han pasado diez años y es un día de invierno.
Tú caminas por las avellanedas.
y vas junto a esos sauces amarillos que avanzan
por los ríos con luna.

No será como ahora, no tendrás veinte años;
la nieve irá acercándose a tu casa
y el aire verde moverá en tus ojos
sus bosques de cristal y de silencio.

Recuérdalo, hubo un río.
                                                    Los árboles vivían
en el imán del agua.
Por la noche, escuchábamos gotear en las sombras
la canción de los búhos.

Y, luego, la corriente se llevó nuestras caras.
No sabemos a dónde. No sabemos por qué.

Aún estamos aquí.
                                      Pero, de pronto,
han pasado diez años
y tú y yo somos dos desconocidos.

De "Un caso sencillo" 1986

 

 

ELENA MEDEL


 

Mi primer bikini


Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.


 
De "Mi primer bikini "

 

 

JAIME SILES


 

Música del agua


El espacio
-debajo del espacio-
es la forma del agua
en Chantilly.

No tú, ni tu memoria.
Sólo el nombre
que tu lenguaje escribe
en tu silencio:

un idioma de agua
más allá de los signos.


 

De "Música de agua"