jueves, 20 de julio de 2017


ELVIRA SASTRE





Ruido




 Si te marchas

hazlo con ruido:

rompe las ventanas,

insulta a mis recuerdos,

tira al suelo todos y cada uno

de mis intentos

de alcanzarte,

convierte en grito a los orgasmos,

golpea con rabia el calor

abandonado, la calma fallecida, el amor

que no resiste,

destroza la casa

que no volverá a ser hogar.


 Hazlo como quieras,

pero hazlo con ruido.


No me dejes a solas con mi silencio.



PABLO GARCIA CASADO




Número trece



te despiertas miras la hora vas a la cocina
bebes agua te quedas sentada escuchando
el motor del frigorífico por el patio interior

los hijos de la vecina juegan a destrozarse
los oídos estás sola y te acude una inquietud
propia de domingos con resaca un nerviosismo

de condones rotos


De "Las afueras”




GONZALO ROJAS




Algo, alguien



Las personas son máscaras, las acciones son juegos de
enmascarados,
los deseos contribuyen al desarrollo normal de la farsa,
los hombres denominan toda esta multiplicidad de seres y
fenómenos,
y consumen el tesoro de sus días disfrazándose de muertos.

Yo vi el principio de esta especie de reptil y de nube;
se reunían por la noche en las cavernas;
dormían juntos para reproducirse.
Todos estaban solos con sus cuerpos desnudos.
En sus sueños volaban como todos los niños,
pero estaban seguros de su vuelo.

He nacido para conducirlos por el paso terrestre.
Soy la luz orgullosa del hombre encadenado.

Mío mi Dios, el viento que sopla sobre el mar del tormento
y del gozo,
el que arranca a los moribundos su más bella palabra,
el que ilumina la respiración de los vivientes,
el que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros
sonámbulos;
el viento de su origen que sopla donde quiere; mis alas

invisibles están grabadas en su esqueleto.

En este instante,
todos los hombres están oyendo mi golpe, mi palabra:
los dejo en libertad.



ELVA MACÍAS




Ciudad interior

Fragmentos



Sólo una flama palpita como deseo escondido. Es la ora­ción del sastre que cae como aguja en la tarima del ter­ciopelo nocturno. Ahí donde se alzan de día los cuerpos desnudos esperando el entallado de sus ropas.

* * *

La ciudad ve partir a sus exarcas a países remotos, como la certidumbre de su cometido. Después de que el último peregrino recibe la sombra en su cuerpo, como un vaso olvidado, cierra sus puertas.

La ciudad vuela cuando el desierto enfría. Su muralla es el canto de una moneda que se acerca al ojo del Gran Coleccionista.

Lanzada al cofre de sombra como una parábola, encalla en mar ajeno.

Ojos que dormían se abren y no recuerdan un ocaso sin mar. Alaban y vuelven a cerrarse avecindados en su revelación.

* * *

Ah, ciudad que viaja para desconcierto de las caravanas. Ninguna cartografía señala su espesor de tejo sobre el polvo.

* * *

La ciudad contra el cielo avanza y deja tras de sí sus ce­menterios, ahuyenta bandadas de perdices. En los ojos de las aves nocturnas, el llanto de sus hijos extraviados. En la cancelación del duelo, su errancia interminable.



ÓSCAR HAHN




Invocación al lenguaje



Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.
Ya me tienes cansado
de tanta esquividad y apartamiento,
con tus significantes y tus significados
y tu látigo húmedo
para tiranizar mi pensamiento.
Ahora te quiero ver, hijo de la grandísima,
porque me marcho al tiro al país de los mudos
y de los sordos y de los sordomudos.
Allí van a arrancarme la lengua de cuajo:
y sus rojas raíces colgantes
serán expuestas adobadas en sal
al azote furibundo del sol.
Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.


JOSU LANDA




Dejad que los dioses vengan a mí



Ocho y media de hastío
preñando mi torre de papel
El asco ha esparcido ya sus sombras
Decreto mi propio toque de queda
Promulgo el fin de este día
muerto
como el día muerto de ayer
muerto
como el día muerto de mañana
y mi oficina abjura de la gran feria del mundo

Ahora
El Topos Hyperouranios está aquí
el Olimpo son las praderas de este cubículo
Aquí
Venus (la de tetas como soles)
hace de mi sangre una anémona
me incendia en el fuego de sus Tres Gracias
puebla de mirtos mis cabellos
y me prodiga la espuma de su mar

Aquí
Príapo (el hortelano
           falo siempre vivo
           hijo tercermundista de Afrodita y Dioniso)
recibe este verano mi espiga
(hostia de potencia campesina)

Hasta aquí llega Dioniso
a marcar mi alma con besos eleusinos
a seducirme con plegarias de hiedra y vino
a compartir conmigo sus sacramentos de orgía
(“Haz conmigo lo que te pluguiere:
conviérteme en delfín licencioso
en la más prístina cepa de tus vides
en el canto de las urracas del monte Citerón
Llévame contigo al entusiasmo
a la bacanal triunfante
Del final de los tiempos”
le digo)

Espero la llegada de Mnemósine
para abrevar en la poesía de sus pechos

Pronto vendrá Sileno
y
montará en su asno
y
su asno montará en los lomos
de todos los mortales
hasta la absolución del pecado de nacer

Antes de terminar este poema
esta comarca de máquinas de escribir
gavillas de roñoso papiro
dedos pintados de secretarias
grises archivadores
será el Templo Mayor
Delfos de los dioses más divinos
                                más humanos


De: “Bajos fondos”