"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 27 de febrero de 2025
TOMAS TRANSTRÖMER
Bosque
asombroso:
Dios sin dinero vive.
Claras murallas.
Versión de Roberto Mascaró
EDDA ARMAS
Celaje naranja
Pertenezco
a la tribu de los que escuchan
en el celaje naranja las llaves del misterio,
resonancias entre el objeto y la palabra
con el lazo simple de lo que espuma
en los espacios blancos de la página.
Algo vuela y cae en tierra, auscultadas
las mínimas sonoridades entre las grietas.
Reconocerse es trabajo silencioso en soledad.
El celaje atraviesa la concavidad del cielo
abanicando salvajes naranjas y turquesas
arenas oro en la rugosidad del césped,
donde meditas y alzas la mirada bien arriba,
mientras rebuscas en los fondos de memoria
rastros de rostros
puntas de lo poco quieto
los focos percutantes del deseo
la voz del padre
a la hora del grillo.
De: “Fruta hendida”
MARGARET ATWOOD
Él, visto por última vez
1
Caminas hacia mí
cargando una nueva muerte
que es mía, de nadie más;
Tu cara
es plateada
y chata, escamada como un pez
La
muerte que me traes
es redondeada, tiene forma
de pomo o de luna
encerrada en un pisapapeles
Dentro,
nieve y letales
copos de oro caen sin cesar
sobre un decorado de paisaje,
un hombre y una mujer corren de la mano.
2
Nada de lo que haga te detendrá,
nada
hará que llegues más temprano
Con
aire serio, traes regalos,
pones un pie
delante del otro
Durante
semanas y meses, a través
de las rocas, desde
los hoyos y las profundas
noches sin estrellas en el mar
hacia
suelo firme y seguro.
De: “Posturas políticas”
Versión de Edgardo Dobry
VICENTE ESPINEL
Egloga de Liseo
Al
tiempo que la clara luz hermosa
de oscuridad destierra el accidente,
y las doradas flores
esparcen por el campo mil olores,
el blanco lirio, y la purpúrea rosa,
el aura fresca lleva blandamente
los acentos suaves
de las parleras aves,
junto a un arroyo sosegado, y lento
todo recibe general contento
con el rocío de la blanca aurora,
solo Liseo llora
con tal tristeza, y encendido llanto,
que a la más tibia, y más cruel pastora
enterneciera, o la moviera a espanto.
Luz
de mi alma, a quién ausente adoro,
y por quien me da vida la memoria
con la esperanza triste,
que en la imaginación sola consiste,
¿Quién mirará los crespos lazos de oro
que un tiempo fueron de mi infierno, gloria,
y el estrellado cielo,
adonde sin recelo
tocó mil veces mi atrevida mano,
y el angélico rostro soberano
de fatigado espíritu reposo?
¿Quién será tan dichoso,
que ver merezca el cristalino pecho,
y el divino semblante milagroso,
por quien en vivo llanto estoy deshecho?
¿Quién
tocará la alabastrina, y pura
mano, principio de la muerte mía?
La sonorosa, y clara
voz con la lengua en ecelencia rara,
que con gobierno, y celestial cordura
hiere el aire en dulcísima armonía,
¿a quién habla, y responde?
¿O en qué cielo se esconde.
quién tuvo mis orejas tan suspensas?
Célida mía, ¿En qué ejercicio piensas
que se entretiene el alma de tu amante,
sino en poner delante
estas reliquias de memoria amarga,
para que a veces llore, a veces cante
de tu belleza, y mi pasión tan larga?
Del
punto en que comienza el sacro Apolo
a dar color con su presencia al mundo,
y las flores matiza
del carmín, jalde, y de la azul ceniza,
con mis pasiones miserable, y solo
comienzo yo con un pensar profundo,
a imaginar, si acaso
del fuego, en que me abraso
te acordarás, y desta ausencia avara:
¡Ay dulce España, ay dulce patria cara!
Con estas cosas me macero, y canso,
pero luego descanso
con fingirme, que gozo en tu presencia
del regalado trato, afable, y manso,
que dio salud a mi mortal dolencia.
Luego
me sobreviene un pensamiento
contrario, que me arroja al hondo abismo,
que en tu gloria serena
no hay accidentes de tormento, y pena,
quiero decir, que en quien el firmamento
repartió tanta parte de sí mismo,
es razón que no entienda
mudanza de tormenta,
el aspereza de calor, ni invierno;
con esto vuelto al sentimiento tierno,
yo mismo a nuevas muertes me sentencio,
porque luego el silencio
de la espantosa noche le sucede,
do en sólo el padecer me diferencio,
no en más ni menos, porque ser no puede.
En
un instante con pensar me alegro,
que el rigor, y aspereza de Saturno
será menos esquiva
con la memoria de tu imagen viva,
que cuando viene el velo oscuro, y negro
se representa en el callar nocturno,
y más viva parece:
Tras esto se me ofrece
aquella noche tan serena, y clara,
en que el lucero ardiente de tu cara
dio luz al mundo por oír mi canto,
y no te lo levanto,
que oyendo mi zampoña, y verso rudo
el de Tracia dijiste, que en su tanto
pudiera estar en mi presencia mudo.
Mas
no puedo durar en este engaño
tanto, que aplaque mi furor su fuerza,
porque luego revuelve
el cuidado, que en nada se resuelve,
y mostrándome al ojo el desengaño
el claro devaneo allí me fuerza,
a desear de nuevo
la luz, con quien me elevo
oyendo el murmurar del claro arroyo,
donde las lamentables quejas oigo
del ruiseñor, y la calandria un poco,
a lagua, y hierba toco,
por ver si amansa mi encendida fragua,
mas son extremos, y pensar de loco,
que deste fuego, no es contraria el agua,
Pero
con todo un poco me entretengo
con estos sauces, la frescura, y sombra
de tan diversa hierba
como naturaleza aquí conserva,
y en grande admiración de todo vengo:
De flores veo una bordada alfombra,
y el argentado, y puro
cielo jamás oscuro
alegremente el suelo ruciando,
los pajarillos a su son cantando
los verdes ramos, que menea el aire
al descuido, y desgaire
mírolo, y digo; a tan dichoso suelo,
aquella gracia, y celestial donaire
de mi señora lo tornará en cielo.
Esta
es la vida, y miserable estado,
en que la ausencia por mi mal me ha puesto
de todo bien desnudo
el vivir puesto ya en el punto crudo,
do con la muerte me será forzado
abrazarme dejando todo el resto,
y a mi mal escondido
en el profundo olvido
por ser mi muerte en ocasión tan alta.
Célida mía, ya el vigor me falta,
otro nuevo tormento me recrece,
adiós, que ya se ofrece
el último remate a mi porfía,
y el aliento vital me desfallece,
adiós, señora, adiós Célida mía.
Adelante
pasara el pobre mozo
con su cantar, si una mortal congoja,
que la virtud le mengua
no le trabara el corazón, y lengua,
que arrojando del pecho un gran sollozo
cayó en el suelo, y el aliento afloja,
hasta que dos amigos
de su pasión testigos
espantados del grave, y triste agüero
llorando al casi muerto compañero
en hombros a su choza lo llevaron,
donde le sepultaron
entre jazmines, rosas, y amaranto,
hasta que las congojas le dejaron,
y vuelto en sí, torno a su usado llanto.
CLARA CHACÓN
Vomito
Intento
encajar en el sistema. Estoy atrapada en el sistema. Como ser sociable. Como
persona. Como mujer. Como la que se libera y es juzgada por promiscua. Puta. La
que va demasiado tapada y no folla la primera noche. Siesa. Mojigata. Te enseño
las tetas. Intento encajar en tu sistema patriarcal. En tu sistema familiar. En
tu sistema social. No cuadro en las piezas de esta esclavitud de la imagen y el
canon establecido. Vomito. Vomito palabras. Me meto los dedos hasta arrastrar
los introyectos al váter. Escupo todas las veces que me dijeron «callada estás
más guapa» o «te sobran unos kilos para ser actriz». Me sumerjo en toda la
mierda que me hicieron tragar de pequeña las revistas, las películas, las
canciones de amor, y la saco fuera. Me atiborré de prejuicios para después
tener que esconderlos en los bolsillos del chándal uniformado del colegio,
envueltos en una servilleta. Me meto los dedos para no escucharos más, para no
entrar nunca más en vuestra rueda. Vomito de nuevo. He tenido encuentros más
íntimos con los árboles que contigo. Vomito. Pero todavía no estoy limpia por
dentro.
De. “Lo que quedará mañana”