"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 10 de abril de 2021
RAQUEL NOBRE GUERRA
Compostura
de las ciruelas en reposo
despierta con placer para el día en que alguien
te ha de comer cada una de las ciruelas frías
que el agua corra sobre el alma expulsada del fruto
toma una roca volcánica
imagina en su vibración porosa
cómo se prepara la tierra
para el desayuno
yo nunca miento
cuida que tu poesía no se vuelva
un magneto de frigorífico
un poema puede ser ciruela dulce
piel de un futuro que casi tocas
¿sientes el comienzo del olor a fruta?
RICARDO MARQUES
Partenón
Cuando Elgin
llegó a Atenas
para defender
a los griegos
de sí mismos
y de los turcos
miró hacia todo
aquel mármol
y pensó que
tenía que comenzar
por allí:
toda la barbarie
es al final
puro pragmatismo.
ROSA OLIVEIRA
II
probablemente
es necesario lanzar
el dardo venenoso
es necesario desentrañar teorías
embadurnar la cara de certezas
por más mezquinas que sean las convicciones
es necesario agitar el cabello
aun cuando no haya viento
De: “Dictámenes
de poesía”
RITA TABORDA DUARTE
Piedras
y árboles
Piedras y árboles son seres de la lentitud
Pero si te esforzaras
y te estuvieras quieto con ojos apuntalados en el suelo
si esperaras en silencio como si el tiempo
fuera un animal más lento todavía
de lo que un árbol o una piedra puede ser
puede ser que por una curiosidad mansa
te vengan a comer la mano las piedras o los árboles
como un perro o una paloma intrépida
En el campo en los caminos bordeados de árboles de piedras
no hay silencio nunca: el crujir provocador del viento
los conejos en una prisa de madriguera en madriguera
las alas del colibrí como un enjambre de moscardas
el martillar continuo del pájaro carpintero para imitar un tosco corazón
fuera de los troncos y el sol
porfiando con estruendo en las sombras del follaje
todo es ruido para ahogar el ritmo íntimo y débil
atiendo negro casi apagándose
por dentro de una piedra o de
un árbol;
pero es ese compás silente
(telaraña de vida)
que me embala
cuando cansada,
reposo la cabeza en una piedra
y me pongo a morir
un poco
MIGUEL MANSO
Nueva
York (Chelsea Hotel)
Tráiganme un poco de ese mar helado
por un noviembre noctámbulo y extranjero, un poco
de nieve y niebla
id a buscar
aquello que en la noche estalla aúlla vocifera
quiero la suma de las pequeñas luces
los derruidos corazones azotados por el viento
y dispersos en el hollín de Manhattan
id
yo pago
RAYMOND CARVER
Forever
A la
deriva en una nube de humo,
sigo la raya que en el suelo del jardín deja un caracol
hasta el muro de piedra.
Solamente al final me acuclillo, veo
lo
que hay que hacer y, de repente,
me adhiero a la piedra húmeda.
Empiezo a mirar lentamente alrededor
y a escuchar, utilizando para ello
mi
cuerpo entero como el caracol
utiliza el suyo, relajado, pero alerta.
¡Atención! Esta noche es un hito
en mi vida. Después de esta noche,
¿cómo
podré volver a mi
vida anterior? Mantengo los ojos fijos
en las estrellas, les hago señales
con mis antenas. Me sujeto bien
durante horas, descansando sin más.
Más tarde, la pena comienza
a gotear en mi corazón.
Recuerdo que mi padre está muerto,
y
que me voy a ir pronto
de esta ciudad. Para siempre.
Adiós, hijo, dice mi padre.
Casi al amanecer, bajo
y
vuelvo errabundo a casa.
Todavía están esperándome,
el espanto aletea en sus rostros
cuando se encuentran con mis nuevos ojos por primera vez.
Versión
de Jaime Priede