sábado, 19 de julio de 2014

LUIS PALÉS MATOS


 

Frontis

  

Lector, vas a beber en una fuente,
Donde al bajar el labio y la mirada,
Encontrarás tu imagen retratada
En la seda de su onda transparente;

Vas a beber el agua de un torrente
Hecha de Todo y en resumen Nada,
Que sabe de la estrella inmaculada
Y de la sima negra y atrayente...

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
Te lanza entre la sombra su saeta;

Sigue, a tientas quizás: Jasón perdido,
Y toparás al cabo sorprendido,
El vellocino de oro del poeta.

 

 

JOSÉ GAUTIER BENÍTEZ



 

La barca
 

(Struggle for life: Combate por la vida)

 
 

La aurora lucia tranquila en Oriente,
la luz inundaba los montes y valles,
las flores abrían los pétalos leves
y a Dios saludaban trinando las aves.

Solté mi barquilla, y al centro del río
de un golpe de remo lancéla contento;
¡marino errabundo, pensaba aquel día
hallar el ansiado magnifico puerto!

Un blanco fantasma se sienta en la caña
y el rumbo dirige, mirándome fijo,
y yo, desde el banco, le vía temblando
de horror y de angustia, de miedo y de frío.

Al fin me resuelvo. ¿Quién eres?, pregunto.
Con voz cavernosa responde el espectro:
"Yo soy el eterno patrón de las barcas
que al río se lanzan en busca de puerto".

Seguimos bajando la rauda corriente,
yo a entrambas orillas mirando con ansia,
que en una y en otra, del sol a los rayos,
castillos, jardines y bosques se alzaban.

Ya frente al primero, la barca se vía,
bizarros galanes y lindas doncellas,
asidos del brazo, diciéndose amores,
cruzaban el bosque, jardín y pradera.

Algunos en gruta de mirto y jazmines
buscaban la sombra y el grato misterio,
trayendo a la barca del aire las ondas,
ahogados suspiros, rumores de besos.

Volvíme al fantasma, que frío, inmutable,
miraba impasible tan dulces escenas,
y al fin le pregunto con voz anhelosa:
"¿Arrojo aquí el ancla?" Respóndeme: "Rema".

Bajé la cabeza, y un triste suspiro
salió de mi pecho, pensando en que alegre
pasara mi vida por grutas y valles
con una de aquellas hermosas mujeres.

Y sigo remando y el sol ascendía,
el agua imploraba mi labio sediento
y espléndida plaza veíase cerca
que alegre llenaba frenético un pueblo.

El remo abandono, y en medio la turba
a algunos contemplo ceñidos del laura,
tañendo sin pena la citara blanda
y dando a los aires su férvido canto.

Mis ojos despiden torrentes de lumbre,
la sangre a mi rostro de pronto se agolpa
y digo al fantasma con voz en que vibra
la fuerza de un alma que el triunfo ambiciona:

"También, coma ellos, yo tengo mi canto;
también, coma ellos, yo tengo una lira;
un mundo, cual ellos, yo siento en mi alma;
tal vez, coma a ellos, coronas me ciñan.

¡Qué hermoso es el triunfo! ¡Qué bella es la gloria!
¡Cuán luce en las sienes la noble diadema
que el Bardo conquista luchando constante!
¿Arrojo aquí el ancla?" Respóndeme: "Rema".

Al pecho, agitada, mi alma inclinóse
y amargas y ardientes corrieron mis lágrimas
cual plomo fundido quemando mi pecho,
dejándome inmenso dolor en el alma.

El sol a Occidente, con marcha tranquila
llevaba el tesoro de luz y colores;
la tarde llegaba; mi brazo rendido,
las ondas apenas hería del golpe.

Un último y grande castillo se alza,
aún brilla en el cielo la luz del ocaso
y el rayo postrero bordaba las nubes
con franjas de plata, de fuego y topacio.

Al pie del castillo, soberbios magnates
cobraban tributos de pueblos y villas,
y el oro rodaba, cual corre en las playas
al soplo del viento la arena amarilla.

"Ni amores ni gloria"-, pensé con tristeza-;
pues oro tengamos, poder y fortuna,
que el mundo se humilla delante del oro
y el oro es el amo de estúpidas turbas".

"Por fin- a la blanca fantasma le digo-,
un último puerto, ¿lo ves?, ya nos queda:
entrambas orillas desiertas contemplo.
¿Arrojo aquí el ancla?" Respóndeme:"(Rema"

Y sigo remando, y el golpe inseguro
movía con lento vaivén la barquilla;
la noche avanzaba, la tierra y el cielo
crepúsculo vago, medroso, envolvía.

Allá, tras la cumbre lejana del monte,
la luna cual globo brillante se alza,
y finge su rayo, jugando en la espuma,
encajes y blondas de azul y de plata.

Se extingue del río la rauda corriente,
perdiéndose en ancho, tranquilo remanso,
y ya a la barquilla faltábale fondo,
a veces la arena la quilla rozando.

De pronto la luna, rasgando las nubes,
alumbra una extraña ciudad en la orilla,
y cruces y verjas, cipreses y sauces
formaban las calles de tumbas sombrías.

Hirsuto el cabello, la faz descompuesta,
le digo al fantasma con voz temerosa:
"Aquí no es posible que el puerto busquemos
al centro del río volvamos la proa.

Mi brazo conserva su fuerza y empuje,
el último aliento gastemos remando,
¡y míreme lejos del cuadro sombrío
que forman las tumbas, cipreses y osarios!"

Con triste sonrisa que aterra y fascina,
me toma una mano la horrible fantasma,
y "Aqueste es el puerto -me dijo----;
llegamos; el remo abandona y arroja tu ancla".

 

 

FELIPE N. ARANA



 

Seña Chencha

 
 

Es negra, descendiente de rollizos.
Teje esteras y sombreros de paja.
Lee los viernes la suerte en la baraja,
pega ventosas y prepara hechizos.

Su cabeza la oculta roja faja.
Trenzas y polizón lleva postizos,
y le vende a los novios primerizos
sus recetas. Cosa de gente baja.

Aunque es vieja le quedan todavía,
dos colmillos en la inferior encía.
Siempre por distraída que se vea,

si en la conversación que alguien enhebra
oye mentar la bíblica culebra
se apresura a decir: "Lagarto sea".

 

 

 

 

MINERVA AROCHO RIVERA


 

Suplica al mar

  

Mar, óyeme, cúbreme con tu sal
para que cures las mil heridas sangrantes
que tienen mi cuerpo y alma para mi mal,
y que siento en mi agonía, palpitantes.

Envuélveme en tus aguas,
sé mi amante, embriágame,
sumérgeme en el fondo de tus pupilas claras
no me martirices, ámame.

Bésame con tus labios salados, ardorosos,
llévame hasta tu fondo misterioso,
y en tu regazo tibio, con besos hondos,
me poseerás, y al fin, encontraré reposo.

 

 

MARIO ANTONIO ROSA


  

Como un rastro...

 

Como un rastro de vino hacia la ausencia
tus ojos se despiden
ofrecen los cansancios de un celaje
y el baile manso
se apalabra en el espectro que nos usa.

Desnuda y última
la miel de un sueño creador
va tallando el viaje pronunciado
el cuerpo se retira a las cenizas

la vestidura es nueva
en infinita cal sobre luces

cuerpo final
al que no se puede nacer con mi semen y mis palabras
para vivir libre sobre los días de una fábula soleada
cantando los hijos del destierro

te voy amando extraño

el cuerpo miente y tus ojos se marchan.

 

 

 

LAURA GALLEGO


 

Encarnación

 

Crear un verso es cual crear un hijo.
Esperarlo y decirle: Hijo, mira mis manos.
Están quietas, vacías.
Esperan la flor blanda de tu carne.

Crear un verso es cual crear un hijo.
decirle: Hijo, hazme madre;
¡madre, verso, pasión, dolor activo,
transmigración de luz, fatiga de alba,
lento nacer y amanecer contigo!

Crear un verso es...