"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 5 de agosto de 2025
KARIN BOYE
En
movimiento
El
día que nos saciamos, ese nunca es el más grande.
El día mejor es siempre un día de sed y de hambre.
Claro
que nuestro viaje tiene propósito y sentido,
pero lo que de verdad vale la pena es el camino.
La
mejor meta es la noche para poder descansar,
para encender el fuego y partir deprisa el pan.
En
sitios donde tan solo una vez descansamos
es segura la quietud y el sueño, lleno de cantos.
¡Adelante,
adelante! El nuevo día despunta.
Infinita es nuestra gran aventura.
De:
“Brotar duele”
Versión
de Carmen Montes.
LUIS RAMOS DE LA TORRE
Lugares
necesarios
De
Manderley a Rosebud,
por
citar dos ejemplos
de
nombres singulares
en
las filmografías,
hay
un misterio escrito
en
las bridas del aire
que
juega con la cámara
y
logra demostrarnos
que
el olvido no existe
si
le queda en el alma
a
quien a esto se entrega
un
poco de ilusión
y
altas dosis de magia.
En
la vida del arte
hay
un sesgo atrevido
que
revuelve el espacio
donde
campa el hastío,
donde
no pasa nada
si
la vida anodina
se
encierra entre sus muros.
Así
el cine se implica,
no
se calla y se atreve
a
contar lo que ocurre,
a
decir lo que debe;
porque
desde el principio
en
que izó su periplo
ha
sido fiel al hecho
de
contar lo que ofrece
a la
atenta mirada.
Por
eso con la fuerza
que
le otorga su entrega,
y la
sana experiencia
que
a diario se vive
en
las salas de cine,
qué
bueno es avivarnos
con
la esencia del mito
que
conserva los nombres
de
los santos lugares:
Manderley,
La Gaviota,
Rosebud,
Monument Valley,
regresos
necesarios
que
usamos muchas veces
por
ver si hay algo más
animando
un nosotros.
Entonces
sin que nadie
lo
haya previsto antes,
e
igual que en otro tiempo
se
hiciera de la vista
todo
un cuerpo plenario,
miramos
a la cámara
imitando
a las cosas.
Hay
gente que no cree
en
la magia del cine,
y
piensa en otros campos
con
otros seguidores
y
eso les hace libres.
Pero
yo siento en Chaplin
en
los Marx, y en Erice,
en
la Monroe o Fellini,
los
momentos mejores
los
días más felices.
Ellos,
Ford y Berlanga:
me
han salvado del tedio.
¡Qué
hermosas son las Artes,
qué
grande Billy Wilder!
De:
“Trece escalones”
ANGELA MARINESCU
Los
cantores de villancicos
Lloro
en la intemperie, las hojas han desaparecido
para siempre, la escarcha se ha vuelto azul.
tengo una sola raza: el placer.
venid, cantores de villancicos de la destrucción
con manos blancas sobre pocas armas,
con labios finos para atacar
a la negra,
para cortarla en dos,
en el frío,
en la nieve,
abierta en canal sobre un muro.
dentro, el sacrificio y la mano con los huesos
desesperanzados de la humillada.
la
noche cae como una sombra
sobre la tumba de madera del poeta.
De:
“El parque”
Versión
de Corina Oproae
PAULA ĆAĆIĆ
c u
e r p o d a d o
acepto
el cuerpo dado.
me ocupo de él.
lo fuerzo a adoptar leyes incomprensibles,
a tragar heridas infligidas por el corte afilado
de la hélice de un avión de juguete.
lo ejercito.
lo estiro.
lo mordisqueo.
a veces escupo parte de la piel.
quiero que sea impenetrable,
plástico, perfecto,
que no sea un lienzo en el que aparezcan
presagios de mortalidad.
deseo que sea a la vez amado e insensible al tacto.
deseo que sea una coraza permanente,
bajo la cual me hundo más y más en la oscuridad
y desaparezco,
para incorporarme de nuevo al día siguiente,
admirar su mecanismo persistente,
que lubrico aquí y allá,
que protejo contra la oxidación, parásitos, enfermedades,
al que riego como a una planta.
a veces deseo ser mucho más que él.
De:
“Paisaje personal”
Versión
de Miguel Roán.
XIMENA LÓPEZ BUSTAMANTE
he
observado
desde mi abandono
los cuadros que colgué a clavo y martillo
la mesa de noche y los libros zigzagueando por doquier
sé
de memoria cada rincón
esta habitación y su tierno hedonismo
ya
organicé las joyas que no uso
doblé la ropa
hasta conseguir el vaciamiento de esta mitad
De:
“Sombra celeste”
JUANA CASTRO
Voy
a beberme hoy
todo
el semen del mundo como un miedo.
Venga la flor letal, el triste polen,
la venenosa pulpa de la tarde,
toda la entraña dulce con su pus madurada.
Quiero todos los besos, las manzanas,
en un río de bocas sumergirme los pulsos,
crepitar en el viento de la sangre y el tacto.
Nadar sobre un vahído de trébol y saliva
con millares de jugos hiriéndome las uñas,
con virus como espadas volándome el silencio.
A mí todos los lobos, las vísceras, las grietas,
toda la furia, el lodo,
los vampiros que crecen
una lengua de uvas al olvido.
Y en mí todas las llagas, pústulas, serpientes,
mordeduras del sol y las cenizas,
porque quiero asfixiarme con la espuma más negra,
renacer con un trino más doliente que acero.
Dadme todas las ciénagas, palomas,
los sombríos más blandos que despuntan al alba,
dadme el sexo más gris de las estrellas,
la carne más amarga para esta elegía
que se abraza a la luz como a un patíbulo.
De: “Paranoia
en otoño”
