viernes, 23 de enero de 2015

JORGE LUIS BORGES


 
 

IV

 

Los órdenes de libros guardan fieles
en la alta noche el sitio prefijado.
El último volumen ha ocupado
el hueco que dejó en los anaqueles.

Nadie en la vasta casa. Ni siquiera
el eco de una luz en los cristales
ni desde la penumbra los casuales
pasos de vaga gente por la acera.

Y sin embargo hay algo que atraviesa
lo sólido, el metal, las galerías,
las firmes cosas, las alegorías

el invisible tiempo que no cesa,
que no cesa y que apenas deja huellas.
Ese alto río roe las estrellas.

 

SALVADOR NOVO


 


 

Este fácil soneto cotidiano
que mis insomnios nutre y desvanece,
sin objeto ni dádiva se ofrece
al nocturno sopor del sueño vano.

¡Inanimado lápiz que en mi mano
mis odios graba o mis ensueños mece!
En tus concisas líneas aparece
la vida fácil, el camino llano.

Extinguiré la luz. Y amanecida,
el diamante de ayer será al leerte
una hoguera en cenizas consumida.

Y he de concluir, soneto, y contenerte
como destila el jugo de la vida
la perfección serena de la muerte.

 

FEDERICO GARCÍA LORCA


 

Noche del amor insomne

 

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.


Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.

 

 

 

ANTONIO GALA




Sonetos de la Zubia. Nº 25

  

Dile a la muerte, amor, que no me olvide;
que tengo el corazón ya bien dispuesto,
y previstos, al fin, palabra y gesto
con que de ti mi cuerpo se despide.

La vida, sólo en vida, no se mide;
ni la pasión, en dulce manifiesto.
Vida y amor no mueren: sobre el resto
es un azar nocturno quien decide.

Yo no soy sino aquello que persigo:
una lluvia de mayo en tu mejilla,
tu fuego en paz, tu bienestar de trigo.


Qué vida, tras la muerte, tan sencilla:
yo, ensimismado, transcurrir contigo
de un sueño a otro, de una a otra orilla.

 

 

GABRIELA MISTRAL

 


Los sonetos de la muerte

 

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!


»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO

 

Otra mano

 

Tiemblan inviernos en mi mano yerta,
y en la tuya, cerrada, no consigo
ni acción de amante ni calor de amigo;
y así busco otra cálida y abierta.

Mujer desconocida, si a tu puerta
golpean los nudillos de un mendigo,
¿lo dejarás entrar, dándole abrigo?;
¿le extenderás tu mano, aunque inexperta?

Mis alforjas al hombro están vacías
de haberlo dado todo. ¿Me darías
de tu pan y tu vino junto al fuego?

Serás un intervalo en mi camino,
o tal vez mi objetivo, mi destino,
al que tras tanto deambular hoy llego.