viernes, 7 de junio de 2013

RAFAEL DE LEÓN




Romance



Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.

Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un süave
melocotón sonrosado.
Cuando dijistes: «Te quiero»
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.

Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios.

De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!

El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas
y que le dobla los años».

Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.

Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sientes
en la palma de tu mano.

Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.

¡Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»
Y colorín colorado.


MÓNICA RODRIGUEZ BALBOA





Autorretrato



Mirame,
aqui estoy,
Soy mujer solitaria,
Desnuda, salvaje.
Existo en los aires
Árboles y montañas.
Soy la que engaña a los pàjaros.
Tengo un cuerpo estrecho que me aprieta,
Mi espalda chueca me duele de tanto en tanto
(cuando olvido cantarle al mar).
Llevo el recuerdo de un marino en mis ojos mojados.
Llevo un dormido silencio
Que ha naufragado en mis pupilas.



BAUDILIO MONTOYA





Nada



Nada nos queda, Amada; apenas esta
pesadumbre sin fondo que nos mata;
finó su voz el surtidor de plata
y acallaron los pájaros su orquesta.

Se acabaron los vinos de la fiesta
cuyo recuerdo el corazón desata,
cuando en el mal de la jornada ingrata
vemos que fue su plenitud funesta.

Ya tú no escuchas mi palabra fuerte;
por la estepa medrosa, hacia la Muerte
llevamos nuestro pávido quebranto,

y aun cuando tú por el pavor te pasmas,
vamos huyendo como dos fantasmas
que tienen miedo de su propio espanto.



OCTAVIO PAZ




A través


Al cerrar los ojos
los abro dentro de tus ojos.

CARLOS A. CASTRILLÓN





Poema del abandono



Saliste con todo
lo que alguna vez fue tuyo:
tu saliva espesa, tu
zapato de Cenicienta engañada,
tus razones de náufrago.
Crece desde la tierra
una hierba persistente
como testigo de tu paso.
El tiempo desplaza con más levedad
su alpargata rosada.
¿No podrías irte con más frecuencia?


GUSTAVO RUBIO GUERRERO





Sólo existe despedida dices



No vuelve el caminante a la palabra
Sus huellas se pierden en el polvo de invierno
Todo se aleja un día de tus ojos
Todo beso temblante y frágil no repite su poema
En la noche de perros que ladran al silencio
En el oscuro espejo donde habitan nuestros nombres
Somos ese cercano maldecir de la caricia
Esos instantes malditos que ni a patadas mueren
Sólo existe despedida dices
Abriendo más la jeta y parodiando uno a uno mis poemas
Nada pierdes en la puerta nada tres cuadras adelante
Nada que te olvide o te recuerde
Afirmas que he perdido el paradigma del amor
Yo digo que eres desmemoria y pan caliente
No vuelve el caminante a su casa
Sus huellas borradas son por la lluvia
Ella se aleja un día de tus ojos no más un día
El beso temblante y frágil espera con una rosa todavía