domingo, 26 de abril de 2015

MIGUEL OTERO SILVA


 

Hallazgo de la piedra

 

Hallazgo de la piedra:
la piedra es el rescate de formas y volúmenes
que fueron soterrados por el talón del viento.

Paráfrasis del lirio:
el lirio es el desquite de yerbales y frondas
que extinguieron sus verdes en el barro del lirio.

Génesis de la lluvia:
la lluvia es el repliegue de arroyos y esteros
que asaltaron el cielo por la arcada del sol.

Venero de una voz:
tu voz, joven poeta iluminado,
trazador de epiciclos, descubridor de orbes,
esa voz que te brota de la insólita entraña
en resaca de gritos de los poetas muertos.
Es la cal de los huesos de los poetas muertos,
blanca semilla que germina sobre tu corazón.

 

 

ANA MERINO


 
 
Quedarme en casa...

 

Quedarme en casa,
sumergida en los pliegues de las horas,
y no esperar a nadie.

Que los ojos escuchen
y se olviden del mundo.

Que me arrope el silencio
y respire en mi nuca
su suave indiferencia.

Que vivir sea esto,
sin palabras de aguja
ni rodillas de llanto,

con el tiempo desnudo al borde de la cama
y mi boca dormida en su tímido beso.
 

De "Los días gemelos"

 


RICARDO PEÑA


 

Oh, blanca flor intacta...

 

Oh, blanca flor intacta.

Abierta y ya cerrada, Trasplantada
tan sólo por mi sueño.

Cómo, cuando alcanzarte?
Adónde enamorarte?

Qué puedes tú desear
hoy que vives el gozo de aquel cielo lejano?

Hoy que encierras las nieves invisibles
de tus canciones altas?

 

 

CARLOS MURCIANO


 

Era con sol

 

Era con sol. Corríamos.
Temblaba el mundo con nosotros.
Era con sol. Hablaban ruiseñores,
hablaban claros álamos;
desnudaba alegría la mañana.

Yo te decía: amor, amiga, escucha:
tú tienes unas manos que vuelan a palomas,
tú tienes en los ojos dos canciones sonándote,
tú tienes de campana la voz, la vida toda.
Yo sólo tengo un mundo que sabe a corazón,
que sabe a fruta verde todavía,
un camino a tristeza, otoñalmente largo,
y una fuente muy dentro que mana gris el alma.

Y tocaba tus dedos y te decía: amor,
amiga, escucha:
Esta frente que estás acariciándome ahora,
esta piel, este verso,
son algo menos tuyos, son de nunca,
son de silencio o nada,
son de parque con niebla o arroyo con guijarros.

Y estábamos despacio bajo el día.
era con sol. El esquilón del buey
tañía a hierba verde con rocío
y una brizna de brisa los trigos oleaba.
Yo seguía diciendo mientras, cerca,
iba fluyendo tu garganta en nieve:
Yo tengo, amor... Tú tienes -me decías-,
tú me tienes a mí, tú tienes estos labios
que ahora... sólo... besan...

 

 

LUIS IZQUIERDO


 

«Cuando tú te hayas ido...»

                                                               Y yo me iré...
                                                                             J.R. Jiménez

  

Cuando te vayas, ni te llorarán
-es ley de vida,
o fue, dirá un colega-,
pensando como siempre en los demás.
Los bosques que ayer fueron
desaparecerán,
pero muy lentamente,
y lentamente seguirá el olvido
de las pautas aladas de febrero
frente al surco abolido de los campos.
De la voz de las gentes,
del humo de los trenes y de fábricas,
ni se hablará.
Pero lo alado -viento, nubes, pájaros
y el pueblo singular-
ha de seguir nutriendo un palimpsesto
por metaforizar.
Sólo suspiros o trasminaciones
invaden un ayer que se presenta
-«cuando tu te hayas ido»-
de nuevo en un poema
-«me envolverán las sombras»-
para engañar el tiempo que no engaña
ni siquiera al poeta que se ha ido
mientras los pájaros
(«cual negras, frías notas
escritas en la pauta de febrero»)
le cantan.

Aunque el canto no siempre es evidente,
ni para todos ido.
                    Menos mal.

 

De "No hay que volver"
"Travesías del ausente"

 

GILBERTO OWEN


 
Espera, octubre...

 

Espera, octubre.
No hables, voz. Abril disuelve apenas
la piel de las estatuas en espuma,
aún canta en flor el árbol de las venas,
y ya tu augurio a ras del mar, tu bruma
que sobre el gozo cuelga sus cadenas,
y tu clima de menta, en que se esfuma
el pensamiento por su laberinto
y se ahonda el laberinto del instinto.

No quemes, cal. No raye las paredes
de aire de abril de mi festín tu aviso.
Si ya me sabes presa de tus redes,
si a mi soñar vivir nací sumiso,
vuelve al sueño real de que procedes,
déjame roca el humo infiel que piso,
deja a mi sed el fruto, el vino, el seno,
y a mi rencor su diente de veneno.

Espejo, no me mires todavía.
Abril nunca es abril en el desierto,
y me espía tu noche todo el día
para que al verte yo me mire muerto;
Narciso no murió de egolatría,
sí cuando le enseñé que eres incierto,
que eres igual al hombre que te mira
y que al mirarse en ti ya no se mira.