miércoles, 5 de febrero de 2014

JAVIER VICEDO ALÓS

  

Kind of grey


Inmóvil frente al curso de las horas
eres cuerpo enfrentado de silencio.
La tarde es un bostezo desbordado,
una larga avenida de carencias,
un horizonte que se desmorona
–ninguna luz que escape de su estricta mecánica–.
Cada amigo naufraga en su quietud.
Los libros y la música entristecen
como notas de lluvia en el silencio.
Ni aquellos labios suyos –parece– salvarían
tu figura del gris precipicio de las horas.
Eres esta intención informulable,
esta infame verdad del desconcierto:
un hombre oscuro que busca quebrar
la presencia estancada de la tarde,
y que cansado de ser hombre no sabe cómo.
Sin embargo parece que algo esperas.
Quizá estés esperando esa llamada imposible
que invite a los oficios olvidados:
las alquimias capaces de fundir
fuego, labios, altura y vida.
Pero nada acontece mientras tanto,
únicamente unas palomas
picotean en la baranda
los pedazos de tedio de la tarde:
los restos de tu vida sin proyecto.



PERE GIMFERRER




Primera visión de marzo (II)



La tarde me asaltaba como una primavera
en Arezzo, y yo cedía al repertorio
de emociones y usos de poeta: deidades
se materializaban a mi voz, faunos ígneos
amenazaban cada gruta, sombras
de mí mismo me esperaban bajo el tapial de álamos.
(Todavía no he hablado, ni lo haré,
de otros podigios, alcotán o ninfa Egeria,
clase de francés a mis doce años o recuerdos de una guerra no vivida,
primeras horas con Montaigne o inútiles lecciones de solfeo,
minotauro de Picasso y poesía entre mis apuntes, toda una memoria abolida
por el silencio encapuchado de esta tarde.)
Penitente el jardín, las hojas ciegas
amarilleaban obstinadamente. Sin duda vine a esto,
y no llamado por un rito o mística
revelación; sabiendo, y aceptando,
que nada iba a hallar sino en mí mismo. Así el jardín es otra
imagen o rodeo, como al final de un súbito pasillo
la luz se abre y el blacón llamea,
ignorado hasta entonces; o más bien
la pausaentre relámpago y relámpago,
cuando en la oscuridad todo es espera
y de pronto llegó (¿pero era esto?). Luces
inquietan el jardín, como el balneario
- un quinteto en la pérgola, té, gravilla - donde aún es posible
reconocerse, aquél, bajo los sauces tártaros,
y estar allí sin que nadie lo sepa,
como uno que viajó consigo mismo en el avión, entre brumas neerlandesas,
y aún hoy lo ignora.
Fácil, fácil conquista, marzo y árboles rojos.
Surtidor el unánime, tened piedad de mí.



HASIER LARRETXEA


  

La última bala



Aprovecho mi última oportunidad.

Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala.

Ahora es tu turno.

A pesar de que yo muera,
este poemario sobrevivirá.
Este poemario será mi heredero.
Mi recuerdo.

Me puedes matar,
pero nunca asesinarás,
nunca destruirás la poesía.

Porque la palabra permanecerá en el tiempo.

¿Y la violencia?


MIGUEL HERNÁNDEZ


  

El último rincón



El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.

Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.

Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.

Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.

¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.

Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.

Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.

El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.

Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.


Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ




Nubes Doradas


“La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro…”
Fernando Pessoa
“-En el coche queda una botella de ginebra.
-Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo
hablando tonterías?”
Daniell Hammettt
“La resistencia se organiza en todas las formas puras”
Tristán Tzara

A Jaime Gil de Biedma




Qué importa ya mi vida.

Cada vez que levanté mi casa, la
destruía. A cualquier país que llego
no amo otro momento
que aquel de divisarlo. Nunca
pude decir dos veces bien venida
a la misma mujer.

Respetarse uno mismo.

Pensar.

Veo crecer los rosales que planté.
Destapo la última botella del último
pedido.

Miro
como mi vida salva cuanto hay de noble.

Por ti, oh cultura, y por todos
los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo.

Más allá del tiempo y de mi cuerpo,
bebo. Lleno
de nuevo el vaso. Dejo
que lentamente el alcohol vaya cortando
los hilos que me unen
a esta barbarie.

Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo.



BÁRBARA BUTRAGUEÑO




Has entrado en mis ciudades arrasadas
tanteando los objetos con tu hábil mansedumbre
y me miras como quien grita que viene en legión a hacerse himno
a romper mi fuselaje
a temblar con sus dedos la pureza que me queda.

Como si pudieras volverme cierta

me besas rompes las alambradas quemas la cáscara vacía

y hay algo de lumbre en tu mirada algo de bestia delicada con vocación de jungla.

Y te digo sí porque cercas el origen de las sombras y me haces agua y no desierto
porque en tu cuerpo la música es hondura
grieta entre la sal
y dices que vienes a hermanarte en mi fervor como un latido

y lo dices sin terror ni trayectoria
sin cemento ni herrumbre ni egoísmo
ni grandeza inventada ni fractura.

Pulsas mi cuerpo en su oscura transparencia
mi cuerpo sin fuego sublevado ni hueco que me nombra
y ahora limpios los establos por fin soy luz desde la luz
cadáver sin urgencia.

Tú me haces hallazgo.

Tú me haces claridad ardiendo el pulso ciego de las cosas.