jueves, 24 de abril de 2014

ENQUILLO SÁNCHEZ


 
 

No sé si bailas o si callas

  

No sé si bailas o si callas,
no sé si cantas bajo la lluvia de junio amanecido
o si enmudeces junto al pájaro que viaja sin retorno
hacia el final de la brisa donde bailas o callas.

No sé si cubres o desnudas
la luz que circunda tu cintura de níspero jugoso.
No sé si vistes o desvistes
las ebrias aguas que te ciñen sin tiempo ni pupilas.

No sé si apremias o retrasas
la noche en su navío de fiera y aguacero.
No sé si conservas o repartes
tu propio relámpago de fiera que divide la noche en
dos mitades.

No sé si te acercas o si huyes
de la música que dejas a tu paso,
como un pájaro menudo detrás de una guitarra
o una mano de luna suspendida de la rosa.

No sé si tomas o si dejas
el pez que en la lluvia busca tu alimento
de cedro parecido al cedro de tu pecho.
No sé si llegas. No sé si te despides.

No sé si me llamas una noche de humo
o si regresas al agua en que yo no te toco.
Nada sé de tu sombra. Nada sé de la estrella.
Porque sólo te sueño, para que nadie lo sepa.

FRANKLIN MIESES BURGOS


 


 

Cuando por soleados caminos del domingo,
cogidas de las manos venían las margaritas
con sus limpias enaguas recién almidonadas
crujiendo melodías de almidón en el viento;

cuando enardecidas iban las amapolas
gritando en rojo vivo su pasión anarquista
por todos los viajeros senderos de la aurora,
y los claveles eran Caperucitas Rojas,
las dalias (con sus faldas de encajes) bailarinas,
ignoradas pavlovas de la verde campiña,
con tramoyas de vientos, en proscenios de hojas;

cuando todas las rosas del rosal tenían alas,
y en vez de ruiseñores canoros en sus jaulas,
las viejas solteronas mimaban en sus sueños
tulipanes azules que cantaban:

era entonces el tiempo feliz de las abuelas;
el bello tiempo ido de las pantallas rosas,
los relojes de cuco, los bastones de estoque,
las postales de Niza y el ademán pausado
con que los caballeros se hacían el bigote;

tiempo todo cubierto de un fino terciopelo,
por el que descendían las palabras discretas
en un suave despliegue de susurrantes voces
cuando el vals entreabría sus violines de llanto,
y el mundo se apagaba de pura transparencia.

 

 

 

 

FABIO FIALLO


 

El silencio de unos ojos

 

          Qué me dicen tus dulces ojos negros,
tan cargados de sombras, ¡oh, adorada!
que en la noche me basta su recuerdo
para llenar mi corazón de lágrimas.

          Qué me dicen tus dulces ojos negros,
en su silencio lleno de palabras
tan leves, que el oído nunca advierte
cuando se adentran en mi oscura entraña...

          Tal dos aves que buscan su refugio
en un agrio peñón de oculta playa,
y en su áspero nidal, en vez de cánticos
alzan al cielo súplicas calladas.



 

 

GASTÓN FERNANDO DELIGNE


 

(Al poeta amigo, Arturo Pellerano Castro)

 

Su mano de mujer está grabada
hasta en el lazo azul de la cortina;
no hay jarrones de China,
pero es toda la estancia una monada.

Con un chico detalle,
gracia despliega y bienestar sin tasa,
a pesar de lo pobre de la casa
a pesar de lo triste de la calle.

Cuando el ardiente hogar chispas difunde,
cuando la plancha su trabajo empieza,
para cercar de lumbre su cabeza,
en sólo un haz se aduna
el brillo de dos luces soberanas;
un fragmento de sol, en las ventanas;
un destello de aurora, en una cuna!

¡Qué sima del ayer a lo presente!...
Allá, en retrospectivos horizontes,
la desgracia pasó sobre su frente,
cual una tempestad sobre los montes.

Era muy bella, ¡por extremo bella!;
y estuvo en su mirada
la candente centella
donde prendió su roja llamarada
la pira que más tarde la consume,
la que le hurtó, de tímida violeta
con el tierno matiz, todo el perfume.

Fue su triste caída,
lo mismo solitaria que completa;
y como en casos tales de amargura,
desde ella hasta Luzbel todo es lo mismo;
una vez desprendida de la altura,
cebó en ella sus garras el abismo.

Quedó al horror sumisa
con expresión que por tranquila, espanta;
apagada en los labios la sonrisa,
extinguida la nota en la garganta.

Flotó en la hirviente ola
con el raudo vaivén del torbellino,
y se encontró... sentada en el camino,
entristecida, macilenta, y sola!...

Pero así como planta que caída,
después que la desnuda
rama por rama la tormenta cruda;
a pesar de la fuerza que la azota,
de la raíz asida
queda, y más tiernos sus renuevos brota;
cuando estaba su oriente más distante,
y más desfallecida la materia;
brotó la salvación dulce y radiante
por donde entró señora la miseria.

Si es cierto que invisibles
pueblan los aires almas luminosas,
hubieron de acudir a aquel milagro,
como van a la luz las mariposas.

Así el suceso su mansión inunda
con tintes apacibles:
la gran madre fecunda,
naturaleza sabia y bienhechora,
miró piadosa su profunda pena,
palpó la enfermedad que la devora;
y en su amor infinito,
la puso frente a frente de una cuna;
a la vez que vocero del delito,
de calma y redención anunciadora!

¡Quién dirá lo que siente
al verse de la cuna frente a frente!...
Su corazón de madre se deslíe,
y al hijo que es su gloria y su embeleso,
le premia con un beso, si es que ríe;
le acalla, si es que llora, con un beso.

Al calor que la enciende
¡cuántas cosas le dice,
que el diminuto infante no comprende,
tan tiernas a la par como sencillas!...
Es un desbordamiento de ternuras,
sin valladares, límites, ni orillas!...

De pronto, en su alma sube
la hiel de sus pasadas desventuras;
y mientras surca y moja sus mejillas
llanto a la vez de dicha y desconsuelo,
cual si Dios la empujase desde el cielo,
¡cayó junto a la cuna de rodillas!

Y ante el espacio estrecho
que ocupa aquella cuna temblorosa,
como se abre el botón de un alba rosa,
la rosa del deber se abrió en su pecho!


¡Reída alborescencia
la que de Angustias el camino ensancha,
escrita en surcos de la urente plancha
y en serena quietud de la conciencia!

¿Hay algo oculto y serio
entre los pliegues de su afán constante?...
la vagarosa bruma de un misterio?...
La audaz de la vecina
que, cual prójima toda, es muy ladina,
quita al misterio la tupida venda,
desparrama la cosa
con todo este chispear de vivas ascuas:

-"El chiquitín, un sol; cerca las Pascuas;
y le trae preocupada y afanosa
el trajecito aquél que vio en la tienda".

Por eso, y así el Bóreas yazga inerme
o airado soplo con violento empuje,
Angustias canta, el pequeñuelo duerme,
la plancha suena, la madera cruje.

 

 

 

 

SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ



¡Padre mío!

 

Muda yace la alcoba solitaria
donde naciste a la existencia un día,
do, desdeñando la fortuna varia,
tu vida entre el estudio discurría.

¡Ay! De una madre en el regazo tierno
por vez primera te dormiste allí,
y allí, de hinojos, tu suspiro eterno
entre sollozos tristes recogí.

Hoy, al entrar en tu mansión doliente,
donde reina silencio sepulcral,
nadie a posar vendrá sobre mi frente
el beso del cariño paternal.

Ninguna voz halagará mi acento.
ni un eco grato halagará mi oído:
sólo memoria; de tenaz tormento
tendré a la vista de tu hogar querido.

Sí, que a la tumba descender te viera
tras largas horas do perenne afán,
horas eternas de congoja fiera
que en el alma por siempre vivirán.

Cuando de angustia desgarrado el pecho
te sostuve en mis brazos moribundo;
cuando tu cuerpo recosté en el lecho
donde el postrer adiós dijiste al mundo;

cuando, de hinojos, anegada en llanto,
llevé mis labios a tu mano fría,
y entre tanta amargura y duelo tanto
miraba palpitante tu agonía;

después, ¡oh, Dios! cuando besé tu frente
y a mi beso filial no respondiste,
de horror y espanto se turbó mi mente...
Y aun teme recordarlo el alma triste.

¡Memento aciago! Su fatal memoria
cubre mi frente de dolor sombrío.
Siempre en el alma vivirá su historia,
y vivirá tu imagen, padre mío...

Cuando las sombras con su velo denso
dejan el orbe en lobreguez sumido,
en el misterio de la noche pienso
que aun escucho doliente tu gemido;

y finge verte mi amoroso anhelo
bajo el abrigo de tu dulce hogar,
y me brindas palabras de consuelo
y mis lágrimas llegas a enjugar.

Sombra querida que incesante vagas
en torno de la huérfana errabunda,
visión perenne que mi sueño halagas,
alma del alma que mi ser inunda:

si de ese mundo que el dolor extraña
mi llanto has visto y mi amargura extrema,
sobre mi frente, que el pesar empaña,
haz descender tu bendición suprema.

 

MÉDAR SERRATA




Las Piedras del Abaco.

Canto uno

 

1

 

¿Y qué fue de aquel hombre que se marchó a Nod
la tierra de nadie
que se marchó al oriente de Edén
con toda su culpa una tarde
que partió cuando el crepúsculo
extendía su azul sediento sobre rocas
y las últimas bestias salían
desafiantes y desnudas a matar?

Porque iban desnudos los primeros hombres
la tarde que vencieron el vértigo azul
en sus embarcaciones rústicas
y sólo azul y vértigo eran sus embarcaciones
ramas de la sangre paleolítica
con la que un hombre
hizo del destino de los hombres
una quijada de burro

 

2

 

¿Es éste el botón que basta como muestra
la trivial razón de que exista el miedo?
Busco en mi robot al duende que camina
extraer de su temblor un hueso portentoso
el sol de ese nadir la verde oscura
dulce luz que al pasar me dejó su sombra
“Era el ejército de los bárbaros
que avanzaba hacia Cartago”
Acaso un mecánico temblor en su osamenta
porque sombras las hay leves que queman
y lentos metales que no sudan
Era el rabioso torbellino de los mercenarios
¿Y quién se mantendrá firme frente al cerco
resguardando con sus uñas a la Acrópolis?
¿Dónde está Amílcar?
Era la colina de la Acrópolis
temblando ante los ojos llenos de ira
de los mercenarios
“Haces bien en dejar correr tu cólera
como un carro que rueda cuesta abajo”
decía a Matho el antiguo esclavo Spendius
y Matho cazaba buitres en las afueras de Cartago
contemplando impotente sus pétreas murallas

 


 

¿Y qué fue en fin de quien tomando a tientas
mi silencio dorsal insulso
el ojo dormido bajo mi ojo despierto
vino rastreando este minuto
en que el cuchillo y su carne se concilian?
¿Qué fue del que talló esta mano con la cera de Dédalo
su sombra recogida sobre mi risa más oscura?
¿Y qué del que puso la intención en esta mano
hundida fiel feliz hasta tu cuello?

 

4

 

Alguien arrastra a tumbos su sombra
por sobre el ruido de los autos
alguien que tiene un odio con caras
y ostenta cicatrices sonoras
alguien con dobles en todas las vitrinas
y una niña desnuda sobre ojos convulsos
un deseo enfermo y pervertido
un cuchillo con santo y señas
un hermano del que no es guarda
una herida que busca su rastro
y se reconoce a la luz de la sangre
Oh dolor prehistórico del hombre
y dicen los viejos que vino del este
pagando una culpa

 

5

 

Yo anduve despacio entre las cosas
cuando todo tenía nombre y adjetivo
cuando era imposible asumir la palabra
sin poner en juego sus objetos
Yo anduve muy despacio entre las cosas
impregnándoles mi hedor de asceta transitorio
y todo lo ajeno era mío
porque cada magnitud tenía su nombre
y yo era dueño de los nombres
de todas las cosas

 

6

 

Recuerda esto Enoc hijo
no hay pronombre más triste que ninguno
La noche empieza a ladrarnos sobre las cavernas de Nod
los hombres no regresan con su presa
La noche es la última esperanza que le resta al miedo
los hombres han de estar cansados
La noche es hermosa como huesos de mujer
limpia como el hambre que afila sus formas
los hombres Enoc
no ha sido gratuita esa flor
quemada por la sangre

 

7

 

Leche solar
A esta hora en que todo parece posible todo es posible
hasta entrar en la estancia de tus ojos como Pedro por su casa
oscura estancia de tus ojos donde Sócrates
rechaza la copa de cicuta
mientras la ciudad
abre sus puertas de arsénico al suicidio
¿Qué apócrifa demencia?

 

8

 

Hermosa la conciencia mal sentada
¿qué mano es una cosa abierta sorpresivamente
si deja caer al agua un cielo albino
el dedo pensante sobre la sien
su trágate este gesto
tantísimo gordo peyorativo material?
Uy pájaro-niño mojada pelambre
jugando sin reposo
¿Qué mano es esta cosa abierta sorpresivamente
buscando en un juguete al duende que camina?
Cristóbal Colón no partió de Puerto de Palos de Moguer
sino de la más ostensible de las miserias humanas

 

9

 

Oh dolor prehistórico del hombre
Oh sol de las tardes tropicales de los llanos
donde los primeros hombres
salieron con sus palos a matar
Dicen los viejos que es imposible
cercenar en segundos un hambre de siglos
pero entonces
¿qué fue de aquel hombre que se marcho a Nod
la tierra de nadie?
¿Qué fue de Caín el desterrado?