miércoles, 20 de febrero de 2013

ANDRÉS ELOY BLANCO






Primera estación



Ya rindió una jornada la fiebre de mis brazos
y aún están los leones de mi numen erguidos:
los músculos alertas para nuevos zarpazos
y firmes los pulmones para nuevos rugidos.



PEDRO GARFIAS




  
Mañana*



Cada paso nuestro, amiga,
rasga la carne tierna de la mañana.
Se la siente crujir y desgarrarse,
aún se desangraría,
si no llegase pronto la brisa
dulce como una mano, a calmarla

De “Ala del Sur”

*En algunas ediciones este poema aparece titulado como “Amiga”

ENRIQUE BANCHS





Una noche de seda…



Una noche de seda, de secreto, 
de silencio, de calma y de dulzura, 
todo velado, leve, vago, quieto 
y evanescente en la arboleda oscura… 

Pálida noche misteriosa y pura, 
nada, en ella, vivía por completo; 
la frase era un suspiro de ternura 
la idea desmayaba sin objeto… 

Te sentí, como en sueños, a mi lado, 
lánguida e impalpable forma clara, 
temiendo que la brisa te llevara.

- ¿Por qué me dejas? –murmuré angustiado- 
por mi mano resbalas, sueva y triste… 
- No soy yo: es una lágrima… -dijiste.


De “Versos del anochecer”

LUIS CERNUDA


  

Desdicha



Un día comprendió cómo sus brazos eran
solamente de nubes;
imposible con nubes estrechar hasta el fondo
un cuerpo, una fortuna.
La fortuna es redonda y cuenta lentamente
estrellas del estío.
Hacen falta unos brazos seguros como el viento,
y como el mar un beso.
Pero él con sus labios,
con sus labios no sabe sino decir palabras;
Palabras hacia el techo,
palabras hacia el suelo,
y sus brazos son nubes que transforman la vida
en aire navegable.

RAFAEL ALBERTI






El Ángel desconocido



¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era…
Miradme.
Vestido como en el mundo,
Ya no se me ven las alas.
Nadie sabe cómo fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era…
Miradme.

FEDERICO GARCÍA LORCA






Gacela del amor desesperado




La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día quieren venir,
para que por ti muera
y tú mueras por mí

De “El diván del Tamarit”