lunes, 5 de octubre de 2020

ROQUE ESTEBAN SCARPA

 

 

 

Treno no querido

 



Trátalos, Señor, como a esos higos que nadie come,

que a los puercos se dan y los puercos rechazan,

porque prometen en cuaresma de dolor secretas mieles

y por sus grietas de arrugas de mendigos caídos

asoman lija, astilla negra, erizada lima,

noche que devora las más lucientes lunas

por acrecentar la tiniebla y su fuente de angustia.

 

Quizá sólo el hongo de fuego transfigurarlos pueda

y no la lengua de luz de Tu maná que siempre cae

ni la sombra radiante de un sueño que no tienen.

Da, Señor, a nuestra hacha sutil el quebrantar su espesor de ramazón

y lluevan goterones de savia sobre esta pasiva tierra,

porque no sea duna andante ni material absorto;

haz que cada fuerza desperece la fatiga de la desesperanza,

que desencantado sea el espanto, que por fuera sonríe

aunque, por los otros recibamos un viento horadante en el costado

y catemos precio en lanzas codiciosas de ceniza.

 

DINA POSADA

 


 

Gotas de polvo

 

 

Puertas borradas
resbalosas fechas
líquida ciudad
vaciándose en mi vacío

imposibles paredes
cubiertas
por enramadas de sombra

Arranco la costra a los años
y alcanzo a mi padre
              -paisaje cerrado
              libro que nunca entendí-
y a mi madre
              -terca sobreviviente de la ternura-

Con palabras
estoy poblando una estación
para abreviar la distancia sin salida





PIER PAOLO PASOLINI

  


  

Al muchacho Codignola




Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo
vacío: de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista, como un dolor.
A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad.

 

 

Versión de Carlos Vitale

De: “Poesía en forma de rosa”.

 

OSIP MANDELSTAM

  


  

Tu rostro...

 

 


Tu rostro
Es lo más tierno entre lo tierno,
Tu mano
Es lo más blanco entre lo blanco,
Estás lejos
De todo mundo
Y todo es inevitablemente tuyo.

Inevitable
Es tu tristeza
Y la calidez
De los dedos de tus manos,
Y el sonido apacible
De tus palabras
Joviales,
Y la lejanía
De tus ojos.

 

1909

Versión de Jorge Bustamante García

 

PIERRE LOUYS

  


  

Bilitis

 




De lana viste la vecina ruda;
hay mujeres que lucen sedas, oro;
otras, con hojas cubren su decoro;
otra, las flores con primor anuda.

Yo no quiero vivir sino desnuda.
T ámame, amante, como voy. Adoro
de joyas y damascos el tesoro,
mas, no a Bilitis una gasa escuda.

Son mis labios de un rojo sin ardides;
es negro mi cabello, sin tocado,
flota libre en mi frente un solo rizo.

Una noche de amor así me hizo
mi madre. Tómame cual soy, amado:
mas, si te gusto, dímelo... no olvides.

 

 

Versión de Enrique Uribe White
De: "Las canciones de Bilitis"

VLADIMIR HOLAN

  


   

Al alba

 

 


Sí, es el alba... Ropa sucia
sobre el cuerpo lavado de una hermosa...
Tocar, ah, sólo tocar,
¡mas de la nada ni tan siquiera el sueño!
También tú, allá abajo, te esfuerzas en vano de alto en alto,
pues quien se ha sumido en la poesía
ya nunca se saldrá.

 

 

Versión de Clara Janés