lunes, 12 de junio de 2017


JOSU LANDA




Nudo



Los dos extremos de la cuerda deciden abrazarse y dejar constancia para siempre.



CÉSAR MORO




La leve pisada del demonio



En el gran contacto del olvido
A ciencia cierta muerto
Tratando de robarte a la realidad
Al ensordecedor rumor de lo real
Levanto una estatua de fango purísimo
De barro de mi sangre
De sombra lúcida de hambre intacto
De jadear interminable
Y te levantas como un astro desconocido
Con tu cabellera de centellas negras
Con tu cuerpo rabioso e indomable
Con tu aliento de piedra húmeda
Con tu cabeza de cristal
Con tus orejas de adormidera
Con tus labios de fanal
Con tu lengua de helecho
Con tu saliva de fluido magnético
Con tus narices de ritmo
Con tus pies de lengua de fuego
Con tus piernas de millares de lágrimas petrificadas
Con tus ojos de salto nocturno
Con tus dientes de tigre
Con tus venas de arco de violín
Con tus dedos de orquesta
Con tus uñas para abrir las entrañas del mundo
Y vaticinar la pérdida del mundo
En las entrañas del alba
Con tus axilas de bosque tibio
Bajo la lluvia de tu sangre
Con tus labios elásticos de planta carnívora
Con tu sombra que intercepta el ruido
Demonio nocturno
Así te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que ama sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de tu paso
De fuego de azufre de aire de tempestad
De catástrofe intangible y que merma cada día
Esa porción en que se esconden los designios nefastos y la
sospecha que tuerce la boca del tigre que en las
mañanas escupe para hacer el día


CÉSAR RODRÍGUEZ CHICHARRO




De dientes afuera



De dientes afuera, amor, nada es bastante.

Te circunscribo, cubro. Halo de ti: levanto.
Voy y te digo. Vuelvo a insistir. Prometo.
"Mis venas, tuyas. Mi corazón, lo mismo,
Al igual que los ojos, el terror, la esperanza."

De dientes afuera, amor, nada es bastante.

Y al propio tiempo, arguyo, mino:
clamo por más, socavo.
Te pido cien —con ese gesto mío
que imagino sutil y sin embargo es basto—,
cuando me das —como si dar no fuera—,
cuando te das noventa.


De: “Aguja de marear”


ENRIQUE CASARAVILLA LEMOS




Momento de la noche



Estoy más triste que una mula ciega.

Ah! convertirme en un
dejado animal mustio,
ciego... No sentir nada, no saber
nada.

Dos pies clavados, en lo oscuro.

Nada más. No sentir
ni saber. Y morir...



FERNANDO FERREIRA DE LOANDA




El ahogado



De alhelíes la sepultura,
rociada en tibia
afinidad con algas,
abriga náufragos
en la palidez de la niebla.

Pardo mundo inconsútil,
la ilusión navega
bajo el extinto albedrío
del retardado suicida
que purifica esperanzas.

Soñar: ya no sueña.
Manos clavadas en el abismo,
la boca abierta a todo el mar
y al pasar el laberinto,
los ojos, ya no ojos:
dos espejos.

1947



Versión: Maricela Terán


ALFREDO GANGOTENA



  
Figura de drama
a Jacques Viot




Presagios

El astro se levanta; el astro del sueño visita los riscos;
Bajo el ala de su sombra se adormece el rocío.
Por oteros y valles las bestias se empecinan
A nutrirse con el aire de Dios.
Sin embargo esta hierba pegajosa
Abunda en todos los lugares:
Misterio del número, secreta magia.

La lengua del lobo se corrompe en el ángulo
Sombrío y mortal de sus fauces.
La ruta del monstruo, a guisa de arnés,
Aprieta a mi alma grávida y sola.
Luego, me estremezco en mis cimientos:
¿He de encontrarme con más zafio cortejo?

Sus voces

"Tallos y florones de una fe tan plena y grande;
Nosotros, los ancestros, venimos con flores a tus capillas.
Muy alta la imagen, he aquí la ofrenda,
¡Oh hijo, nuestro amor de eterno temple!
Graves y lejanos yacen los montes y también el hombro
Donde el árbol deja sus hijos nómadas,
Como lo hacemos con nuestra palabra
Sobre tus palmas próximas, camarada."

Yo, más arrugado que hongo

"Oh gentes, os hablo como un hombre ilustre,
Manteniéndome en pie para la eternidad.
Mis venas en órganos y pámpanos de estío,
Enrojecen el éter del cielo lacustre.
Yo permanezco abajo pero en la espera
De un tiempo propicio para vengarme.
Ah, cáspita, de mi no tendréis
Sino el proyectil malsano de mi saliva."

"La onda engulle los saltos del istmo;
Se pulveriza el ónix.
Pero el peor de los cataclismos
Se desencadena en mi hogar.
Madres: del mismo modo que muchachas livianas,
A pesar de sus gestos de mala ley.
Auténticas bisagras de nuestras puertas,
Flores nocturnas, llaves yacentes.
Blasones en los muros clamorosos del viento,
¡Oh mujeres de oprobio, mujeres encinta,
Que os raspe el esmalte de los dientes
Con la uña hurgadora en la caverna coriácea!
Vuestras doraduras trascienden al pantano pestífero.
Derramad vuestros filtros de oropimente,
¡Patizambas! sobre el alimento y la baba."

"Las moscas, señoras y señores,
¡Soberbias, os roerán los ojos!
¡Que el huracán os desgarre los lacrimales,
Os enjuague los labios y la boca fecal!
¡Se arrasará bien luego vuestra epidermis
Donde el insigne rey Sardanápalo!"

"Mi corazón desfallece en vuestro infame aliento.
Yo me quedo, marchaos, como la mujer
De Lot que fue la madre de los esquimales
Pero, dignos padres, si así pensáis,
¡Desatad el escándalo sobre mis escombros!"