"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 13 de noviembre de 2025
HUGO LINDO
XLIV
Estoy
en donde el mundo cruza sus dos caminos.
En
donde la nostalgia
hace el recuento de las aventuras,
lustra los cobres viejos
y revive el sonido de pisadas ausentes.
Por
aquí anduvo un ángel.
Se
recuerda
el aire que dejaba circulando
como una cauda de su vuelo.
Se
recuerda el perfume
que hacía palpitar entre las rosas,
y la inocencia simple de las enredaderas
dando su flor azul, cuando él cruzaba.
Por
aquí anduvo el sueño.
Nutrido
de figuras transparentes,
jugando a los fantasmas
con un niño a la sombra del asombro,
y construyendo mitos imborrables
con el rumor del agua.
Se
recuerdan
la charla vespertina de las hojas,
los grandes animales y los rostros
que se desvanecían en las nubes.
Por
aquí anduvo el ansia.
Tenso
el arco.
Lista
la flecha.
Y
sin saber adónde
disparar el prodigio de su impulso.
Se
recuerdan
sus pupilas de azoro
y la voz temblorosa
como un río sonoro de preguntas.
Por
aquí anduvo el mito.
Se
recuerdan
sus pasos
y su mutable condición de ensueño,
y su menuda luz,
que ardía
como la rosa del amor
en las manos del viento.
Se
recuerda
su lenta
fragancia entre los parques y las horas,
su deleitosa forma iluminada
por el cambio constante.
¡Todo
el deslumbramiento!
¡Danza
de dioses bajo el sol preciso!
Y
sin embargo, amor, nada era cierto.
Nada
era tan verdad como este cruce
en donde estamos hoy,
temblando sin pasado y sin futuro,
unidos por la fuerza del instante,
ya no fugaz,
ya para siempre alzado
en la mitad del mundo,
junto al ángel,
a la vera del sueño, sobre el ansia,
y más allá del inasible mito.
De:
“Sólo la voz”
ENRIQUE JARAMILLO LEVI
Siete
Para
que sean exactamente siete
–ni uno más ni uno menos–
estos poemas que han nacido hoy
de forma inesperada
y que no obstante representen
la reanudación de una vieja costumbre
temporalmente abandonada
para darle tiempo y espacio
a los experimentos de la ficción
igualmente gratos,
cierro este breve ciclo poético
con este poema que convoca mis inicios
de hace casi cincuenta años.*
*Véase
“Los atardeceres de la memoria”, mi primer poemario.
RAFAEL SARAVIA
Ella
es la única que conozco con la conducta amable del poliamor. Quiere y deja
querer como un gasterópodo cargado con sus dardos del afecto. Sabe que fecundar
más allá de uno mismo es complejo y por eso acepta y defiende la huida como un
proceso más dentro del cariño.
AICHA DJELLAB
Señor
no heredé nada de mi pueblo excepto la destrucción
de las prendas de mi madre solo una parte de su velo
y la advertencia del abuelo: hija mía
nunca te dejes arrastrar por la deshonra…
Tenía yo, señor, una pequeña cabaña
rodeada de olivos como pestañas cortesanas que acaricia la fragancia
en el centro un pozo con agua abundante
que riega los corazones de barro, toda la hierba… y cada ave.
pero tus soldados, príncipe,
convirtieron la cabaña de la juventud en una tumba que gime y se lamenta
destruyeron el sueño en el que compartía la almohada y la cama
y el pueblo virgen se convirtió en un templo sin alma ni sentimiento.
De:
“Fragmentos de mí misma”
Version de Souad Hadj-Ali Mouhoub.
EDINSON ALADINO
Monólogo
de José Raúl Capablanca
Mis
pensamientos se redoblan
por estos blancos y negros laberintos
que he elegido, y no agotan
sus pestañas entrevistas sin temor
por los balcones
más recordados de La Habana.
La brisa y los torneos y las bahías de azogue
no revelan al ojo desteñido
el tiempo de sus cristales
ni el son detenido
de aquellas guitarras que mueren
junto al agua olvidada de las esquinas y la tarde.
Como un animal que aprieta un limón de oro
he buscado en las crecidas ventanas del invierno
el posible sueño fugitivo de la rosa
y las breves llamaradas de palabras
que ciñe el rocío al amanecer.
Me he vestido de un común silencio
para contemplar desde el tren
el rostro del horizonte apenas respirado
por la nieve y el páramo.
Hay estatuas despeinadas que avanzan
entre ríos y naipes negros
como el ropaje desbocado de la gloria.
Me he quedado junto al piano de la noche
y he visto ecos de máscaras
que rozan mi frente
y ponen mis manos en el frío de una encrucijada
para desempolvar un viejo tablero de ajedrez.
¿Dibujaré con mis manos una última jugada?
¿Escribiré alguna vez la agonía de mi fiebre?
Descanse el talle de marfil
del tablero persa
en donde he fijado mi cansancio,
mi esbeltez ligera, mis dedos invisibles
y la resurrección del alfil sobre la arena.
MYRIAM BEN
Un
día lo recuerdo
Un
día
Lo recuerdo
Un día
¿Quién lo recuerda?
Cuando
el viento maduraba
Nuestras miradas sin sueño
Cuando
el silencio no borraba
Nada
Cuando
la muerte
No era todavía
El Lazo
Cuando
las tardes
Engendraban en vano
Mundos
Donde no existíamos
Cuando nuestros ojos
Buscaban cada tarde
En los caminos perdidos
La huella de nuestros pasos
Cuando
la arena se vertía
De mi mano en tu mano
Yo
era el reloj de arena
La
noche dibujaba su círculo
Su magia nos aguardaba
El
ámbar de tu mirada
Iluminaba el Mar
Que traía hacia mí
Tu barca solitaria
Yo
era el viajero
Solo
eras un pretexto
Un Mensajero de Amor
De cuerpo desesperado
Esculpías a tientas
Espejismos de arena
Imaginaba
a lo lejos
Unos cantos
Que me encantaban
Y no oía
Muy cerca de mí la ola
Un
simple canto
De un día
De una hora
Una ráfaga
Cuando
hacíamos la guerra
Para que otros…
El Amor
De:
“Sur le chemin de nos pas”
Versión
de Souad Hadj-Ali Mouhoub.
Nota:
Myriam Ben, seudónimo de Marylise Ben Haïm
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