jueves, 13 de noviembre de 2025

EDINSON ALADINO

 

 

 

Monólogo de José Raúl Capablanca

 

 

Mis pensamientos se redoblan
por estos blancos y negros laberintos
que he elegido, y no agotan
sus pestañas entrevistas sin temor
por los balcones
más recordados de La Habana.
La brisa y los torneos y las bahías de azogue
no revelan al ojo desteñido
el tiempo de sus cristales
ni el son detenido
de aquellas guitarras que mueren
junto al agua olvidada de las esquinas y la tarde.
Como un animal que aprieta un limón de oro
he buscado en las crecidas ventanas del invierno
el posible sueño fugitivo de la rosa
y las breves llamaradas de palabras
que ciñe el rocío al amanecer.
Me he vestido de un común silencio
para contemplar desde el tren
el rostro del horizonte apenas respirado
por la nieve y el páramo.
Hay estatuas despeinadas que avanzan
entre ríos y naipes negros
como el ropaje desbocado de la gloria.
Me he quedado junto al piano de la noche
y he visto ecos de máscaras
que rozan mi frente
y ponen mis manos en el frío de una encrucijada
para desempolvar un viejo tablero de ajedrez.
¿Dibujaré con mis manos una última jugada?
¿Escribiré alguna vez la agonía de mi fiebre?
Descanse el talle de marfil
del tablero persa
en donde he fijado mi cansancio,
mi esbeltez ligera, mis dedos invisibles
y la resurrección del alfil sobre la arena.

 


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