sábado, 7 de junio de 2025


 

ADAM ZAGAJEWSKI

 


 

A mí mismo en mis memorias

 

 

Fluye, fluye, nube gris,
se abre la flor de la peonía,
nada te une ya a esta tierra,
nada te une ya a este cielo.

Delira en la canícula el jardín,
un gato da bostezos en el porche.
Caminas por la calle de los tilos
en flor, de qué ciudad, lo ignoras,

en qué país, no lo recuerdas.
Brillan livianos los estorninos,
la noche se aproxima suavemente,
juegan al escondite los capullos de las rosas.

Eres tan sólo un sueño, una imagen,
sólo un anhelo eres.
Cuando te vayas, como las nubes,
se teñirá de bronce tu recuerdo.

Y rondarás los ríos
y las sombras de los árboles,
pero naufragarás en la tierra, en la tierra, en la tierra.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

EUGEN JEBELEANU

 


 

La voz de una mujer

 

 

Devolvedme mi niño
-nada quiero saber-
aunque tenga
la cara
de un monstruo,
no importa cómo sea,
devolvedme mi niño
no importa cómo,
y si no puede ser para toda la vida
(para esta vida miserable
y tan breve, aún si tuviera un siglo)
al menos por un día.,
un día sólo,
hasta el preciso instante
en que venga hacia mí,
como él venía,
ciegamente, los brazos extendidos,
con los pétalos pálidos de sus dedos.

Devolvedme mi niño
aunque tenga
la cara de monstruo:
iré a su encuentro
y me sonreirá…
él me sonreirá…
aunque tenga la cara de monstruo,
me sonreirá,
y yo le abriré la puerta,
aunque tenga la cara
no importa cómo…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero no ceniza,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero nunca arena…

Sé muy bien que sería posible
que mudaran su rostro,
pero cuando llore
lo reconocería,
y para que no llore más
apagaré la luna
(un rostro entre lo oscuro no se ve),
y si él sonríe,
a la menor sonrisa,
entonces,
mudaré todas mis lágrimas
en cielo estrellado…
Mas no me devolváis el cielo sin él,
el cielo azul de acero sin piedad,
no, no me lo devolváis…

Devolvedme mi niño …
Privadas de él, las estrellas son arena,
privadas de él, las estrellas son cenizas:
un manojo engañador que se escurre
absurdamente
al correr de los tiempos
de la alforja deshilachada de la noche…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
devolvedme mi niño,
aunque sea cualquiera su cara…

También en el armario
sus ropitas esperan…

y ya muy pronto le serán pequeñas…

 

Versión de Manuel Serrano Pérez

 

 

 

GONZALO PERNAS

 

 


Espejos en el barro

 

 

Labios en la arena endurecida,
fría cuando marzo arranca tibio.
Dos, tres reservas de agua sucia
y otros tantos ojos lisos,
ignorados,
esperando.

Hierros calcinados en la arena,
concentrados en pequeñas migraciones,
motas de materia transformada,
enseres inservibles,
cercenados,
esperando.

Labios a la luz de días largos,
aunque no tanto como los de mayo o junio;
Pares que se extienden en la tierra
sin que nadie los sospeche,
provisorios,
esperando.

 

 

JOHN DOS PASSOS

 

 


 

XIII

Puerta del Sol

 

 

Suenan los tambores y las trompetas

entre el ruido de la calle.

(Corred, corred, corred para ver a los soldados.)

Todos llevan el ritmo en formación

para seguir el paso reglamentario

de la brillante banda de metales.

 

Los camareros del café se colocan en la puerta

la niña en la tienda de guantes apoya la nariz en el cristal.

¡Oh, el brillo de los metales

el movimiento de los penachos

y el paso de los pies uniformados!

Corred, corred, corred para ver a los soldados.

 

El niño con una bandeja

de pasteles en la cabeza

camina deprisa, lleva el ritmo;

los pasteles blancos y amarillos tiemblan bajo el sol

sus mejillas cada vez más rojas

y su bata a rayas azules ondea

mientras marcha al run run de los tambores.

Corred, corred, corred para ver a los soldados.

 

El lechero con su poni

cargado con cántaros plateados

escolares con mochilas de libros

oficinistas con tiesos cuellos blancos

ancianos con capas

intentan marcar el paso militar

al ritmo de los brillantes metales.

Corred, corred, corred para ver a los soldados.

 

 

 

De: “Invierno en Castilla y otros poemas”

Versión de Eulalia Piñero Gil

THOMAS MACGREEVY

 

 

 

De Civitate Hominunm

 


Es la naturaleza muerta la que vive,
y no la carne viva.

Hay flores asesinas, blancas como vellones,
que se despliegan con primor
y envuelven a su piloto
quien, sobrevolando Gheluvelt,
hace un reconocimiento matinal,
todo él de seda y plata
en lo alto azul.

Oigo el zumbido de un motor
y nubes de humo blando que martillean el aire
al desplegarse las flores blancas como vellones.

No sabría decir con qué flor se ha quedado
pero de pronto se siente un temblor,
aparece un zigzag de trazos sobre lo azul
y él se desliza hasta
adentrarse en lo blanco,
una llama delicada,
una pincelada de naranja en el vestido de la mañana.

En voz baja, mi sargento dice: «¡Dios santo!
Qué muerte tan horrible».

El santo Dios no responde
aún.

 

 

Versión de Luis Ingelmo

 

AMELIA ROSSELLI

 


 

«Yo no soy una tipa rencorosa» y
luego huyendo veía, ella excampesina, que las cuentas
se pagan. Huye huye, quisiera llorar, o al menos
sentarse un poco, pero «no soy rencorosa» y
retiene toda la baba en la boca.
Es extraña esta comunión de los pensamientos, es
extraño este
olerse igual, es extraño este somnífero que no
pincha, se excede, de la lección no deriva más que
conformidad. (Y bajando las escalinatas pinchaba
en su ojo la frase «yo te quiero amor
que me has arreglado todo»).

 

 

De: “Sin paraíso fuimos”

Versión Carlos Vitale