martes, 22 de julio de 2025


 

CARLOS MARZAL

 

 

Invocación

 

 

Que otras vidas más hondas sofoquen mi nostalgia 
y que el don del valor me sea concedido. 
Que el amor se engrandezca y sea fiel y dure 
y que ajenos paisajes impidan la tristeza. 
Que el olvido y la muerte, que el tiempo y el dolor 
formen por esta vez en el bando vencido. 
Que las luces se apaguen, y en la noche del cine 
una breve mentira nos convierta en más vivos. 

 

JOSÉ MÁRMOL

 


 

En el centro no

 


En el centro no, de las ingles diagonales.

Allí, la desmesura donde habita tu sexo,

en la sombra estremecida por la claridad del agua.

Habla el cuerpo con vocablos de lluvia repetida,

inclinado frágilmente a la izquierda de sus deltas.

Habla el cuerpo, bellísimo, que nadie más sorprende.

Ciego y torpe voy a la caza de la fiera,

a la ingesta salobre de tu flora de prodigios.

En el centro no, de los pechos macerados,

allí, en la ternura de tu mirada equina,

cuando niña te columpias en la levedad del prado.

En el odio no. Tampoco en el amor.

Allí moran la gracia y promesa de tu niebla.

Repto en la desmesura, naufrago en el ardor.

Un torrente de certeza que niega tus esquemas.

Un sabido desgaste en la tela de tus jeans.

En el centro no. En la periferia es todo. Es nada.

Todavía. Más allá de las ingles diagonales. No.

 

De: “Torrente sanguíneo”

 

JOSÉ HOMERO

 

 

 

Amo a tó 

 

 

Una creatura del devenir

Eso quería, dijo

Las relaciones inconclusas

El onomástico cada cuatro años

     Así tiene cinco

A mí me gustan

No sus senos

Sus pezones

No

Sus pezones no me gustan

Tampoco sus muslos

     La cicatriz que no he visto e imagino

            un huevo que se ha frito demasiado

No

Me gusta su sonrisa

o el gesto que acompaña su sonrisa

También su ceño

o sus párpados cuando los pliega recostada

me gusta no poseerla

acostarme poseído

       Sentir que esa mirada escrutante me contempla y me imagina

    como ya no es posible verme o siquiera imaginarme

No me gustan sus abrazos sino sentir lo que rodean

el aire o la fragancia de la crema humectante en su piel

Entre seguir aquí y salir a ella

Allá

Por Dios (Alá): Salgo bella

      Pero mira…¡cómo se parecen!

          Otra favorita: ¿y éstos… de dónde salieron?

No corro a su encuentro sino a desarticularla

Debo recomponerla y armarme

Pedir la espada, ofrendar la espalda

 

      Amo a tó: Le pondremos amarilis

        mirabilis adminínculo

Le pondré un rostro, No, un nombre

No

Le pondré

mi otra mejilla

Se llama como quieras
Se quiere como llama

La amo como al aura

(Como aura llamo:

                  matarili liri lon

 

 

CHRYSTIAN ZEGARRA

 

 

 

Campo minado

 


Me tiendo de bruces en esta ladera.

Una fila de hormigas trepa

Las lomas de mi espalda.

La hierba crece como fusiles al borde de este abismo.

Apago cigarrillos en los ojos de los buitres

Que merodean la carne acribillada,

Y acciono la luz de alerta

Ante la inminencia de una escritura negativa.

 

Mis camaradas buscan calzar la noche,

Que baila con cintura de ramera

Y la cuchilla al ras bajo el señuelo.

Es una contradanza que secciona

La ansiedad de los cuerpos.

Un desnudo móvil, cinemático, que se proyecta

Detrás de una escenografía de cadáver.

 

Todos habitan sin falta

Este reino de exterminio.

 

De: “Escena primordial y otros poemas”

 

 

MARÍA MARTÍNEZ BAUTISTA

 

 

 

Los ancianos durmiendo

 

 

Conoceréis la muerte
por las bocas vacías de los viejos
que duermen a deshora.
El sueño se los lleva a la frontera,
sus ojos se van alto y se van lejos,
sus manos moteadas cogen fuerte
el hilo transparente de la vida:
lo poco de futuro,
los mares de momentos del pasado.

Estaréis en los trenes,
donde el sueño es un don de los incautos,
y hablarán de la muerte las bocas que no encajan.
Pensaréis en el hilo y en los vuestros.
Otra vez el temor,
como el veneno de un insecto antiguo,
de morir lejos o que mueran mientras.

 

 

DIMITRIS ANGELÍS

 

  

Marzo 2020

 


Es marzo, la circulación por las calles
está prohibida y yo no sé
qué escribiste esta tarde fría.

Por fuera de la ventana el miedo quita
metódicamente las hojas de un álamo,
abate el león de yeso de la plaza
–en el libro que leo
siempre regresa una mujer
imagino que acaricio tu mano
   en la oscuridad
pero no estás y ni siquiera, si apago y enciendo
las luces tres veces, apareces.

Me miras dentro del marco
de tu fotografía –seis meses antes,
mar, sonríes– y ya ves
   tu ausencia
mis cabellos que griseaban
sin tu consentimiento –doy vueltas de habitación
en habitación como si hendiese mi pasado
   o buscase mis pantalones
tropiezo continuamente con muebles inexistentes
y solo me siento vivo
   cuando te pienso,
busco un punto para colocarte
   –por doquier agujeros
escribo, escribo, escribo pero no se llenan,
memorizo como antídoto las estaciones 
del autobús hasta tu casa.

Y, sin embargo, si lo piensas permanecemos
   jóvenes y quizás incluso dichosos
tú en un apartamento vacío en Vyronas
   juegas a Sylvia Plath, yo no tan lejos de ti
   leo
es marzo, el teléfono no funciona,
afuera se oyen solo los camiones de la muerte
dejo entonces el libro en el extremo,
abro de pronto la ventana
y te grito:

“¡Enciende un poco de futuro para mí!”

 

De: "Siempre llueve en la cabeza del perro"