lunes, 21 de septiembre de 2020

BALDO RAMOS

 

 


Remonté el color de las salamandras

 


 

Remonté el color de las salamandras
para buscar la leche envenenada
de la inocencia.
Amamanté a los hijos de la codicia
con palabras suicidas.
Arraigó la luz sanguinolenta
en la estirpe de los tuecos.
La herida era
una fraga
porfiando en la negrura.

 

ELMAN TREVIZO

  



Paisaje de un grito

 


 

Si este transcurrir no sólo fuera un obraje de mitos.
Violentos
demoníacos.
Devoramientos de la memoria por la memoria
vahos de dolor marcando un trazo indefinido
circunstancias que nos llegan al cuello no como el agua.

 

Si no se entumieran las lágrimas porque nadie se va
no me verías aquí
anunciando con el puño creciente de este punzante grito mi presencia
tu presencia.

 

RANDALL JARRELL

  



Campamento de prisioneros en un bosque prusiano

 

 


Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.
Peso sobre sofocado peso,
sus cuerpos, apilados como madera mojada,
yacen confinados o llagados con sangre

 

cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy
como antes
a palpar las orificaciones de sus dientes;
la oscura, ahusada, común guirnalda

 

es doblada para sus tumbas-especie de dolor.
La hoja viva
se aferra al plantado provechoso
pino si es capaz;

 

las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,
respirante hito,
de esta muerta fila
que los planificadores disponían para ellos…
Un año enviaron aquí un millón:

 

aquí los hombres eran bebidos como agua,
quemados como madera.
El sebo del bien
y del mal, la estrella de esperanza del pecho
convertidos en jabón.

 

Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-
y la planto
en suelo que ahora no rehúsa
a sus cotidianos judíos
su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-
esta muerta estrella blanca-
nada esconde, nada paga; el humo
la ensucia, un amarillo juego,

 

las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,
una capa de escombro
cubre los negros bosques con la muerte
de los hombres; y un último respiro

 

se encrespa en la monstruosa chimenea…
Rió fuerte una y otra vez;
la estrella ríe desde su podrido sudario
de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!

 

LUIS MARRÉ

 

 


Propósitos del asno de oro

 

 


Voy a decir que no
no tiro más del carro

 

Voy a lanzar la albarda
no llevo más al amo

 

Voy a dar un rebuzno
porque ya no me callo

 

Voy a sacar la verga
cuando pasen las hijas
de Claudio
y luego me daré
de rosas un hartazgo

 

¡Fuera la piel de asno!

 

JOHN BERRYMAN

  


 

Dream Song 29

 


 

Algo se asentó, una vez, en el corazón de Henry,
tan pesado, que si hubiera tenido cien años más
& más & gimiendo, insomne, en todo ese tiempo
Henry no habría prosperado.
Comienza siempre de nuevo en los oídos de Henry
la breve tos en alguna parte, una fragancia, una campanada.
Y entonces hay otra cosa en su mente
como un grave rostro sienés mil años
fallaría en manchar el aún perfilado reproche de lo Horrible,
con los ojos abiertos, atiende, ciego.
Todas las campanas dicen: demasiado tarde. Esto no es para lágrimas;
una manera de pensar.
Pero Henry nunca acabó con nadie, nunca como creyó
haber hecho y cercena el cuerpo de ella
y esconde los trozos, donde puedan ser encontrados.
Él sabe: va a verlos a todos, & nadie ha desaparecido.
A menudo él los enumera, al amanecer.
Nadie ha desaparecido jamás.

 

 

REYNALDO URIBE

 


 

Estas manos…

 



Ah, estas manos

tan duras,

cuántas veces

dedicadas a tareas ingratas.

 

Hoy tiemblan

inseguras

ante el asombro

de tu piel

 

acarician gatos

                      Flanelle

                      Teodoro Adorno

y se ablandan;

 

ah, estas manos,

reivindicadas

en la excursión

por tu cuerpo

 

estas

mis manos

 

salvadas

definitivamente