lunes, 21 de septiembre de 2020

RANDALL JARRELL

  



Campamento de prisioneros en un bosque prusiano

 

 


Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.
Peso sobre sofocado peso,
sus cuerpos, apilados como madera mojada,
yacen confinados o llagados con sangre

 

cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy
como antes
a palpar las orificaciones de sus dientes;
la oscura, ahusada, común guirnalda

 

es doblada para sus tumbas-especie de dolor.
La hoja viva
se aferra al plantado provechoso
pino si es capaz;

 

las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,
respirante hito,
de esta muerta fila
que los planificadores disponían para ellos…
Un año enviaron aquí un millón:

 

aquí los hombres eran bebidos como agua,
quemados como madera.
El sebo del bien
y del mal, la estrella de esperanza del pecho
convertidos en jabón.

 

Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-
y la planto
en suelo que ahora no rehúsa
a sus cotidianos judíos
su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-
esta muerta estrella blanca-
nada esconde, nada paga; el humo
la ensucia, un amarillo juego,

 

las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,
una capa de escombro
cubre los negros bosques con la muerte
de los hombres; y un último respiro

 

se encrespa en la monstruosa chimenea…
Rió fuerte una y otra vez;
la estrella ríe desde su podrido sudario
de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!

 

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