lunes, 4 de agosto de 2014

MAURICIO BACARISSE


 

Bebedor de ajenjo

 
 

Si siempre estoy ensayando

mi sonrisa amarga y triste,

es porque estoy esperando

a una mujer que no existe.

 

Víctima del desencanto

sufro martirios letales;

por eso adoro yo tanto

mis dichas artificiales.

 

Paraísos artificiales

que huyen del ruido y del sol...

¡Mis rimas son inmortales,

pues son hijas del alcohol!

 

Soy mísero y decadente;

en mi alma el Hastío muerde.

Por eso adora mi mente

los sueños del licor verde.

 

Licor venenoso y triste

que como un suave beleño,

un grato perfume diste

al cadáver de mi ensueño.

 

Licor que tiene el matiz

de unos ojos que yo amé,

y del tinte del tapiz

en que danzó Salomé.

 

(Ojos glaucos y perversos

que asesinasteis mi vida,

y les disteis a mis versos

fragancia de flor podrida.)

 

Turbio ajenjo sibilino

que tienes el sabor fuerte;

que harás de mi desatino

vestíbulo de la Muerte.

 

Cómplice de la locura,

mis hojas muertas no arranques,

licor que todo lo cura,

licor de color de estanques...

 

Si siempre estoy ensayando

mi sonrisa amarga y triste,

es porque estoy esperando

a una mujer que no existe.

 

 

 

 

FERNANDO VILLALÓN


 

Diligencia de Carmona

 

Diligencia de Carmona,
la que por la vega pasas,
caminito de Sevilla
con siete mulas castañas,
cruza pronto los palmares,
no hagas alto en las posadas,
mira que tus huellas huellan
siete ladrones de fama.
Diligencia de Carmona
la de las mulas castañas.

 

 

 

 

PEDRO SALINAS


 

Dame tu libertad...

 
 
Dame tu libertad.
No quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas,
tu sueño, ojos cerrados.
Ven a mí desde ti,
no desde tu cansancio
de ti. Quiero sentirla.
Tu libertad me trae,
igual que un viento universal,
un olor de maderas
remotas de tus muebles,
una bandada de visiones
que tú veías
cuando en el colmo de tu libertad
cerrabas ya los ojos.
¡Qué hermosa tú libre y en pie!
Si tú me das tu libertad me das tus años
blancos, limpios y agudos como dientes,
me das el tiempo en que tú la gozabas.
Quiero sentirla como siente el agua
del puerto, pensativa,
en las quillas inmóviles
el alta mar. La turbulencia sacra.
Sentirla,
vuelo parado,
igual que en sosegado soto
siente la rama
donde el ave se posa,
el ardor de volar, la lucha terca
contra las dimensiones en azul.
Descánsala hoy en mí: la gozaré
con un temblor de hoja en que se paran
gotas del cielo al suelo.
La quiero
para soltarla, solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te guarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo,
por el mar, por el tiempo,
veré cómo se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.

 

 

JORGE GUILLÉN


 

Los fieles amantes

  

Noche mucho más noche: el amor ya es un hecho.
Feliz nivel de paz extiende el sueño
como una perfección todavía amorosa.
Bulto adorable, lejos
ya, se adormece,
y a su candor en la isla se abandona,
animal por ahí, latente.
¡Qué diario Infinito sobre el lecho
de una pasión: costumbre rodeada de arcano.
¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!

 

 

 

JUAN LARREA

 

Montoncitos de desnudez

 
Islotes de soledad puños de paraíso cerrado
el azul del cielo alumbra mejor que ningún otro síntoma
las relaciones que existen entre mis ojos y los brotes de mujer
cuando la sombra desella el ave que cifra la esperanza del mundo

Pero tú controversia en el verdor
provisto de brazos para vencer la repugnancia de los soñadores
reloj que dosifica el viento de las aventuras
separada de mi cuerpo por una antigua victoria
coronada de rosas iniciativas
por qué piensas que nunca es demasiado tarde
cuando las playas vacilan entre el cielo y sus menudos quehaceres

 

 

GERARDO DIEGO


 

Ella

 

¿No la conocéis? Entonces
imaginadla, soñadla.
¿Quién será capaz de hacer
el retrato de la amada?

Yo sólo podría hablaros
vagamente de su lánguida
figura, de su aureola
triste, profunda y romántica.

Os diría que sus trenzas
rizadas sobre la espalda
son tan negras que iluminan
en la noche. Que cuando anda,

no parece que se apoya,
flota, navega, resbala...
Os hablaría de un gesto
muy suyo..., de sus palabras,

a la vez desdén y mimo,
a un tiempo reproche y lágrimas,
distantes como en un éxtasis,
como en un beso cercanas...


Pero no: cerrad los ojos,
imaginadla, soñadla,
reflejada en el cambiante
espejo de vuestra alma.