"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 7 de agosto de 2018
JUAN DOMINGO AGUILAR
Las madres cansadas
Una patria Señor, una
patria pequeña, como un patio o una grieta en un muro muy sólido. Una patria
para reemplazar a la que me arrancaron del alma de un sólo tirón.
María Teresa León
Quiero
ser todas las madres
todas
las mujeres que parieron
sobre
este lugar a sus hijos
los que
trabajaron el campo
quiero
ser todas las madres
todas
las mujeres que parieron a las trabajadoras
todas
las mujeres que cantaron un himno
con la
voz clara
ya no seremos pobres
quiero
ser todas las madres
todas
las mujeres que alumbraron soldados
que
volvieron de la guerra que cantaron un himno
con la
voz alta
no queremos más pistolas
quiero
ser todas las madres
todas
las mujeres que empuñaron un fusil
fotógrafas
maestras reporteras
actrices
músicas poetas
todas
las madres
que
ahora sirven de cultivo
para la
tierra que sus hijos trabajan
quiero
ser todas y cada una de las madres olvidadas
que
yacen bajo las lápidas de este país
MARIO BOJÓRQUEZ
Para Jair, Álvaro y
Alí,
mis tres alegres
compadres
Lava tu cuerpo a la
orilla del agua
Que se
lleve tu angustia corriendo hacia otros mares
Talla
la costra acumulada en tus pliegues
Sin miedo
a que se lleve también tu propia piel
Lava
tus manos de toda su impiedad
Que
nunca más señale ese dedo la infamia
Que
nueva y limpia, que inocente
Pueda
estrechar sin duda las manos de otros hombres
Lava tu
cara y tu cabeza en el agua corriente
Que se
borren los gestos miserables
Pensamientos
funestos
Lava tu
alma corrige tu escritura
CARLOS MARZAL
El origen del mundo
A Felipe Benítez
Reyes
No se
trata tan sólo de una herida
que
supura deseo y que sosiega
a
aquellos que la lamen reverentes,
o a los
estremecidos que la tocan
sin
estremecimiento religioso,
como
una prospección de su costumbre,
como
una cotidiana tarea conyugal;
o a los
que se derrumban, consumidos,
en su
concavidad incandescente,
después
de haber saciado el hambre de la bestia,
que
exige su ración de carne cruda.
No
consiste tan sólo en ese triángulo
de
pincelada negra entre los muslos,
contra
un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es
tan fácil tratar de reducirlo
al
único argumento que se esconde
detrás
de los trabajos amorosos
y de
las efusiones de la literatura.
El
cuerpo no supone un artefacto
de
simple ingeniería corporal;
también
es la tarea del espíritu
que se
despliega sabio sobre el tiempo.
El arca
que contiene, memoriosa,
la
alquimia milenaria de la especie.
Así que
los esclavos del deseo,
aunque
no lo sospechen, cuando lamen
la
herida más antigua, cuando palpan
la rosa
cicatriz de brillo acuático,
o
cuando se disuelven dentro de su hendidura,
vuelven
a pronunciar un sortilegio,
un
conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos
con rumbo hacia la noche,
viajamos
otra vez a la semilla,
para
observar radiantes cómo crece
la flor
de carne abierta.
La
pretérita flor.
Húmeda
flor atávica.
El
origen del mundo.
JORGE GALÁN
Ruido
Oh
américa, oh gran madrastra blanca,
casa
enorme bajo un solo astro del tamaño de la verdad,
oh
américa de todos nosotros, he visto a tus padres arrodillados
amenazados
por perros de oro que ladran a toda hora,
por eso
he venido hasta aquí para preguntarte por los niños
de la
otra América, los niños en sus jaulas de hierro indestructible,
sometidos
por besos que quieren ahogarlos, bocas de agua
que
solo saben asesinar, hachas de piedra
sobre
pequeñas cabezas inflamadas por el llanto, qué has hecho
con
nuestros breves niños, dónde los enterraste,
bajo
qué duna y a la sombra de cuál árbol en llamas,
de la
mano de quién los llevaste por el pasillo de cemento
hasta
un patio para abandonarlos otra vez
y
cantarles la canción de cuna más triste de la historia del mundo,
qué
silueta les susurró una palabra que significa destrucción
y los
bautizó en el agua infestada por la furia de la tormenta
y los
abrigó con sábanas de frío, y les pintó una cruz, no de ceniza
si no
de sangre sobre la frente del tamaño de una paloma.
Inmensidad
inusitada encerrada en una caja de madera,
tornado
que cabe en el suspiro del que solo sabe marcharse,
Oh
nueva américa, voluptuosa robusta y ataviada con coronas de humo
y
pendientes de metal, eres más grande, sí,
pero no
más enorme, oh américa del tamaño del instante
que
pronuncio tu nombre hecho de docenas de nombres inventados,
leona
hecha con la piel de millones de cachorros sombríos,
eres un
cuerpo repleto de fiebres y maldiciones,
te
crees única, pero no eres única, eres todos a la vez
y
nosotros somos contigo como tú con nosotros, pero no quieres
escuchar,
tapas tus oídos con águilas de niebla, Oh américa
indecente
y hermosa como una chica violentada
por sus
tíos y sus primos en una sola noche, y luego
dejada
sola, a la intemperie, bajo las lechuzas de agosto.
Oh
américa de todos nosotros, no hay puentes
del
tamaño del mar, no hay gritos del tamaño de tu demencia
y tu
odio hacia todos tus otros hijos, hacia la otra América
a tu
espalda, hacia esta nación de cordilleras que acaban en el mar
y en el
hielo, oh américa nuestra y de nadie, piedra bendita
y
maldita, ruido de cuerpos que se mueven sin encontrarse nunca,
ruido
de trompetas que se quiebran en las altas paredes,
ruido
de ríos tragados por lagartos indóciles y vueltos a escupir,
oh
américa de nadie y de todos, tuve que mirar
y
volver a mirar para convencerme que lo que veía
era
cierto, que era la verdad sobre todas las cosas,
que
destruirnos era tu manera de amar a tus propios hijos,
tuve
que mirar el llanto y los brazos tendidos en el aire,
tuve
que mirar cien veces para convencerme
de que
habías enterrado tu cabeza en el Apocalipsis del desierto,
que nos
habías encerrado como a pequeños perros
o
pequeños pájaros o pequeñas serpientes,
que
habías escupido sobre tierra sagrada,
y te
habías negado a escuchar lo que el viento del sur tenía para decirte.
Tuve
que convencerme de que lo habías olvidado todo,
la
dignidad, el nombre del cielo, oh madre oscura
que ya
no sabes escuchar tus propios gritos súbitos, los gritos
de
todos tus padres, esa alma más extensa que tus praderas,
oh
madre y padre y madre del tamaño de todo lo perdido.
Oh
américa sin vida como el cuerpo de un niño sobre un país de fango.
MIGUEL RASH ISLA
El secreto
Guardo
en mi triste corazón inquieto
un recóndito amor. Nadie lo ha visto
ni lo verá jamás, pues lo revisto
-para hacerlo más mío- del secreto.
un recóndito amor. Nadie lo ha visto
ni lo verá jamás, pues lo revisto
-para hacerlo más mío- del secreto.
Ella lo
inspira en mí, pero discreto
nunca lo nombro ni en mirarla insisto
cuando, por un feliz don imprevisto,
de su vago mirar soy el objeto...
nunca lo nombro ni en mirarla insisto
cuando, por un feliz don imprevisto,
de su vago mirar soy el objeto...
Callada
vive en mis ensueños como
en virgen concha adormecida perla,
o leve aroma en repulido pomo.
en virgen concha adormecida perla,
o leve aroma en repulido pomo.
Y si
presiento en mi inquietud perderla,
a el alma bajo y con temor me asomo,
para poder, sin que me miren, verla.
a el alma bajo y con temor me asomo,
para poder, sin que me miren, verla.
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