lunes, 12 de agosto de 2013

JUAN SANCHÉZ PELAEZ




No te empecines



No te empecines: fija a tu relámpago el oro extremo de
    sílabas.

No mientas: tu valle profundo es la casa hechizada.

No ilumines nunca lo vacío. No expreses horror.

No tiembles por esa lágrima de plomo
    (de lo que no vuelve nunca o no hallas nunca).

La memoria olfatea a tu reina vestida de gala.

Consta de unas cincuenta plumas el gavilán. Cincuenta.

Sin embargo

No devorarás más tiza en Trinidad o Maturín.

No estimules el grito haciendo equilibrio entre el bien
    y el mal.

El ligero crepúsculo no es cordero de pascua.

El desgarrón del otoño es tan poco simple como la
    tempestad.

Tu asombro es eficaz como el tacto de un ciego.
¡Sopla nieve loca entre los pinos! ¡Jadeante pomposa
    desconocida vastedad azul!

¡Sopla por la nariz el día y el plato por la sombra del
    arcángel donde brinca la nada!

El ave resbala por intermitencias en una mesa con huesos
    de pájaro.

El ave que se transforma en espíritu.

La noche es una piedra alta
    colocada sobre las estrellas del cielo.

Más próximas sus manos
    más cercana      toda mía

más cerca el amor   más cerca y salvaje que gime tu mirada.

Espera     no te empecines     empínate talante propio.


SILVIA CARBONELL



  
A veces me marcho



Quisiera fingir qué se siente caer en pedazos, pero no. No lo sé, siempre he caído entera.
Quisiera escribir todas las voces que me dictan sus palabras sin editarlas, quisiera.

A veces marcho y no es por apatía, es por la necesidad mía de darme voz en otras paredes, en otros colores y sin tantas ventanas.
Pintarme en otros cuadros donde solo yo conozca la profundidad de sus pinceladas.

Muchas veces ando pariendo textos que tienen urgencia de cobrar vida, lejos, muy lejos de todo aquello que lee o respira.
A veces me muerdo la lengua por sostener las palabras, porque si el mundo supiera lo que esta lengua calla, no sabría cómo digerirlo.

Eso no me hace voz de nadie ni de todos, me hace voz de mis pasos, esos que caminan despacio sin hacer tanto ruido.
A veces me callo y no es porque nada tenga que decir, es porque no veo el remedio en ello.


Solo escribo y logro con eso que mis atuendos internos salgan a pasear vistiendo las hojas en blanco de colores nuevos.
Pensar que de la tinta de una pluma salen muchas veces las lágrimas desnudas de un alma callada.
Y logran convertir con sus palabras, colores y páginas, hojas vestidas de poemas, capítulos enteros de un libro eterno.
En eso es lo que convierto una pena, alegría, reflexión o introspección. En un desfile de color de una pluma atenta a la menor provocación.

ANA MARÍA RODAS





4. Lavémonos el pelo



Lavémonos el pelo
y desnudemos el cuerpo. 

Yo tengo y tú también
            hermana
            dos pechos
y dos piernas y una vulva. 

No somos criaturas
que subsisten con suspiros. 

            Ya no sonriamos
            ya no más falsas vírgenes 

Ni mártires que esperan en la cama
            el salivazo ocasional del macho. 



RAFAEL CADENAS




Fragmentos



13

Tus ojos donde restallan las iras del trópico,
tus ojos habituados a la oscuridad de los follajes,
tus ojos que sólo saben zarpar hacia el exceso
                                                                      no resisten
la felicidad.



JORGE CUESTA




Signo fenecido



Sufro de no gozar como debiera:
tu lágrima fue el último recelo
que me ascendió los ojos a tu cielo
y me llevó de invierno a primavera.

Junto a mi pecho te hace más ligera
la enhiesta flama que alza tu desvelo.
Tus plantas de aire se aman en mi suelo
y te me vuelves casi compañera.

Estás dentro de mí, cómoda y viva
—linfa obediente que se ajusta al vaso—.
Mas la angustia de ti se me derriba,

se me aniquila el gesto del abrazo.
Y te pido un amor que me cohiba
porque sujeta más con menos lazo.



PALOMA PALAO




Cansa la voz, que se deshace en pan...



Cansa la voz, que se deshace en pan,
lengua de costumbre. Cansa
la concordancia
de fugacidades, que extienden
la mano sobre el peso
del tiempo, momento de lentitud
en la paciencia. Cansa
la ambigüedad
del beso -intercambio de necesidades-,
raíz de la luz en la inocencia, descubrimiento
de las exequias
de una a paz tolerable. Cansa
la inquietud de la mano, que arrastra
soledad en el tiempo: poseo
lo que se me entrega en la nostalgia
-tiempo sobre la razón que araña-. Esta es
mi senda
para alcanzar
la garganta de nieve del amor. Cuerpo el mío
disociado de la razón, canto imposible
de una unión pasajera.

De "Resurrección de la memoria"