lunes, 12 de agosto de 2013

SILVIA CARBONELL



  
A veces me marcho



Quisiera fingir qué se siente caer en pedazos, pero no. No lo sé, siempre he caído entera.
Quisiera escribir todas las voces que me dictan sus palabras sin editarlas, quisiera.

A veces marcho y no es por apatía, es por la necesidad mía de darme voz en otras paredes, en otros colores y sin tantas ventanas.
Pintarme en otros cuadros donde solo yo conozca la profundidad de sus pinceladas.

Muchas veces ando pariendo textos que tienen urgencia de cobrar vida, lejos, muy lejos de todo aquello que lee o respira.
A veces me muerdo la lengua por sostener las palabras, porque si el mundo supiera lo que esta lengua calla, no sabría cómo digerirlo.

Eso no me hace voz de nadie ni de todos, me hace voz de mis pasos, esos que caminan despacio sin hacer tanto ruido.
A veces me callo y no es porque nada tenga que decir, es porque no veo el remedio en ello.


Solo escribo y logro con eso que mis atuendos internos salgan a pasear vistiendo las hojas en blanco de colores nuevos.
Pensar que de la tinta de una pluma salen muchas veces las lágrimas desnudas de un alma callada.
Y logran convertir con sus palabras, colores y páginas, hojas vestidas de poemas, capítulos enteros de un libro eterno.
En eso es lo que convierto una pena, alegría, reflexión o introspección. En un desfile de color de una pluma atenta a la menor provocación.

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