viernes, 23 de agosto de 2013

SALVADOR NOVO




Viaje



Los nopales nos sacan la lengua;
pero los maizales por estaturas
—con su copetito mal rapado
y su cuaderno debajo del brazo—
nos saludan con sus mangas rotas.

Las magueyes hacen gimnasia sueca
de quinientos en fondo
y el sol —policía secreto—
(tira la piedra y esconde la mano)
denuncia nuestra fuga ridícula
en la linterna mágica del prado.

A la noche nos vengaremos
encendiendo nuestros faroles
y echando por tierra los bosques.

Alguno que otro árbol
quiere dar clase de filología.
Las nubes, inspectoras de monumentos,
sacuden las maquetas de los montes.

¿Quién quiere jugar tennis con nopales y tunas
sobre la red de los telégrafos?
Tomaremos más tarde un baño ruso
en el jacal perdido de la sierra:
nos bastará un duchazo de arco iris,
nos secaremos con algún stratus.

De “XX Poemas”



LUIS ROSALES



  
La ola inmóvil



Es curioso saber que todo empieza en la transmigración de
    la saliva
y mis ojos dentro de poco van a cumplir dos años.
Lo cierto está tan cerca que el silencio me ha cortado los pies
y la sangre gotea sobre la alfombra
ya que no basta ver lo que se ve, es necesario adivinarlo.
Lo que se ve es un cuerpo en la penumbra,
n cuerpo que en la noche de amor tiene la plenitud de una
    ola inmóvil,
que está siempre en su altura de dominio.
¿Nunca has pensado, amiga mía, que el cuerpo al
    desnudarse está más junto?
y luego,
en el momento en que lo miras,
cobra su exactitud porque el mirar lo va configurando.
Todo consiste en la transmigración,
y hoy al verte he sabido
que el tacto es el recuerdo más antiguo que tiene el hombre,
y a veces puede aterrorizarnos
con su temblor de miel
lenta y originaria y envolvente.
El tacto es como el mar
y el cuerpo amado es de agua despacísima que no se mueve
    sino hacia adentro,
desnaciéndose,
ya que la carne tiembla porque mira y al entregarse está
    mirándonos.
Hay zonas de tu cuerpo que en la sombra relumbran
y tienen un calor reberberante
y un temblor desciñéndose que es la memoria de su origen,
y ya sabes que a veces
el cuerpo participa de la luz
pues el que toca lo cierto muere,
y noche adentro sientes que la profundidad del mar se hace
    inmediata
con el roce más leve
pues lo profundo aterra: es desnacer,
y el agua de tu cuerpo está muy junta y muy temblada
ascendiendo de la sombra a la luz,
y nunca acaba su ascensión,
su encendimiento gradual,
y el pulso empieza en las estrellas,
y la creación del mundo se suspende hasta que ya en el mar
    sólo queda una ola,
sólo cabe una ola que al llegar a la playa queda en vilo,
sabiendo
que no puede romper sino acabándose.

17 de agosto de 1976

De “Diario de una resurrección”



MARGUERITE YOURCENAR

  

Tu nombre 



Como una gota de miel venenosa,
tu nombre, el que te dio tu madre,
se derrama amargamente en mi garganta.
Bajo distintos cielos clamé tu nombre,
lo lamenté en todos los lechos;
leí tu nombre en filigrana en la página de mi desdicha,
claro como el sollozo que vierte sobre nosotros un ángel.
Tu nombre, con el que duermo,
lastima mi boca como si fuera un talismán,
y me arrastra, como una sentencia, hacia el destierro.
Tu nombre, como un niño bello y desnudo,
se revuelca en todos los fangos.
Gimo tu nombre como limosnera
frente a las puertas de la ciudad en llamas.
Manchado por las moscas-chismes de la infamia,
la gente pronuncia vulgarmente tu nombre,
X desconocida, tú misma.
Tu nombre de bautismo
inscrito en los registros negros del diablo
y en el libro de oro de Dios.
Tu nombre es la única cosa que jamás te podré regresar;
no importa que lo repita mil veces,
nadie me lo podrá arrebatar.
Cada letra de tu nombre es un clavo de mi pasión,
y lo único, quizás, que nunca podré olvidar
hasta que llegue el día de la resurrección.





ENRIQUETA OCHOA




Destino


Recorrió el verano
    brincando en un solo pie
y su verano fue una estrecha hilera
    de ladrillos
en la boca inacabable de un desfiladero.

De “Bajo el oro pequeño de los trigos”



ELSA CROSS





I. Deidades



Kali


Su cuerpo es oscuro como la Muerte;
la eternidad brilla en su frente.

Ramprasad
Tu ira estalla,
oh Madre.
Un resplandor verde me ilumina.
Trituras los campos, los rebaños,
las cercas blancas.
Todo gira.
Tu hacha me traspasa.
Salta mi sangre
y al caer va formando
mundos con rumbo propio.
Mis huesos sedimentan otros lechos.
Mi calavera adorna tu guirnalda.
Oh Madre,
tú eres lo que destruye
y lo que se destruye,
eres un puente colgando entre dos eras.
  




ANTONIO COLINAS





Riberas del Órbigo



Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí, en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres, planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando amanece lento.
Qué fresca placidez, que lenta luz suave
pasa entonces al ojo, que dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por donde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped.
Y, entre tanta hermosura, rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula, enjoyada del río,
del dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.