jueves, 20 de septiembre de 2012


ENRIQUE MORÓN






Celindas




Entre celindas estabas aquella tarde de estío.
Por el cielo de tus ojos volaban los ruiseñores.
Y era el amor en tu frente sereno como el rocío;
y era la risa en tus labios como un manojo de flores.

Concreta como el guijarro te mirabas en el río
y el agua te iba meciendo con sus brazos interiores.
Era bello, incandescente y exacto tu cuerpo mío,
tu cuerpo para ser ave y junco de mis amores.

Entre celindas estabas, entre celindas vivías,
entre celindas nevadas, con el perfume prudente
de la celinda en la brisa rebelde de tu paisaje.

Y entre celindas murieron mis cálidas fantasías,
mis ilusiones de bronce, mi corazón exigente
y el sobrio sabor robusto y firme de mi coraje.

SERGIO GARCÍA




  


Ser…




Ser el brazo que ciñe tu cintura
Ser la palabra que libera tu sonrisa

Ser la mano que toman tus manos
Ser la mirada que busca tu mirada

Ser el regazo en el que se reclina tu cabeza
Ser tu guarida, tu hogar

El lugar donde te sientes segura
Donde te desnudas…

ENZIA VERDUCHI






Pietralunga


Para María Volpi 


Regresaste, María, a la tierra cansada
que aún engendra la semilla de anís:
Pietralunga del terco dialecto.

Las mujeres manchan sus dedos en el aroma
de las almendras, detienen la vista
ante la colina preciada por su reserva de caza.

Regresaste para olvidar la sombra inútil
de un avión, tender al sol sábanas blancas
como hermosas banderas.

Umbria es el ciprés camino a Gubbio,
son los hombres que fuman en la plaza,
nombres ocultos bajo piedras:
Pietralunga son tus manos entre un nido de águilas

ÁNGELES MORA






Contra ti


   (Y en elogio de L. F. de Moratín)


Y si tú fueras un hombre de bien
(que no lo eres)
vendrías a mezclarte conmigo en las afueras
de Argel o de Venecia
para besar "insieme il sacro piede
e admirare le spaventose meraviglie
superbe della antichitá..."
como cantar solían los poetas.
Pero no eres hombre de bien.
Oh, si lo fueras.

De "La canción del olvido" 1985

ANTONIO JOSÉ MIALDEA





Resumen de este sueño



El universo
son los últimos colores de la tarde
y tus ojos infinitos.
La palabra,
en el lábil puerto de la espera
para no quebrar ingenua
ese mágico crepúsculo que eres,
que siento.