sábado, 2 de noviembre de 2019


FÉLIX MARÍA SAMANIEGO





Las penitencias calculadas



Fue a consultar a un padre jubilado
un fraile jovencito
y recién aprobado
de confesor. Llegóse muy cortito
diciendo: -Yo quisiera
que su paternidad norma me diera
de aplicar penitencias competentes
a toda calidad de penitentes,
que en llegando a este caso
yo no acierto a salir, padre, del paso.
-No se aflija por eso: tome y lea,
que ahí va en este papel cuanto desea.
Toma, se humilla y sale presuroso
a ver lo que el cuaderno contenía.
¡Qué alegre! ¡Qué gozoso!
al mirar que su título decía
Lista de penitencias calculadas.
A su confesionario marchó ufano
sin dejar el cuaderno de la mano,
y según la tarifa exactamente
va despachando a todo penitente.
Un tuerto llega en esto y dice: -Padre,
yo tengo una comadre
alegre y juguetona de costumbre,
y hallándola ayer sola,
el diablo, que no huelga, aplicó lumbre...
y por tres veces hice carambola.
Busca las carambolas en la lista
y encuentra: carambolas de ordinario:
por cada dos, su parte de rosario.
El fraile se contrista,
pues siendo tres, dos partes no les cabe:
una es poco, y así qué hacer no sabe.
Pónese a discurrir y determina
una fácil idea y peregrina:
-Vaya, le dice, y busque su comadre,
y que el hecho le cuadre o no le cuadre,
la cuarta carambola hágale al punto,
y por esta y las otras de por junto
con mucha devoción y gran sosiego
dos partes de rosario rece luego.


EVARISTO CARRIEGO

   

Has vuelto




Has vuelto, organillo. En la acera
hay risas. Has vuelto llorón y cansado
como antes.
                            El ciego te espera
las más de las noches sentado
a la puerta. Calla y escucha. Borrosas
memorias de cosas lejanas
evoca en silencio, de cosas
de cuando sus ojos tenían mañanas,
de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe
Alegrías, penas,
vividas en horas distantes. ¡Qué suave
se le pone el rostro cada vez que suenas
algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro!
Has vuelto, organillo. La gente
modesta te mira
pasar, melancólicamente.
Pianito que cruzas la calle cansado
moliendo el eterno
familiar motivo que el año pasado
gemía a la luna de invierno:
con tu voz gangosa dirás en la esquina
la canción ingenua, la de siempre, acaso
esa preferida de nuestra vecina
la costurerita que dio aquel mal paso.
Y luego de un valse te irás como una
tristeza que cruza la calle desierta,
y habrá quien se quede mirando la luna
desde alguna puerta.

¡Adiós, alma nuestra! parece
que dicen las gentes en cuanto te alejas.
¡Pianito del dulce motivo que mece
memorias queridas y viejas!
Anoche, después que te fuiste,
cuando todo el barrio volvía al sosiego
-qué triste-
lloraban los ojos del ciego.


FRANCISCO VILLAESPESA





Junto al mar



Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Torna a la flor la abeja, el ave al nido,
y a dormir nos invita la cigarra.

La madreselva que al balcón se agarra,
vierte como un suave olor a olvido;
y a lo lejos escúchase el quejido
de una pena andaluza, en la guitarra.

Del mar de espigas en las áureas olas
fingen las encendidas amapolas
corazones de llamas rodeados...

¡Y el sudor, con sus gotas crepitantes,
ciñe a tus bucles, como el sol dorados,
una regia corona de diamantes!


ELISEO DIEGO




  
Testamento



Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;

habiendo llegado a este tiempo;

y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el manar sereno de la sombra;

y no poseyendo más que este tiempo;

no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;

no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.

Es este:
les dejo
el tiempo, todo el tiempo.



GUILLAUME APOLLINAIRE





Las campanas



Entre el rumor de las campanas,
bella gitana, amante y mía,
nos amamos perdidamente
y nadie, nadie, nos veía.

Olvidamos que las campanas,
asomadas al campanario,
nos vieron, ay, y noche y día
se lo cuentan al vecindario.

Mañana Pedro y Catalina,
el panadero y su mujer,
Juan y María Golondrina,
mi amiga Luz, mi prima Ester,

sonreirán, de cierta manera...
Yo no sabré dónde meterme...
Tú estarás lejos... Lloraré...
Y hasta es posible que me muera...


Versión de Eduardo Carranza


CARLOS MONTEMAYOR





Memoria de las casas



Durante el verano, cuando anochece en mi pueblo,
todos se sientan afuera de las casas.
El verano es como un peldaño en que muchos hombres
se sientan al anochecer,
un peldaño en que la vida se ve como un paisaje amplio,
hermoso y saqueado,
al que se sientan a mirar
queriendo encontrar lo que no se entiende.
Y es como un recuerdo que no saben cuándo nace, como si una voz les dijera que están fuera, muy lejos,
y quisieran volver,
como si miraran a través de una ventana
y quisieran ser también lo que miran.