"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 28 de febrero de 2019
EDITH SÖDERGRAN
Nocturno
Noche de claro de luna pura como la plata,
oleaje azul de la noche,
reverberantes olas que sin hablar
una tras otra se suceden.
Sombras caen sobre el camino,
los arbustos de la playa lloran quedamente,
negros gigantes vigilan la plata de la ribera.
Silencio profundo a mitad del estío,
sueño y ensueño.
la luna deslizándose sobre el mar
blanca y tierna.
Noche de claro de luna pura como la plata,
oleaje azul de la noche,
reverberantes olas que sin hablar
una tras otra se suceden.
Sombras caen sobre el camino,
los arbustos de la playa lloran quedamente,
negros gigantes vigilan la plata de la ribera.
Silencio profundo a mitad del estío,
sueño y ensueño.
la luna deslizándose sobre el mar
blanca y tierna.
Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen
MARITZA CINO ALVEAR
9
He
removido los escombros
y
resucitado nueve veces,
me han amamantado
los cuerpos de la bruma
y en
este ritual de los sentidos
sé que
no hay ruinas en el mar
y los
espejos aún me aguardan.
Habitarme
es un placer
que me
reservo.
LUCILA NOGUEIRA
IX
Esta
vez no iré a Santiago
De
Iberia, Cuba inversa lorquiana
Y el
nombre de mi padre en la maleta
Me hizo
sentirme en casa en tierra extraña
Esta
vez no iré a Santiago
Román,
el de Padrón, Reyno d´Hespaña
En
lengua portuguesa tuvo origen
Mi
destino en la lengua castellana.
JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ
Me pongo a temblar
en la noche llena de sonidos...
Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos. Absorto en mi labor, no me doy cuenta que el tiempo transcurre.
Mi oficio es como la lluvia: acariciar, penetrar, hundirme. Observo la tinaja oscura. Alumbro una lámpara
en mi duermevela. Siento mi arruga y mi enigma, pero ¿dónde el hallazgo por venir, o una mañana clara en las calzada?
De: "Lo huidizo y permanente"
Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos. Absorto en mi labor, no me doy cuenta que el tiempo transcurre.
Mi oficio es como la lluvia: acariciar, penetrar, hundirme. Observo la tinaja oscura. Alumbro una lámpara
en mi duermevela. Siento mi arruga y mi enigma, pero ¿dónde el hallazgo por venir, o una mañana clara en las calzada?
De: "Lo huidizo y permanente"
MANUEL SCORZA
Rosa única
La hierba crece ahora
en todos los crepúsculos donde antes sonreías.
La hierba o el olvido. Es igual.
Entre mi dolor y tu silencio,
hay una calle por donde te marchas lentamente.
Hay cosas que no digo porque ciertas palabras
son como embarcarse en interminables viajes.
Para mi amor siempre tendrás veinte años.
Mientras yo cante en tus ojos habrá agua limpia.
Ya para siempre
mi amor te circunda de cristal.
Puedes morir mil veces.
Inmutable en mi canto estás.
Puedo olvidarte.
Mas olvidada, resplandecerás.
¿Qué son las luciérnagas
sino remotas luces
que extintos amadores antaño encendieron?
¿Qué son sino carbones
de hogueras que perduran,
tras que sus caras y sus bocas se rompieron?
Te digo que ni el rocío
con tu rostro se atreverá
No envejecerá la muchacha
que, reclinada en mi sangre,
un día miró una rosa hasta volverla eterna.
Ahora la Rosa eterna está.
Yo la distingo única,
perfecta, en los jardines.
Por las montañas y collados
búscanla gentíos.
Sólo mis ojos que tus ojos vieron,
la pueden mirar.
La hierba crece ahora
en todos los crepúsculos donde antes sonreías.
La hierba o el olvido. Es igual.
Entre mi dolor y tu silencio,
hay una calle por donde te marchas lentamente.
Hay cosas que no digo porque ciertas palabras
son como embarcarse en interminables viajes.
Para mi amor siempre tendrás veinte años.
Mientras yo cante en tus ojos habrá agua limpia.
Ya para siempre
mi amor te circunda de cristal.
Puedes morir mil veces.
Inmutable en mi canto estás.
Puedo olvidarte.
Mas olvidada, resplandecerás.
¿Qué son las luciérnagas
sino remotas luces
que extintos amadores antaño encendieron?
¿Qué son sino carbones
de hogueras que perduran,
tras que sus caras y sus bocas se rompieron?
Te digo que ni el rocío
con tu rostro se atreverá
No envejecerá la muchacha
que, reclinada en mi sangre,
un día miró una rosa hasta volverla eterna.
Ahora la Rosa eterna está.
Yo la distingo única,
perfecta, en los jardines.
Por las montañas y collados
búscanla gentíos.
Sólo mis ojos que tus ojos vieron,
la pueden mirar.
De: "Los adioses"
HERNÁN LAVÍN CERDA
Viaje alrededor de una fotografía de José Emilio Pacheco
Aún transcurre, nublado e inmóvil, aquel
viernes 19 de junio del año 2009 ¿después de Jesucristo? De pronto descubro la
fotografía de José Emilio Pacheco en el diario La Jornada. El poeta cumple
sus primeros 70 años de vida en este mundo de locos sin consuelo y no parece
muy feliz, al menos por la curva de su labio inferior. Más bien lo percibo como
si fuese una criatura singular en absoluto desconcierto: un aprendiz de médico
más o menos convaleciente de sí mismo o de su esquiva sombra entre los
fotógrafos. Uno de los nuestros, sin duda, que si no lo sabe casi todo, al
menos lo sospecha, lo intuye o lo adivina.
José Emilio está sentado y parece más curvo que de costumbre. La inclinación de
su espalda es la curva que nos persigue a todos. El poeta soporta una cabellera
blanca y abundante que yo le envidio. ¿Por qué dije soporta? No sabe uno muy
bien lo que acaba de decir: todo es finalmente una intuición. La escritura no
se salva. Olvídense y no me tomen en serio. Casi nada de lo que hago o no hago
va en serio. No podría dejar de reírme de mi propia o impropia sombra, como
aquel esqueleto de César Vallejo subiendo hacia la Basilique du Sacré-Coeur en
alguna tarde muy lluviosa de París. De repente descubro que el bastón de José
Emilio Pacheco es el mismo que utilizaba el poeta de Santiago de Chuco y sus
visiones en las alturas andinas del Perú, así como cuando hacía el intento de
subir hacia el monte del Sacré-Coeur. Me causa mucho desconcierto que ningún
reportero gráfico se haya detenido en la humanidad de aquel bastón. El artista
del mundo como no es, es y no es, sí, René Magritte, no hubiera perdonado ese
descuido. ¿Y los anteojos? Sospecho que José Emilio nació con anteojos, pero
quizá sea mejor no preguntarle cómo pasa o ya no pasa el tiempo en el difícil
equilibrio de sus anteojos de moldura gruesa.
De pronto alguien le pregunta: ¿Hay futuro, entonces, o no hay futuro?
“Tal
vez hay por ahí alguna esperanza”, piensa el poeta sin olvidar la compañía de
su bastón. “Alguna esperanza, pero no para nosotros”. José Emilio sonríe hacia
el fondo de sí mismo, como irnos cayendo desde la piel hacia lo más profundo
del alma. “Pablo Neruda una vez más”: lo piensa y no lo dice. De improviso se abre
una pausa y luego vuelve a decir:
–Carlos
Monsiváis me dijo hace unos días por teléfono: “No sé si ya no entiendo lo que
pasa en México y en el mundo, o más bien ya pasó lo que entendía”. A mí me
sucede exactamente lo mismo. El aprendiz de filósofo Cayo Valerio Lavín Cerdus,
aquel de las barbas en forma de cuervo de chivo, anda repitiendo el mismo
discurso en algunos bares de mala muerte, aunque él es un abstemio muy
peligroso que aún cultiva una falsa religiosidad. Es una especie de santón de
utilería, un santón envuelto en su perfil de plástico, un santón absolutamente
peligroso. Dice que tiene un teléfono celular y no es cierto: ese pájaro nunca
tuvo teléfono y no sabe lo que es un celular. ¿Entendido? A mí tampoco me
entusiasman los celulares. Yo jamás hablo así, sin duda, pero todo el día de
hoy ha sido una excepción que confirma la regla. Casi no hablo y me siento muy
feliz cuando puedo hacer un voto, sí, más de un voto de silencio. Digo voto
aunque no creo en la vida de ultratumba. Cada uno se muere como puede, paso a
paso, con lentitud o en el límite de aquella eternidad que va de un minuto a
otro, y adiós para siempre. Es posible que la eternidad exista, quién sabe,
pero no para nosotros. 70 años en el mismo cuerpo es un abuso, un exceso de confianza
no sólo biológica, aun cuando nada existe más allá de la biología. A veces me
hago la misma pregunta: Si algún día se derrumban todas las máscaras,
¿sobreviviremos? Yo sólo creo en la inmortalidad de un vaso de agua, de una
puesta de sol, del canto de algún pájaro suspendido en el aire, o de un buen
libro cuando la noche se aproxima desde aquel cerro azul. No me gusta lo que
sucede en México. La realidad es una pregunta que deja caer millones de signos
de interrogación sobre el mundo. Alguna vez escribí estos versos que pertenecen
al poema Lavandería: “Dentro de poco no sabré quién soy/ entre todos los
muertos que llevo encima.// Cambiamos siempre/ de manera de ser y estar/ como
mudamos de camisa.// Pero lo malo de esta insaciedad/ es que nada nos lava del
ayer/ como se limpia la otra ropa sucia.// Y vamos con un fardo de otros-yo/
que nos pesa y nos hunde y sin embargo/ no deja huellas en la oscuridad/ ni
sale a flote ya en ningún espejo”.
De
pronto alguien vuelve con la misma pregunta: ¿Hay futuro, entonces, o no hay
futuro?
José
Emilio Pacheco observa la empuñadura de su bastón y responde con otra pregunta:
–¿No
sería mejor que pensáramos en el pasado? Si así fuera, la pregunta sería
entonces ¿hay pasado o ya no hay pasado? Sospecho que el pretérito es lo que
todavía nos mantiene con alguna esperanza.
–¿Pero
no para nosotros? –dice una periodista de ojos rasgados y cabeza muy grande.
miércoles, 27 de febrero de 2019
ANA MINGA
10
Un
abismo se acerca
cuenta
regresiva
no
importa
ya
estamos adiestrados para mutilarnos los ojos
ya
conocemos como preparan su menú los demonios
sabemos
que vendrá el vacio a mitad de semana
que se
acerca al filo oxidado de una navaja.
Hay
poca arena en el reloj
la
muerte nos dejara con la boca abierta.
Pero no
importa
a punta
de reiteraciones ya estamos preparados
para
que el infierno nos envuelva
entonces
por qué
el miedo
si ya
somos completamente ingenuos
nosotros
sin nadie:
absurdos.
De: “Pájaros huérfanos”.
JORGE DÁVILA VÁZQUEZ
Remoto
Y
Sheherezada
se
instalaba
en una
silla destartalada
entre
las dos camitas
de los
hermanos
y
narraba cada noche
el
cuento de dormir.
Y
cuando crecieron
Sheherezada
leía a
la luz escasa
de una
lámpara
usada
las
interminables historias
de las
mil noches
y una.
Pasó la
vida.
La voz
de la princesa
que
imaginaba cuentos
se ha
callado.
Solo
queda en el aire
la
magia de algún eco
de
surtidor
o de
canción extraña
entonada
por esclavos
bajo
los naranjos floridos
un
jirón de esos velos
bordados
de las
favoritas
o el
brillo de los ojos
melancólicos
de un
sultán taciturno.
De: “Río de la memoria”
PERE GIMFERRER
Amor, con el poder terrible de una rosa
tu piel tensa me ha saqueado los ojos, y es demasiado claro
este color de velas en un mar liso. ¡Dulzura,
la tan cruel dulzura violeta
que las nalgas defienden, como el nido de la luz!
Porque una rosa
tiene el poder de la seda: tacto mortal, estíos
agotadores, con el grueso de un tejido rasgándose,
la claridad estrellada en las cornisas
y el cielo, ventana allá, con negrura de desagüe.
Por la noche, el hombre
de anteojos ahumados, en la cocina de gas,
acaricia los enseres de Auschwitz, las tenazas alquímicas,
las ampollas de cal. Amor, el hombre de guantes oscuros
no arrasará el color de valva de un vientre,
el regusto de ginebra y aceitunas de la piel;
no arrasará la luz de una rosa inmortal
que la simiente deshoja con pico tierno.
Y ahora veo a la garza
real, cruzándose de alas en la habitación,
la garza que, con la luz que capitula,
es plumaje y calor, y es como el cielo:
sólo claridad marina
y después un recuerdo de haber vivido contigo.
JULIA PRILUTZKY
Ni una
palabra quedará, siquiera,
amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
dónde el pretexto fácil de la huida:
estoy de pronto, como adormecida,
brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
que tu imagen se vela en los espejos
y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.
amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
dónde el pretexto fácil de la huida:
estoy de pronto, como adormecida,
brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
que tu imagen se vela en los espejos
y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.
EVARISTO CARRIEGO
En el patio
Me gusta verte así, bajo la parra,
resguardada del sol del mediodía,
risueñamente audaz, gentil, bizarra,
como una evocación de Andalucía.
Con olor a salud en tu belleza,
que envuelves en exóticos vestidos,
roja de clavelones la cabeza
y leyendo novelas de bandidos.
-¡Un carmen andaluz, donde florecen,
en los viejos rincones solitarios,
los rosales que ocultan y ensombrecen
la jaula y el calor de tus canarios!-
¡Cuántas veces no creo al acercarme,
todo como en un patio de Sevilla,
que tus más frescas flores vas a darme,
y a ofrecerme después miel con vainilla!
O me doy a pensar que he saboreado,
mientras se oye una alegre castañuela,
un rico arroz con leche, polvoreado
de una cálida gloria de canela.
¡Cómo me gusta verte así, graciosa,
llena de inquietos, caprichosos mimos,
rodeada de macetas, y, golosa,
desgranando pletóricos racimos!
Y mojarse tus manos delincuentes,
al reventar las uvas arrancadas,
como en sangre de vidas inocentes
a tu voracidad sacrificadas!...
Y ver vagar, cruelmente seductora,
en esos labios finos y burlones,
tu sonrisa de Esfinge, turbadora
de mis calladas interrogaciones.
Y desear para mí, las exquisitas
torturas de tus dedos sonrosados,
que oprimen las doradas cabecitas
de los dulces racimos degollados!
Me gusta verte así, bajo la parra,
resguardada del sol del mediodía,
risueñamente audaz, gentil, bizarra,
como una evocación de Andalucía.
Con olor a salud en tu belleza,
que envuelves en exóticos vestidos,
roja de clavelones la cabeza
y leyendo novelas de bandidos.
-¡Un carmen andaluz, donde florecen,
en los viejos rincones solitarios,
los rosales que ocultan y ensombrecen
la jaula y el calor de tus canarios!-
¡Cuántas veces no creo al acercarme,
todo como en un patio de Sevilla,
que tus más frescas flores vas a darme,
y a ofrecerme después miel con vainilla!
O me doy a pensar que he saboreado,
mientras se oye una alegre castañuela,
un rico arroz con leche, polvoreado
de una cálida gloria de canela.
¡Cómo me gusta verte así, graciosa,
llena de inquietos, caprichosos mimos,
rodeada de macetas, y, golosa,
desgranando pletóricos racimos!
Y mojarse tus manos delincuentes,
al reventar las uvas arrancadas,
como en sangre de vidas inocentes
a tu voracidad sacrificadas!...
Y ver vagar, cruelmente seductora,
en esos labios finos y burlones,
tu sonrisa de Esfinge, turbadora
de mis calladas interrogaciones.
Y desear para mí, las exquisitas
torturas de tus dedos sonrosados,
que oprimen las doradas cabecitas
de los dulces racimos degollados!
OCTAVIO PAZ
“Viento”
Cantan
las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es
espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada
soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.
martes, 26 de febrero de 2019
FLOR ALBA URIBE
Canción tardía
"Te amaré siempre, siempre"
Inapelable noria de las palabras que da vueltas,
al otro lado de la ausencia,
junto al vaciado pozo de los sueños.
"Tú y yo por la vida y por la muerte"
Quién retuerce el cáñamo para tejer la hora
de un pasado ilusorio.
Rumor que se aproxima, eco en suave curva
donde la realidad es fuga.
Quién envía señales de humo, palomas mensajeras,
ramas sobre el agua, almizcle en pos del viento
presagiando caminos de regreso
y así aniquila
el tráfago irrevocable del olvido.
Canción tardía. Voz de pájaro emigrante
que ha extraviado el rumbo, su estela monitora
y se abandona al sino de caprichosos vientos
mientras deplora la prematura llegada del invierno.
"Te amaré siempre, siempre"
Inapelable noria de las palabras que da vueltas,
al otro lado de la ausencia,
junto al vaciado pozo de los sueños.
"Tú y yo por la vida y por la muerte"
Quién retuerce el cáñamo para tejer la hora
de un pasado ilusorio.
Rumor que se aproxima, eco en suave curva
donde la realidad es fuga.
Quién envía señales de humo, palomas mensajeras,
ramas sobre el agua, almizcle en pos del viento
presagiando caminos de regreso
y así aniquila
el tráfago irrevocable del olvido.
Canción tardía. Voz de pájaro emigrante
que ha extraviado el rumbo, su estela monitora
y se abandona al sino de caprichosos vientos
mientras deplora la prematura llegada del invierno.
TERESA CALDERÓN
10
Tardaría
la noche entera
enumerando
los
espantos que te haría
si se
confirman
mis
-según
tu miserable opinión-
infundadas
sospechas.
No
tienes idea
la de
horrores que soy capaz
mi vida
la
infinidad de maleficios
que
prepararía en la cocina
hasta
dar con esa pócima
que te
pusiera fuera de combate.
ANA ROSETTI
Si al
apagar las luces te invadía el terror
de que mientras durmieras la belleza
podría acometerte.
Si infatigablemente inaugurabas nombres
y a todo sortilegio prestabas tus oídos.
Si te cuidabas tanto en elegir los dedos
que tallo o mariposa tocarían
como si algún acorde de ello dependiera.
Si a escondidas, leyendo, con pervertidos príncipes,
apasionados mártires y almas de atormentados
el pacto establecías de una rara alianza.
Si acechabas collares de continuo
pues gustabas probar el sabor de las gemas,
biselados confites convertidos en ascuas
por tu boca.
Sí te fingías enfermo
para, en vez de jugar, a tus desmesurados
dominios acudir y disponer cortejos
o banquetes, o asaltos, y perpetrar delito
y hermosura en baúles y árboles.
Si entregado a ti mismo decías ser feliz
aun cuando, suntuosa, la tristeza vagaba
por tus ojos, desconocido mío,
afortunado fue que no te presintiera.
Pues de la soledad era yo soberana,
tenía todo un atlas pintado en el jardín
y el atrevido espejo que igualarme pudiera,
que pudiera doblar, extender los confines
de mi íntimo reino, me hubiera, irremediable,
aniquilado.
Incapaz de adorar lo que a mí se asemeja,
despiadada y tenaz te hubiera combatido.
Pero si derrotada
me fuera insoportable someterme,
vencedora, perdiéndote, no lo resistiría:
Son débiles corazas el amor y el orgullo.
Desconocido mío, afortunado es
que todavía te sueñe.
de que mientras durmieras la belleza
podría acometerte.
Si infatigablemente inaugurabas nombres
y a todo sortilegio prestabas tus oídos.
Si te cuidabas tanto en elegir los dedos
que tallo o mariposa tocarían
como si algún acorde de ello dependiera.
Si a escondidas, leyendo, con pervertidos príncipes,
apasionados mártires y almas de atormentados
el pacto establecías de una rara alianza.
Si acechabas collares de continuo
pues gustabas probar el sabor de las gemas,
biselados confites convertidos en ascuas
por tu boca.
Sí te fingías enfermo
para, en vez de jugar, a tus desmesurados
dominios acudir y disponer cortejos
o banquetes, o asaltos, y perpetrar delito
y hermosura en baúles y árboles.
Si entregado a ti mismo decías ser feliz
aun cuando, suntuosa, la tristeza vagaba
por tus ojos, desconocido mío,
afortunado fue que no te presintiera.
Pues de la soledad era yo soberana,
tenía todo un atlas pintado en el jardín
y el atrevido espejo que igualarme pudiera,
que pudiera doblar, extender los confines
de mi íntimo reino, me hubiera, irremediable,
aniquilado.
Incapaz de adorar lo que a mí se asemeja,
despiadada y tenaz te hubiera combatido.
Pero si derrotada
me fuera insoportable someterme,
vencedora, perdiéndote, no lo resistiría:
Son débiles corazas el amor y el orgullo.
Desconocido mío, afortunado es
que todavía te sueñe.
PABLO DE ROKHA
El viajero de sí
mismo
Voy pisando cadáveres de amantes
y viejas tumbas llenas de pasado,
cubierto con cabello horripilante
del gran sepulcro universal tragado.
Acumulo mi yo exorbitante
y mi ilusión de Dios ensangrentado,
pues soy un espectáculo clamante
y un macho-santo ya desorbitado.
Mi amor te muerde como un perro de oro,
pero te exhibe en sus ancas de oro.
Wínétt, como una flor de extranjería.
Porque sin ti no hubiera descubierto
como una jarra de agua en el desierto
la mina antigua de mi poesía.
Voy pisando cadáveres de amantes
y viejas tumbas llenas de pasado,
cubierto con cabello horripilante
del gran sepulcro universal tragado.
Acumulo mi yo exorbitante
y mi ilusión de Dios ensangrentado,
pues soy un espectáculo clamante
y un macho-santo ya desorbitado.
Mi amor te muerde como un perro de oro,
pero te exhibe en sus ancas de oro.
Wínétt, como una flor de extranjería.
Porque sin ti no hubiera descubierto
como una jarra de agua en el desierto
la mina antigua de mi poesía.
JACINTO VERDAGUER
Non vivificatur nisi prius
moriatur ( 1° Cor., 15, 36).
E carcere ad oethere.
Dant vincula pennas.
Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Vil gusano de tierra, por un rato
be venido a arrastrarme a la ceniza.
Mi cuna fue un grano de polvo
y otro grano será mi sepultura.
Quisiera ser algo para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño e inútil
y desnudo de gloria y de prestigio.
Haced de mí lo que queráis, hoja seca
de las que el viento lleva, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o si queréis, motivo de escarnio.
Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os quiere.
Haced de mí lo que queráis; no soy digno
de andar a vuestros pies; cual árbol estéril,
arrancadme de raíz de la tierra;
devastadme, abatidme, aniquiladme.
Venid a mí, congojas del martirio,
venid. Oh cruces, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, pronto me será
a vuestra sombra dulce sentarme.
Espina del dolor, ven a punzarme;
corre a abrigarme con tu manto, oh injuria;
calumnia, a mi alrededor lodo apila,
miseria, ven para llevarme a rastras.
Versión de José Batlló
moriatur ( 1° Cor., 15, 36).
E carcere ad oethere.
Dant vincula pennas.
Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Vil gusano de tierra, por un rato
be venido a arrastrarme a la ceniza.
Mi cuna fue un grano de polvo
y otro grano será mi sepultura.
Quisiera ser algo para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño e inútil
y desnudo de gloria y de prestigio.
Haced de mí lo que queráis, hoja seca
de las que el viento lleva, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o si queréis, motivo de escarnio.
Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os quiere.
Haced de mí lo que queráis; no soy digno
de andar a vuestros pies; cual árbol estéril,
arrancadme de raíz de la tierra;
devastadme, abatidme, aniquiladme.
Venid a mí, congojas del martirio,
venid. Oh cruces, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, pronto me será
a vuestra sombra dulce sentarme.
Espina del dolor, ven a punzarme;
corre a abrigarme con tu manto, oh injuria;
calumnia, a mi alrededor lodo apila,
miseria, ven para llevarme a rastras.
Versión de José Batlló
FRANCISCO VILLAESPESA
¡Jazminero,
tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...
Tu
pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
Con su
blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;
y,
también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.
lunes, 25 de febrero de 2019
FLORENCIA LOBO
Páramo
Con el
último viento
se
escaparon mis voces.
Silencio.
Llanura.
Y andar
como quien va
con su
páramo a cuestas.
RENATO SANDOVAL
En el
tejado el nombre
y el oro de los miserables
tan de pronto mío que ahora aúllo
de pudor y de quebranto.
La fiesta sin alcurnia
redobla en cada pecho,
nadie en la sala bailando
sin pies y en contradanza.
De los balcones un estertor
que trastabilla en la plaza,
un doble engaño:
ríe en el sol la última marmita
y a la luna señala
con doble dedo índice en la nada.
y el oro de los miserables
tan de pronto mío que ahora aúllo
de pudor y de quebranto.
La fiesta sin alcurnia
redobla en cada pecho,
nadie en la sala bailando
sin pies y en contradanza.
De los balcones un estertor
que trastabilla en la plaza,
un doble engaño:
ríe en el sol la última marmita
y a la luna señala
con doble dedo índice en la nada.
De: “Suzuki blues”
ERICK AGUIRRE
Fotografía
con moleskine
La madrugada me sorprende imaginando
--mientras contemplo esta foto
en la que mis ojos irradian tanta dicha
(la felicidad del hombre
en la caída sin fin de un dulce abismo)
y su rostro sonríe iluminando las sombras
que acechan nuestro abrazo--
si esta noche habrá escrito mi nombre
en las primeras páginas
de su nuevo moleskine.
Me pregunto cuánto tiempo
se habrá sentido sola,
devorada por la nostalgia
en la pequeña habitación de aquel hotel
cerca del Zócalo de México,
mientras yo desde aquí la contemplo,
sonriente como una diosa,
iluminando nuestro abrazo,
perfeccionando esta unión,
sosegando sus turbulencias,
aferrando sus dedos en mi hombro,
viéndome como yo también la miro desde aquí,
enamorado y feliz,
tratando también de nombrarla
con el murmullo seco de mi nostalgia;
imaginándola allá,
en el bullicioso y contaminado valle de México
(la gran Tecnochtitlán asediada por los vendedores),
escribiendo con nostalgia mi nombre
en las primeras páginas de su nuevo moleskine.
Mayo 2007.
La madrugada me sorprende imaginando
--mientras contemplo esta foto
en la que mis ojos irradian tanta dicha
(la felicidad del hombre
en la caída sin fin de un dulce abismo)
y su rostro sonríe iluminando las sombras
que acechan nuestro abrazo--
si esta noche habrá escrito mi nombre
en las primeras páginas
de su nuevo moleskine.
Me pregunto cuánto tiempo
se habrá sentido sola,
devorada por la nostalgia
en la pequeña habitación de aquel hotel
cerca del Zócalo de México,
mientras yo desde aquí la contemplo,
sonriente como una diosa,
iluminando nuestro abrazo,
perfeccionando esta unión,
sosegando sus turbulencias,
aferrando sus dedos en mi hombro,
viéndome como yo también la miro desde aquí,
enamorado y feliz,
tratando también de nombrarla
con el murmullo seco de mi nostalgia;
imaginándola allá,
en el bullicioso y contaminado valle de México
(la gran Tecnochtitlán asediada por los vendedores),
escribiendo con nostalgia mi nombre
en las primeras páginas de su nuevo moleskine.
Mayo 2007.
RAFAEL TIBURCIO GARCÍA
Gran tribulación: 9 de diciembre
¿Recuerdas
aquellos años
cuando
separaba las ramas del abeto
y
acompañaba a mi madre al mercado
para
comprar el musgo con las indígenas sobre el piso;
cuando
me acercaba a esa figura de porcelana
y entre
los niños la arrullábamos antes de llevarla al nacimiento;
cuando
la familia se reunía porque tu hijo había nacido
una vez
más en la Tierra?
¿Lo
recuerdas, Padre,
cuando
alzaba la mirada para verte junto al sol
y te
preguntaba, entre lágrimas, por qué los centuriones
daban
latigazos a tu hijo mientras cargaba la cruz;
cuando
mi alma se sentía abandonada, después de las tres de la tarde,
porque
el mundo se quedaba a merced de los demonios;
y
cuando, tras la misa de media noche,
celebraba
la resurrección?
Esos
días, Padre, no vuelven,
como no
vuelve la culpa por olvidar las oraciones
o el
deseo de disolver una ostia en la boca;
se fue
el hábito de calmar la angustia con un salmo
o de
hablarte por las noches, imaginando que escuchabas.
Creí
que el mundo sería mejor así:
sin
reclamarte cada vez que la maldad se apoderaba de todo.
Por eso
ahora que mis hijos caminan sin temer tu ira,
sin
alzar la cabeza buscando aprobación,
o
respuestas a la enfermedad y la muerte,
una
parte de mí sabe que los traicionó,
pues
caminan sin conocer esperanza alguna
y como
a ti, no la necesitan.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ
edgar, las
muchachas y la lluvia
ha vuelto a ser noviembre
y alrededor del ojo profunda otra rayita.
empieza ya el invierno y a veces
no sé dónde guardarme.
tu madre ha sido loca
y de remate amante de cosas imposibles.
no aprendió a cocinar las hormigas
les roban los objetos del cuarto
aún le teme a las tataguas
y al amor.
faltan 20 años o 20 segundos
para que termine el siglo mientras
hacemos amuletos con formas de palomas
que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
20 años o 20 segundos
para que termine este siglo y
sólo te deseo que puedas siempre
admirar las estrellas porque a veces
temo que no podamos contemplar más las estrellas.
tú vivirás en el 2000
y verás árboles cosmódromos mariposas
esa fauna y flora diferente que estamos creando
y vivirás como todos los niños
dentro de un hombre.
pero acuéstate siempre como ahora
entre destornilladores y latas vacías
aunque te asalten las muchachas
y la lluvia.
ha vuelto a ser noviembre
y alrededor del ojo profunda otra rayita.
empieza ya el invierno y a veces
no sé dónde guardarme.
tu madre ha sido loca
y de remate amante de cosas imposibles.
no aprendió a cocinar las hormigas
les roban los objetos del cuarto
aún le teme a las tataguas
y al amor.
faltan 20 años o 20 segundos
para que termine el siglo mientras
hacemos amuletos con formas de palomas
que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
20 años o 20 segundos
para que termine este siglo y
sólo te deseo que puedas siempre
admirar las estrellas porque a veces
temo que no podamos contemplar más las estrellas.
tú vivirás en el 2000
y verás árboles cosmódromos mariposas
esa fauna y flora diferente que estamos creando
y vivirás como todos los niños
dentro de un hombre.
pero acuéstate siempre como ahora
entre destornilladores y latas vacías
aunque te asalten las muchachas
y la lluvia.
MILTÓN MEDELLÍN
Semilla en el destierro
En
dónde quedarán aquellos días
que le
dieron sentido a tu presencia.
En
dónde la memoria de este tiempo
que
presumiste humano,
aquél
movimiento de lo eterno
que
respetó el transcurso de todas tus pasiones.
Todo lo
que has buscado y proferido
será un
anticipado abandono
en la
mente de todos tus hermanos,
alma
comunicada en el vacío,
sólo el
silencio es real en esta hoguera
que
consume tu esfuerzo de existencia.
Y serás
casi
polvo de carne
cuyo
rostro se descubre derrumbado,
oscuridad
a un tiempo,
en el
presentimiento de la luz.
Eternidad
sin nombre
serás,
el
testimonio,
de
aquél amor que todo lo sostiene.
domingo, 24 de febrero de 2019
ROGER WOLFE
Es tarde ya en la
noche...
Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Y luego pienso,
como casi siempre
que me pasan estas cosas,
en Proust.
Pero no he leído
a Proust.
Qué importa.
La vida es bella.
Quién necesita
a Proust.
Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Y luego pienso,
como casi siempre
que me pasan estas cosas,
en Proust.
Pero no he leído
a Proust.
Qué importa.
La vida es bella.
Quién necesita
a Proust.
OLGA LEIVA
me deslizo desde el amanecer hasta el
altiplano. el sexo responde. los otros surgen de las grutas con los ojos a
punto. los dedos arden como velas encendidas bajo lluvia. el paisaje expande.
pájaros y fibras retumban en el cuerpo de la tierra. los hombres se alimentan
de éter. sus antenas nerviosas encantan. las pupilas dilatan los cantos del
aire. las venas del parque. el eco resplandece. el sistema riega con cantos. un
humano despierta rodeado de maquinaria. una fábrica grita. un cuchillo de
mirada corta la herida. sangre detenida. semen del diluvio. el hombre toca todo
lo que crea. su mente es un espacio circular. una esfera en movimiento. un rayo
vacío.
ELICURA CHIHUAILAF
Sueño azul
La casa azul en que nací está situada en una colina
rodeada de hualles, un sauce, castaños, nogales
un aromo primaveral en invierno
—un sol con dulzor a miel de ulmos—
chilcos rodeados a su vez de picaflores
que no sabíamos si eran realidad o visión ¡tan efímeros!
En invierno sentimos caer los robles partidos por los rayos
En los atardeceres salimos, bajo la lluvia o los arreboles, a buscar las ovejas
(a veces tuvimos que llorar la muerte de alguna de ellas, navegando sobre las aguas)
Por las noches oímos los cantos, cuentos y adivinanzas a orillas del fogón
respirando el aroma del pan horneado por mi abuela, mi madre, o la tía María
mientras mi padre y mi abuelo —Lonko de la
comunidad— observaban con atención y respeto.
Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica
Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía
las grandezas de la vida cotidiana, pero sobre todo sus detalles
el destello del fuego, de los ojos, de las manos.
Sentado en las rodillas de mi abuela oí las primeras historias de árboles
y piedras que dialogan entre sí, con los animales y con la gente.
Nada más, me decía, hay que aprender
a interpretar sus signos
y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.
Tal como mi madre ahora, ella era silenciosa
y tenía una paciencia a toda prueba
Solía verla caminar de un lugar a otro, haciendo girar el huso, retorciendo la blancura de la lana
Hilos que en el telar de las noches se iban convirtiendo en hermosos tejidos
Como mis hermanos y hermanas
—más de una vez—
intenté aprender ese arte, sin éxito.
Pero guardé en mi memoria el contenido de los dibujos
que hablaban de la creación y resurgimiento del mundo mapuche
de fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y aves
También con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperie
Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra
del primer espíritu mapuche arrojado desde el Azul
De las almas que colgaban en el infinito como estrellas
Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos sus señales
Cada primavera lo veía portando flores en sus
orejas y en la solapa de su vestón
o caminando descalzo sobre el rocío de la mañana
También lo recuerdo cabalgando bajo la lluvia
torrencial de un invierno entre bosques enormes
Era un hombre delgado y firme
Vagando entre riachuelos, bosques y nubes
veo pasar las estaciones:
Brotes de Luna fría (invierno), Luna del verdor (primavera)
Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano)
Luna de los frutos abundantes (verano)
y Luna de los brotes cenicientos (otoño)
Salgo con mi madre y mi padre a buscar
remedios y hongos
La menta para el estómago, el toronjil para la pena
el matico para el hígado y para las heridas
el coralillo para los riñones —iba diciendo ella.
Bailan, bailan, los remedios de la montaña
—agregaba él
haciendo que levantara las hierbas entre mis manos.
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas
Los insectos cumplen su función
Nada está de más en este mundo
El universo es una dualidad:
lo bueno no existe sin lo malo.
La Tierra no pertenece a la gente
Mapuche significa Gente de la Tierra
—me iban diciendo
En el otoño los esteros comenzaban a brillar
El espíritu del agua moviéndose sobre el lecho pedregoso
el agua emergiendo desde los ojos de la Tierra.
Cada año corría yo a la montaña para asistir
a la maravillosa ceremonia de la naturaleza
Luego llegaba el invierno a purificar la Tierra
para el inicio de los nuevos sueños y sembrados
A veces los guairaos pasaban anunciándonos
la enfermedad o la muerte
Sufría yo pensando que alguno de los
mayores que amaba
tendría que encaminarse hacia las orillas
del Río de las Lágrimas
a llamar al balsero de la muerte
para ir a encontrarse con los antepasados
y alegrarse en el País Azul
Una madrugada partió mi hermano Carlitos
Lloviznaba, era un día ceniciento
Salí a perderme en los bosques de la
imaginación (en eso ando aún)
El sonido de los esteros nos abraza en el otoño
Hoy, les digo a mis hermanas Rayén y América:
Creo que la poesía es sólo un respirar en paz
—como nos lo recuerda nuestro Jorge Teillier—
mientras como Avestruz del Cielo por todas
las tierras hago vagar mi pensamiento triste
Y a Gabi Caui Malen y Beti, les voy diciendo:
Ahora estoy en el Valle de la Luna, en Italia
junto al poeta Gabriele Milli
Ahora estoy en Francia, junto a mi hermano Arauco
Ahora estoy en Suecia junto a Juanito Cameron
y a Lasse Söderberg
Ahora estoy en Alemania, junto a mi querido
Santos Chávez y a Doris
Ahora estoy en Holanda, junto a Marga
a Gonzalo Millán y a Jimena, Jan y Aafke,
Juan y Kata
Llueve, llovizna, amarillea el viento en
Amsterdam
Brillan los canales en las antiguas lámparas
de hierro y en los puentes levadizos
Creo ver un tulipán azul, un molino cuyas
aspas giran y despegan
Tenemos deseos de volar: Vamos, que nada
turbe mis sueños —me digo
rodeada de hualles, un sauce, castaños, nogales
un aromo primaveral en invierno
—un sol con dulzor a miel de ulmos—
chilcos rodeados a su vez de picaflores
que no sabíamos si eran realidad o visión ¡tan efímeros!
En invierno sentimos caer los robles partidos por los rayos
En los atardeceres salimos, bajo la lluvia o los arreboles, a buscar las ovejas
(a veces tuvimos que llorar la muerte de alguna de ellas, navegando sobre las aguas)
Por las noches oímos los cantos, cuentos y adivinanzas a orillas del fogón
respirando el aroma del pan horneado por mi abuela, mi madre, o la tía María
mientras mi padre y mi abuelo —Lonko de la
comunidad— observaban con atención y respeto.
Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica
Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía
las grandezas de la vida cotidiana, pero sobre todo sus detalles
el destello del fuego, de los ojos, de las manos.
Sentado en las rodillas de mi abuela oí las primeras historias de árboles
y piedras que dialogan entre sí, con los animales y con la gente.
Nada más, me decía, hay que aprender
a interpretar sus signos
y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.
Tal como mi madre ahora, ella era silenciosa
y tenía una paciencia a toda prueba
Solía verla caminar de un lugar a otro, haciendo girar el huso, retorciendo la blancura de la lana
Hilos que en el telar de las noches se iban convirtiendo en hermosos tejidos
Como mis hermanos y hermanas
—más de una vez—
intenté aprender ese arte, sin éxito.
Pero guardé en mi memoria el contenido de los dibujos
que hablaban de la creación y resurgimiento del mundo mapuche
de fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y aves
También con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperie
Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra
del primer espíritu mapuche arrojado desde el Azul
De las almas que colgaban en el infinito como estrellas
Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos sus señales
Cada primavera lo veía portando flores en sus
orejas y en la solapa de su vestón
o caminando descalzo sobre el rocío de la mañana
También lo recuerdo cabalgando bajo la lluvia
torrencial de un invierno entre bosques enormes
Era un hombre delgado y firme
Vagando entre riachuelos, bosques y nubes
veo pasar las estaciones:
Brotes de Luna fría (invierno), Luna del verdor (primavera)
Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano)
Luna de los frutos abundantes (verano)
y Luna de los brotes cenicientos (otoño)
Salgo con mi madre y mi padre a buscar
remedios y hongos
La menta para el estómago, el toronjil para la pena
el matico para el hígado y para las heridas
el coralillo para los riñones —iba diciendo ella.
Bailan, bailan, los remedios de la montaña
—agregaba él
haciendo que levantara las hierbas entre mis manos.
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas
Los insectos cumplen su función
Nada está de más en este mundo
El universo es una dualidad:
lo bueno no existe sin lo malo.
La Tierra no pertenece a la gente
Mapuche significa Gente de la Tierra
—me iban diciendo
En el otoño los esteros comenzaban a brillar
El espíritu del agua moviéndose sobre el lecho pedregoso
el agua emergiendo desde los ojos de la Tierra.
Cada año corría yo a la montaña para asistir
a la maravillosa ceremonia de la naturaleza
Luego llegaba el invierno a purificar la Tierra
para el inicio de los nuevos sueños y sembrados
A veces los guairaos pasaban anunciándonos
la enfermedad o la muerte
Sufría yo pensando que alguno de los
mayores que amaba
tendría que encaminarse hacia las orillas
del Río de las Lágrimas
a llamar al balsero de la muerte
para ir a encontrarse con los antepasados
y alegrarse en el País Azul
Una madrugada partió mi hermano Carlitos
Lloviznaba, era un día ceniciento
Salí a perderme en los bosques de la
imaginación (en eso ando aún)
El sonido de los esteros nos abraza en el otoño
Hoy, les digo a mis hermanas Rayén y América:
Creo que la poesía es sólo un respirar en paz
—como nos lo recuerda nuestro Jorge Teillier—
mientras como Avestruz del Cielo por todas
las tierras hago vagar mi pensamiento triste
Y a Gabi Caui Malen y Beti, les voy diciendo:
Ahora estoy en el Valle de la Luna, en Italia
junto al poeta Gabriele Milli
Ahora estoy en Francia, junto a mi hermano Arauco
Ahora estoy en Suecia junto a Juanito Cameron
y a Lasse Söderberg
Ahora estoy en Alemania, junto a mi querido
Santos Chávez y a Doris
Ahora estoy en Holanda, junto a Marga
a Gonzalo Millán y a Jimena, Jan y Aafke,
Juan y Kata
Llueve, llovizna, amarillea el viento en
Amsterdam
Brillan los canales en las antiguas lámparas
de hierro y en los puentes levadizos
Creo ver un tulipán azul, un molino cuyas
aspas giran y despegan
Tenemos deseos de volar: Vamos, que nada
turbe mis sueños —me digo
Y me dejo llevar por las nubes hacia lugares desconocidos
por mi corazón.
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