viernes, 19 de abril de 2013

RAQUEL LANSEROS





Canción de la trinchera




Señor Amor, dueño del cielo y de la tierra
tú que puedes batirnos a tu antojo
sobre el eje inicial de nuestro impulso.

Tú que te enseñoreas sobre todo lo vivo
entretejiendo un atlas de destinos cruzados.

Tú que puedes auparte a tu albedrío
y clavar tu aguijón sobre cualquier entraña.

¿Por qué vuelves a mí? ¿Qué vil capricho?

¿Por qué me arrojas de nuevo tu jauría?

He aquí, amo mío, lo poco que me queda:
mi sosiego de vidrio
la enmienda frágil de una paz absorta
mi mosaico de heridas mal curadas
demasiado recientes para ser cicatrices.

Imploro tu piedad desde mi grieta,
donde se han detenido la memoria y el ánimo.

Piénsalo bien: te costaría muy poco
concederme una bula de misericordia.

Deja a los que me quieren, esta pasión debiera
maldecirme tan sólo a mí, es lo justo.

Ya he visto antes cómo mi avidez arde
en tu hipnótica pira de dios omnipotente.

Descuida, soy sumisa
tu adiestramiento previo ha prosperado:
quien lo ha perdido todo varias veces
reconoce el honor de una derrota.

ROGELIO GUEDEA





Del silencio



Mientras el cuerpo nos protege
     del desastre

y un turbión hace cauce en nuestras venas
y se nos cubren los ojos de raíces agrias

mi alma sabe que allá      del otro lado
en la esquina     o tienda     o consultorio
también tú te sufres en la oscuridad
con los brazos abiertos
                                                         para recibirme.

ÓSCAR OLIVA





Piedra viva…



Piedra viva
en mis manos
la arrojo a la boca
del mundo

Me agarro al viento
para no caer
sin palabras

De “Lienzos transparentes”


GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER





VXXXIII



Es el alba una sombra
de tu sonrisa,
y un rayo de tus ojos
la luz del día;
pero tu alma
es la noche de invierno,
negra y helada.

FERNANDO SÁNCHEZ MAYÁNS






Desde Micenas


Breve recado a Enrique Badosa

Crucé el umbral
un cúmulo de siglos recogió mi presencia.
La memoria se agita huracanada
el tiempo es un insomnio
puntual para los crímenes

Para el duelo
jamás el olvido gana de la memoria
su hazaña
de mortales diademas adornada.

Viento de corrosión, viento de presa
circula desde entonces
por lejanos confines.
Es pequeña la tierra para tantas venganzas
todo porque los dioses
se soñaron mortales.

NATALIA LITVINOVA





7. Rezo



La orilla de nuestra improbabilidad
Nos reserva el mar en una bolsita
Yo te rezo con las manos
Mientras te escondes
Entre mis rodillas
De arena