"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 20 de septiembre de 2021
SAM PINK
Maestros
Respeto
a los árboles
por elegir un lugar para vivir
y hacer todo lo que pueden ahí
y morir ahí
y nunca realmente cometer errores.
PABLO ROMAY
Marinero
Desde
que mi madre me tomaba en sus
brazos se entreveía.
Crecí
admirando el mar abierto,
la marea de todos los días pasando frente a mi
las olas llamativas de todos tamaños.
Y me
preparé para ser un marino;
hasta el día de hoy, me dispongo
con
mi uniforme de cielo y sol
y mis ojos que escrudiñan los astros mirándome
listo
a abordar el barco vivo
a navegar
a
sucumbir
entre el oleaje inevitable
y la
espumosa blancura de tus pechos.
JAIME HUENÚN
Huechantü
Uno
Las
estrellas giraban en el cielo
quemando como el oro
nuestro corazón.
Los bosques se aferraban a la noche
y el sol venía al mar
desde las blancas montañas de los sueños.
Pasamos por árboles que nos adormecían
con sus pétalos de moribunda luz.
El agua respiraba bajo tierra.
La luna descendía a los dominios
de los animales secretos,
enmascarados por la niebla
y el frío resplandor de las vertientes.
Nuestros caballos
se hicieron aire
y nuestros cantos
vanas raíces
en la escarcha del amanecer.
La tierra nuevamente ardía
y nuestros muertos,
boca abajo,
cubrían con sus sombras
la extensa sombra
de su corazón.
Dos
Huenchantü,
Huechantü gritaron los ancianos. Se acabó la comida, Carlos Huaquipán. Ya se
han ido los salmones, Albino Aguas. La tía Catalina hornea un pan oscuro en la
cocina de hierro. Es aún una niña en 1930. El presidente sólo vende harina
gris, papas con tizón. En todos los caminos vemos cueros de vacas faenadas por
la gente, laceadas en los potreros de los gringos. Huenchantü, huechantü, el
día de la crisis, el sol de la escasez. Vendrá la guerra, tío Pedro, tío José,
tía Rosa. No hay manzanas en las quintas, el agua sube y pudre los últimos
maíces. La gente se emborracha y se acrimina y nadie le hace cruces a los
muertos en los montes. Huenchantü, huechantü. Ya no comeremos la murtilla en
Quitra Quitra y Trinidad ni los dulces chupones de Quilmahue. Escucha el
silencio de los campos, Abraham, ningún animalito ya nos habla. Los bosques en
silencio, como piedras, los pájaros sin voz. Huechantü, huechantü. Debajo de la
tierra el sol se pierde, debajo del frío remolino de las almas en pena.
Tres
Contaco
río, cascada
de choroyes, sangre
de las piedras tigres,
herida del sol.
Llévanos.
Ésta
es la barca transparente
que sólo podemos navegar en lo oscuro.
Éstos los remos de avellano
que se consumen en tus aguas
hasta desaparecer.
Justicia
de la corriente que nos arroja al mar,
arena el pensamiento,
espuma el amor
que moja nuestras manos
borradas por la luz del roquerío.
Que vengan las gaviotas a comernos los ojos,
los brazos y las piernas.
Justicia de los pájaros,
justicia de las aguas que se inclinan hacia el sol
por el peso de nuestras almas.
De: “Reducciones”
EDUARDO LLANOS MELUSSA
Jorge Luis Borges en el salón de honor de
la Universidad de Chile
Con
el atraso de rigor, nuestro hombre llega guiado por elegantes lazarillos.
La concurrencia estalla en aplausos que ensordecen.
Un profesor tartamudea solemnemente un discurso
y el homenajeado escucha con enternecedora paciencia.
Después lo conducen al púlpito, y él inicia por fin su Clase Magistral.
Sus ojos ciegos chocan contra el techo
y de su boca salen palabras, alondras enlutadas, friolentas,
que se despluman sobrevolando el abismo de la literatura.
Entonces uno descubre que a pesar de los focos y de los micrófonos
y a pesar también de la imprudencia de los camarógrafos,
él permanece ajeno a todo lo que no sea el infinito al que sus ojos tienden,
tras vencer la dureza del cielorraso.
Y no hallará refugio en las estrellas, pues ahora y aquí la única estrella es
él.
Oscuros ratones de biblioteca, nosotros acudimos a su luz,
recluyéndolo en un cepo de conferencias, hoteles y entrevistas.
Desde su soledad invadida por cacatúas internacionales
y monos sabios especialistas en preguntas que se responden solas,
él comprende que es apenas un pretexto para que nosotros nos creamos cultos.
De ahí la coraza de sus respuestas -acaso más ingeniosas que profundas-,
de ahí el desencanto en su voz, su falsa o verdadera modestia
de abuelo triste, triste y demasiado lúcido
como para tomarnos en serio.
VICENTE GALLEGO
Variación sobre una metáfora
Alguien trajo una rosa
hace ya algunos días, y con ella
trajo también algo de luz,
yo la puse en un vaso y poco a poco
se ha apagado la luz y se apagó la rosa.
Y ahora miro esa flor
igual que la miraron los poetas barrocos,
cifrando una metáfora en su destino breve:
tomé la vida por un vaso
que había que beber
y había que llenar al mismo tiempo,
guardando provisión para días oscuros;
y si ese vaso fue la vida,
fue la rosa mi empeño para el vaso.
Y he buscado en la sombra de esta tarde
esa luz de aquel día, y en el polvo
que es ahora la flor, su antiguo aroma,
y en la sombra y el polvo ya no estaba
la sombra de la mano que la trajo.
Y ahora veo que la dicha, y que la luz,
y todas esas cosas que quisiéramos
conservar en el vaso,
son igual que las rosas: han sabido los días
traerme algunas, pero
¿qué quedó de esas rosas en mi vida
o en el fondo del vaso?
LILIAN SERPAS
Rememorar
Un
pálido fulgor de media luna
sobre el rústico banco de las citas,
la leve brisa que llegó oportuna
y la vereda de las margaritas…
En
hora de congojas, importuna,
de lento suspirar de hojas marchitas,
a la tristeza le sirvió de cuna
la fuga amarga de amorosas cuitas…
Hoy
vuelvo solitaria a recordarlo…
La noche es tibia y dulce para amarlo
y para hacer de nuestra vida, una…
Y
como sé que la pasión es ida,
la clara historia que truncó mi vida
rememorando estoy bajo la luna…