"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 7 de julio de 2019
OTONIEL GUEVARA
Defensa propia
para Arquímides Cruz, en el recuerdo.
Un hombre me amenaza con un arma
Yo lo amenazo con una piscucha
El a lo sumo logrará matarme
Yo
en cambio
podría hacerlo feliz
ALBERTO DESTEPHEN
Sumando ternura
Que hace en mi pecho este dolor,
si ayer era ternura, exceso.
La noche tiene vacíos
donde las penumbras llenan los recuerdos.
Ahora tengo más ojos para ver el cenit,
la caída de las sombras en los crepúsculos
de las memorias plenas.
¡Qué hace en mi pecho este dolor!
Han de ser hojas los recuerdos,
el corazón ha de ser río,
ha de ser viento
cayendo en los altares de la melancolía.
He de tener más luz en los ojos,
he de emerger
colmado del invierno.
Que no existan medias sombras
siguiéndome a la muerte.
Estoy desnudo de lluvia,
sumando ternura,
desvaneciéndome de quietud;
entrando a las lágrimas,
a los signos de las nubes negras.
Que hace en mi pecho este dolor,
si ayer era ternura, exceso.
La noche tiene vacíos
donde las penumbras llenan los recuerdos.
Ahora tengo más ojos para ver el cenit,
la caída de las sombras en los crepúsculos
de las memorias plenas.
¡Qué hace en mi pecho este dolor!
Han de ser hojas los recuerdos,
el corazón ha de ser río,
ha de ser viento
cayendo en los altares de la melancolía.
He de tener más luz en los ojos,
he de emerger
colmado del invierno.
Que no existan medias sombras
siguiéndome a la muerte.
Estoy desnudo de lluvia,
sumando ternura,
desvaneciéndome de quietud;
entrando a las lágrimas,
a los signos de las nubes negras.
FABRICIO ESTRADA
Casa de rubén
Se
pueden cerrar conclusiones,amanecer estirado o encorvado,
una de dos.
Se pude intentar un monólogo
frente a los objetos mudos.
Creer en nada.
Se puede madurar un verso
en diferentes tristezas,
madurarlo,
verlo caer como las viejas teorías.
Andar despacio a través del silencio ajeno,
sentarse,
entablar un duelo con el librero.
Se puede llorar como en los primeros años,
cuando te dejaban solo,
cuando moldeaban tus nervios
para lo que venía.
Se puede incluso agitar,
armar una revolución de hastío,
tomar una cuchara y observarla
como el gran descubrimiento del siglo...
Sí, se puede hacer de todo:
servirle de modelo a un pintor invisible,
hacerle una declaración de amor a los muebles,
buscar el corazón de la guitarra
que se abandonó hace mucho tiempo,
buscarle sus pulmones,
lo que piensa.
Se puede incluso existir,
nunca haber existido,
nunca haber tomado el lápiz,
una cerveza entre viejos conocidos,
la vida en serio,
la muerte en serio.
De: “Sextos de Lluvia”
FRANCISCO AZUELA
Ciprés de California
I
Ciprés de California
cancrosis y muerte progresiva
cajas de madera llenas de municiones,
armas de la segunda guerra,
ejércitos del norte
ataúd de la patria,
cadáveres
jóvenes sin retorno,
ascosporas,
esporas asexuadas
salpicaduras de lluvia ácida.
II
Ciprés ornamental de los cementerios de Arizona
formas extravagantes
acción del viento
cipreses falsos de jardinería.
III
Cedro de Oregón
ciprés calvo de pantanos
Estados Unidos.
ciprés calvo de pantanos
Estados Unidos.
IV
Ciprés del Himalaya
Nepal y la India
carga de aceites esenciales,
Nepal y la India
carga de aceites esenciales,
V
Ciprés de la Cordillera,
Aconcagua y los Andes,
costa y zonas áridas,
suelos pobres y erosionados,
origen volcánico,
ovillo, quillay, lun, peumo
cepas virulentas en su aridez
carpintería de muebles,
postes,
rodrigones de viñas y pilares de muelles,
humedad,
coirón entre flores silvestres.
VI
Ciprés antiguo de las coníferas
moribundo de ramas enfermas,
sin color de esmeralda
amarillo de tristeza y de lágrimas
secándose,
agoniza en sus raíces
acechado por la muerte
VII
Longevidad
hongo de la rama de olivo
ciprés de cortinas rompevientos
entre las casuarinas,
pinos, araucarias, cedros,
alerces,
falsos abetos,
tuyas,
libocedros,
calocedros y enebros,
hojas pequeñas,
escamas de pescado sobre su ramas
orientales y anglosajones,
Africa y cercano Oriente
donde los vientos marinos depositan sal sobre sus ramas
frenando la cancrosis.
VIII
Hojarasca,
magnesio
manchones de follaje
mutilando raíces de cloro,
colapso súbito,
corteza arrugada
capa freática asfixia sus raíces
IX
Ciprés simétrico
cuenca del Mar Mediterráneo
cuerpo piramidal como los álamos,
hoja perenne
madera amarilla y rojiza,
vena apretada.
X
Cedro de Portugal de ramas abiertas
griegos y romanos
Plutón,
tez negra,
dios de los muertos,
álamo blanco del amor
que florece en el infierno.
XI
Ciprés de madera blanco-amarillenta,
liviana y aromática
aura espiritual y violeta
representando a la Diosa Nut
toca las almas de los difuntos con licor de inmortalidad.
XII
Ciprés
compañero del hombre en el tiempo
donde el ave de los vientos
hace suya la eternidad.
JAIME SILES
Acis y galatea
Ese cuerpo labrado como plata,
ese oro, esa túnica, esa piel,
ese color que tiñe la escarlata
corola del pistilo de un clavel;
ese cielo de cárdenos espacios,
esa carne que tiembla en el vaivén
de las rodillas y de los topacios
nos dicen que este cuadro es de Poussin.
El resplandor del sol en los minutos
del gris del agua sobre el gouache del gres,
el césped de corales diminutos
que puntean las puntas de sus pies;
el placer de los vicios absolutos,
el maquillado estambre, el cascabel
de sus tacones, los ojos resolutos
disueltos en vidrieras de bisel;
las dunas de su cuerpo y esas manos
que la luz difumina en el papel
de este poema dicen que eran vanos
ese oro, esa túnica, esa piel.
La chica que los mira aquí a mi lado
es más real que el lienzo y que el pincel:
hace un gesto de geisha emocionado,
más certero, más cierto, más rimado
de rimmel que la estrofa del clavel.
El cuadro del museo que miramos
no está en la sala, ni en el Louvre, ni en
la Tate Gallery, el Ermitage o Samos,
y no es –ni por asomo- de Poussin.
El cuadro del museo que miramos,
Acis y Galatea, ellá y él,
somos nosotros mismos mientras vamos
-ojo, labio, boca, lengua, mano-
sobre la carne del amor humano
ensortijando flores, cuerpos, ramos
de un verano mejor que el del pincel.
ese oro, esa túnica, esa piel,
ese color que tiñe la escarlata
corola del pistilo de un clavel;
ese cielo de cárdenos espacios,
esa carne que tiembla en el vaivén
de las rodillas y de los topacios
nos dicen que este cuadro es de Poussin.
El resplandor del sol en los minutos
del gris del agua sobre el gouache del gres,
el césped de corales diminutos
que puntean las puntas de sus pies;
el placer de los vicios absolutos,
el maquillado estambre, el cascabel
de sus tacones, los ojos resolutos
disueltos en vidrieras de bisel;
las dunas de su cuerpo y esas manos
que la luz difumina en el papel
de este poema dicen que eran vanos
ese oro, esa túnica, esa piel.
La chica que los mira aquí a mi lado
es más real que el lienzo y que el pincel:
hace un gesto de geisha emocionado,
más certero, más cierto, más rimado
de rimmel que la estrofa del clavel.
El cuadro del museo que miramos
no está en la sala, ni en el Louvre, ni en
la Tate Gallery, el Ermitage o Samos,
y no es –ni por asomo- de Poussin.
El cuadro del museo que miramos,
Acis y Galatea, ellá y él,
somos nosotros mismos mientras vamos
-ojo, labio, boca, lengua, mano-
sobre la carne del amor humano
ensortijando flores, cuerpos, ramos
de un verano mejor que el del pincel.
OTONIEL MARTÍNEZ
Revelación
A
Luis y Lya
Puesto que nube,
abismo.
Recorriendo laberintos
de niebla el brujo indagó
sobre la exactitud de lo inasible.
Reguero de espejos dejó en su extravío.
Fragmentos de sí, puesto que arena.
En la desconstrucción de esa ruta
el brujo mostró el muro
no la puerta.
Y al invocar el fuego en los altares del tiempo
le fue revelada la eterna fugacidad de lo concreto
y supo que en el fondo de toda luz
mora
una sombra
victoriosa.
De Revista de Poesía Prometeo
Puesto que nube,
abismo.
Recorriendo laberintos
de niebla el brujo indagó
sobre la exactitud de lo inasible.
Reguero de espejos dejó en su extravío.
Fragmentos de sí, puesto que arena.
En la desconstrucción de esa ruta
el brujo mostró el muro
no la puerta.
Y al invocar el fuego en los altares del tiempo
le fue revelada la eterna fugacidad de lo concreto
y supo que en el fondo de toda luz
mora
una sombra
victoriosa.
De Revista de Poesía Prometeo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)