"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 5 de agosto de 2022
LECONTE DE LISLE
La
muerte del sol
El
viento de otoño, los ruidos lejanos de los mares igual,
llena de despedida solemne, de quejas desconocidas,
equilibrio tristemente a lo largo de las avenidas
¡Los macizos pesados enrojecidos de tu sangre, oh sol!
Las
hojas en remolinos despega los desnudos;
y vemos oscilar, en un río bermejo,
a las aproximaciones de tarde inclinados al sueño,
de grandes nidos teñidos de púrpura al cabo de las ramas desnudas.
¡Cae,
Astro glorioso, fuente y antorcha de día!
Tu gloria en manteles de oro que fluye de tu herida,
Así como de un pecho poderoso cae un amor supremo.
¡Muere
pues, renacerás! La esperanza está segura de eso.
Pero quien reanimará la llama y la voz
¿Al corazón quién se estrelló por última vez?
Nota:
Charles Marie René Leconte de Lisle, nombre del poeta conocido como Leconte de
Lisle.
JOSÉ MÁRMOL
Insultantes
A Pedro Vergés
Et je voguais, lorsque ´a` travers mes liens rêles
De noyés descendaient dormir, a’ recoulons!
Rimbaud
Pero
el país del sol es nada más tormento,
Estertores,
chatarra y glorias olvidadas.
Mi
patria se detuvo en unas cuantas calles,
Polvo
cuaresmal de la infancia, aguaceros tremendos y animales domésticos,
Nombres
ya difusos que remolco hacia la nada.
Ella
me gritaba, la patria, no te marches,
Pero
soy del país del exilio eternizado,
Extranjero
a bordo de mis pies sin zapatos,
En
el idioma nuestro, en sus adagios,
En
las aberraciones de mis blancos ancestros,
En
la oración del ángelus, en las hojas y el fango
De
la sombra que a tientas levantaba mi carne.
Ella
me gritaba, la patria, no me dejes,
Pero
soy del país de los que no se retornan,
Estirpe
insufrible que al mar se arroja triste
Y
bajo la tormenta del cosmos doma fieras.
Soy
de una tórrida estación y abarco sueños,
Lo
fugaz del amor y el tajo permanente del filo del adiós.
Soy
habitante de tortuosos designios,
De
la fiebre, la carencia, el desatino, el duelo.
Pero
el país fue nada más aquello,
Estertores,
guaracha, batallas santiguadas en manos de la suerte,
Estercolada
sangre que nunca más retoña.
Ninguna
otra sustancia pudo labrar mi surco ni apoyar mi pisada,
Porque
del país del exilio perpetuo voy llegando
Y
del país de los que nunca retornan quiero ser.
De: “Lengua
de paraíso”
JOSÉ HOMERO
Tarde
La
trama de alambre estaba rota
por
la parte que se fija al suelo
levantándola
hasta mi cintura
me
deslicé con el niño de seis años rumbo al lago.
Nos
encuclillamos en el pasto
justo
en el declive
él
delante mío
yo
asiendo sus manos
El
día era azul y el viento abrasaba las hojas de los arces por los bordes
Dijo
entonces
Y
cuando tenga cien años y me muera, ¿los lagos seguirán viviendo?
Sí,
Ezra, los lagos seguirán aquí
¿Y
los árboles?
Los
árboles también y las rocas y las estrellas
¿Y
cuándo volveré a vivir?
No
se vuelve
Y si
me muero, ¿ya no caminaré nunca?
No
hijo
¿Y
no puedo nacer otra vez?
No
El
agua centelleaba como fragua
Estreché
la tibia cabeza contra mis hombros
Bajo
mis párpados ardía la tarde
BEATRIZ RUSSO
Sea
mi gozo en el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso,
mi bonanza el quebranto.
Santa Teresa de Jesús
Me
he descalzado en silencio,
después
me he lavado las manos con la liturgia del misericordioso y he alzado la voz
para que sólo me escuchen las aves y las estrellas que tienen miedo del agua.
No
encuentro ese camino de perfección porque aún sirvo a las sombras.
Tampoco
sé del reposo si no cierro los ojos y el alma.
Mi
sosiego también es doloroso.
Busco
el filtro que hay en el trasero del aire paras dejar pasar tan solo la lluvia
irreversible.
Llorar
me sirve para no ahogarme en el espanto del ruido.
Hay
tanto ruido en las comisuras del viento que el eco de los hombres se me ha
hecho insoportable.
El
murmullo ronda las esquinas donde los enamorados se dan el primer beso.
El
rumor de lo divino está en los pozos secretos de tu castillo antiguo.
El
inquisidor ha clavado su estaca en la morada de los que no vemos la luz amañada
de la noche.
Las
farolas son los testigos de esta esclavitud.
Quedarme
a solas es un ultraje para los falsos solidarios.
Por
eso huyo del llanto de los burócratas, lavanderos de un consuelo inmediato
y profanadores de mi dignidad tranquila.
Por
eso ahora busco el retiro en los astrolabios de la fe .
Tú,
que tienes esa fe que me hace dormir sentada abrazando una almohada sordomuda.
Tú,
que has sobrevolado descalza un valle de espinas sin temerle al coro de infames
que quiso esconder el lamento de los afligidos en tu cajón difunto.
Tú,
que me has hablado a la cara sin tenerme de frente, dime:
Dime
dónde he de acudir a hacer las paces con el destilador de la conciencia.
Y
dime si es tu dios esa conciencia.
Porque
he seguido a gatas el rastro de los ángeles y me he perdido.
Me
he perdido en la misma nada de siempre, la misma que espero cuando el presente
se llene de polvo y el futuro se caiga a pedazos en el vaticinio del tiemblo.
He
habitado unos instantes en una morada donde un celador me ha acusado de infiel.
Le
he dicho que voy de tu parte, pese a no seguir tu fe, y me ha dejado a solas
comulgando
con las ratas.
He
entrado en tu castillo sin tener la llave y me he colado por las alcobas atada
de manos y pies.
Y me
he puesto de rodillas rogando un pacto con las cruces.
Pero
las cruces me han remitido al labio de los astros.
La
boca que besa al mundo me ha hablado.
– La
salvación está en la lágrima y en el beso.
Y no
ha dicho nada más.
Lo
he comprendido.
Tú
eres esa lágrima perpetua sobre los huesos del desterrado.
Tú
eres el éxtasis de los mares, la transverberación en los cuerpos heridos,
la
devoción de los escribas generosos que ceden sus plumas al talento de las aves.
Y
yo,
tan
sólo una sierva devota que vierte su beso en la carne y sus delirios.
Así
lo he comprendido, yo habito en la otra fe.
GONZALO ROJAS
Transtierro
Miro
el aire en el aire, pasarán
estos años cuántos de viento sucio
debajo de los párpados cuántos
del exilio,
comeré
tierra
de la tierra bajo las tablas
del cemento, me haré ojo,
oleaje me haré
parado
en la roca de la identidad, este
hueso y no otro me haré, esta
música mía córnea
por
hueca.
Parto
soy, parto seré,
Parto, parto, parto.
MARCO MARTOS
Gonzalo
Rojas y Braulio Arenas
Desde
Chillán Gonzalo Rojas llegó a Santiago
para hablar con su amigo Braulio Arenas
“Perdí mi juventud en los burdeles”,
dijo Rojas, “perdí mis mocedades en los clubes de ajedrez”,
contestó Arenas.
– Los burdeles dan miedo y también alegría.
– Los clubes de ajedrez son un pánico en la vida.
– ¿Cómo se puede preferir la dama
inventada del juego de ajedrez
a la mujer verdadera del prostíbulo?
– No lo sé, ambas no se entregan nunca.
– Miente el que diga que disfruta en un club de ajedrez.
– Miente el que se refocila con la puta en un burdel.
– Miente el que acaricia el rostro de la dama.
– Miente el que juega ajedrez en el bulín.
– Nosotros somos ángeles y no mentimos nunca.
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