"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 19 de marzo de 2019
SEVERO SARDUY
ante el jardín clausurado
era el de un ciervo asustado.
La furia -más que el deseo-
de penetrar, era el reo
que lo impedía... Que ejerza,
según la torre se tuerza,
jaque anexo, desviada,
y cifre, en esa morada:
"más vale maña que fuerza".
REINA MARÍA RODRÍGUEZ
un vidrio, en la
ventana
él hacía ventanas con fragmentos de vidrio
recogidos del mar. (el color ámbar
detrás del vidrio desdibuja mi rostro,
su falsedad) sostener mi figura
rehacerla y romper
la miniatura de ser con la que conviví.
no regresar a ella para huir lentamente
en el límite de cada fragmento dispuesto
entre tus manos
como otro vidrio fundido en la ventana.
él hacía ventanas con fragmentos de vidrio
recogidos del mar. (el color ámbar
detrás del vidrio desdibuja mi rostro,
su falsedad) sostener mi figura
rehacerla y romper
la miniatura de ser con la que conviví.
no regresar a ella para huir lentamente
en el límite de cada fragmento dispuesto
entre tus manos
como otro vidrio fundido en la ventana.
XAVIER OQUENDO
Diva
Tiene azules ojos, es
maligna y bella;
cuando mira, vierte
viva luz extraña:
se asoma a sus
húmedas pupilas de estrella
el alma del rubio
cristal de Champaña.
Rubén Darío
La
reina de Saba era una fiesta. Con la luz de su candela fabricamos el baile.
Nos
enamoró el oído. Mordió nuestros besos y aprisionó en su piel nuestras
debilidades. Entonces, recalentados, como una merienda, la buscábamos en su
balcón de Julieta, escalando sus enredadas palabras.
Es hija
de Darío, el gran poeta, hermana de la princesa triste, qué tendrá la
princesa. Una reina venida a más. Por sus ojos caminaba un Dios, en su boca
actuó Greta Garbo.
Tuvo
amigas en Roma. Fue famosa como las melcochas. Se perfumaba en uva y enjuagaba
su cutis en las mañanas de luna.
El
tiempo caminó con firmeza implacable.
En ella
ahora muere un sol y vive entera la soledad que es el adiós a su reinado.
Ella es
su recuerdo.
SARA VANEGAS COVEÑA
voces
que reclaman tu garganta. voces oscuras. voces que se enredan en tu lengua y en
tus manos. voces que te atrapan
y te
encadenan al mar
CÉSAR DÁVILA ANDRADE
Profesión de fe
No hay angustia mayor que la de luchar envuelto
en la tela que rodea
la pequeña casa del poeta durante la tormenta.
Además,
están ahí las moscas,
veloces en su ociosidad,
buscando la sabor adulterina
y dale y dale vueltas
frente a las aberturas del rostro más entregado
a su verdadera cualidad.
El forcejeo con la tela obstructiva
se repliega en las cuevas comunicantes del corazón
o dentro de la glándula de veneno del entrecejo
cuyos tabiques son
verticales al Fuego
y horizontales al Éter.
Y la poesía, el dolor más antiguo de la Tierra,
bebe en los huecos del costado de San Sebastián
el sol vasomotor
abierto por las flechas.
Pero la voluntad del poema embiste
aquí
y
allá
la Tela
y elige, a oscuras aún, los objetos sonoros,
las riñas de alas,
los abalorios que pululan en la boca del cántaro.
Pero la tela se encoje y ninguna práctica
es capaz de renovar
la agonía creadora del delfín.
El pez sólo puede salvarse en el relámpago.
No hay angustia mayor que la de luchar envuelto
en la tela que rodea
la pequeña casa del poeta durante la tormenta.
Además,
están ahí las moscas,
veloces en su ociosidad,
buscando la sabor adulterina
y dale y dale vueltas
frente a las aberturas del rostro más entregado
a su verdadera cualidad.
El forcejeo con la tela obstructiva
se repliega en las cuevas comunicantes del corazón
o dentro de la glándula de veneno del entrecejo
cuyos tabiques son
verticales al Fuego
y horizontales al Éter.
Y la poesía, el dolor más antiguo de la Tierra,
bebe en los huecos del costado de San Sebastián
el sol vasomotor
abierto por las flechas.
Pero la voluntad del poema embiste
aquí
y
allá
la Tela
y elige, a oscuras aún, los objetos sonoros,
las riñas de alas,
los abalorios que pululan en la boca del cántaro.
Pero la tela se encoje y ninguna práctica
es capaz de renovar
la agonía creadora del delfín.
El pez sólo puede salvarse en el relámpago.
FLOR ALBA URIBE
Hoy
contiene mi cuerpo avidez de parcela.
Tendida, alegre,
abierta
bajo el sol llameante,
por los cuatro costados me recorre la vida
y destila en mi boca sus ardientes resinas.
Trasciende poro a poro mi desnudez propicia
pujante olor a tierra
blanda y recién volcada,
soy toda como un surco palpitante y ansioso,
un terreno baldío
que se vierte en promesa
y domina el primero que lo quiera sembrar
Tendida, alegre,
abierta
bajo el sol llameante,
por los cuatro costados me recorre la vida
y destila en mi boca sus ardientes resinas.
Trasciende poro a poro mi desnudez propicia
pujante olor a tierra
blanda y recién volcada,
soy toda como un surco palpitante y ansioso,
un terreno baldío
que se vierte en promesa
y domina el primero que lo quiera sembrar
El sol,
hoguera y lámpara, me dora e ilumina,
y cae sobre mi cuerpo
rotunda la mañana.
Y grito, danzo y giro,
y canto ennoblecida
por la suprema dicha
de reflejar la espiga
que tiembla en el fragante regazo de la tierra.
y cae sobre mi cuerpo
rotunda la mañana.
Y grito, danzo y giro,
y canto ennoblecida
por la suprema dicha
de reflejar la espiga
que tiembla en el fragante regazo de la tierra.
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