sábado, 20 de julio de 2013

ISABEL FRAIRE




Que haré…


que haré
me mataré
te mataré
lo mataré
no sé

un excelente estudio dionisíaco
sobresale del agua
mientras clavan poetas
sutiles sobresaltos

qué haré
comeré
beberé
soñaré
no sé

suena una campana en lo alto
del Rialto
las palomas se avientan en vuelos suicidas

no sé
qué haré

el día tiende alfombras de cristal
los edificios se sostienen en el aire
el silencio se acumula
el diafragma se perfora
y los mundos se desploman

se oye un grito
astillado
que se clava en el minuto
caen olvidos
y besos
apagados
y perros
apaleados
y cuchillos
asesinos

giran cuartos de hospitales con sus cóncavos delirios
poblados de ruidos infinitesimales que despiertan y

sostienen el desvelo yo yo yo
yo

lo vi
se quedó en mis ojos y

lo olvidé

y ahora
qué haré



JUAN LARREA




Alba de no entender nada


El horizonte salta a los ojos de su amor
arrastrando consigo la esperanza de sobrevivirse
en este olvido sonrosado de carne y de sí mismo
se está lejos de ser puro
en mi vida te veo
desleída inasible
los brazos se buscan los brazos se alargan
imaginarios
desde una a otra orilla de la llama

Quisieran matarme
pensando volver a verte
no hallarían de ti más que la esperanza de estar desnudo



MARIO BENEDETTI




Pero vengo



Más de una vez me siento expulsado y con ganas
de volver al exilio que me expulsa
y entonces me parece que ya no pertenezco
a ningún sitio, a nadie.
¿Será en indicio de que nunca más
podré no ser un exiliado?
¿Qué aquí o allá o en cualquier parte
siempre habrá alguien que vigile y piense,
éste a qué viene?
Y vengo sin embargo tal vez a compartir cansancio y vértigo
desamparo y querencia
también a recibir mi cuota de rencores
mi reflexiba comisión de amor
en verdad a qué vengo
no lo sé con certeza
pero vengo.


MANUEL DURÁN



La lluvia 


Sólo la luz de la tarde,
el brillo celeste que cae,
loco, rendido,
corriendo hacia mí mismo,
la luz que se va de viaje, que salta
de la orilla de una nube
a la orilla blanca de la calle
con la tristeza inconsciente
de un árbol
de luz que se deshoja. 


De "Ciudad asediada"


CARLOS PELLICER




En el silencio de la casa, tú...



En el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.

Todo a puertas  cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.

Yo no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner mis labios junto a mis preguntas
-sencilla, eterna flor de preguntarte-
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!

Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.

Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema.



CARLA VALDÉS DEL RÍO




El Después



Penetro tu sintaxis corpórea
en la inmediatez del grito,
deambulo en la memoria de tu cuerpo
y me quedó:
Exhausta
Original
Trascendente,
siendo un mantra en nuestros hilos de respiración.

En el después, se arrincona una mirada inexistente
un viento de paloma en el hueco del mundo
el parto de dos huesos crudos expandiendo el origen
un titular que no nos habla sino desde el regreso.

Recorro entonces, el reposo
lentamente en un movimiento entregado a la materia inicial
del fragmento
que nos corta.