viernes, 19 de julio de 2019


ALBERTO DESTEPHEN





San Buenaventura



Detenido el reloj,                       
el cansancio de la iglesia               
golpea                                   
la campana del cerebro.                 
Como llanto de estrella                 
hacia el rojo,                           
las calles se esconden.                 
La luna somnolienta                     
languidece                               
en las perspectivas de las esquinas.     
Las casas tiemblan                       
con ventanas                             
de ojos cerrados.                       
Las adolescentes,                       
con la luz dormida en su pecho,         
lloran con olor a flores blancas.        



OTONIEL GUEVARA




Por la noche

                                               a Roberto Armijo



El poeta en la noche eternamente extranjera
irrumpe con su lámpara de serena amargura

Sonríe a los mendigos
Sonríe a los murciélagos
Sonríe al millonario que casi lo atropella

Su lámpara se aviva
pero nadie la escucha


FABRICIO ESTRADA





Ocho a.m.



                                8:00 A.M.

Llego a la hora en punto.
De esta forma,
el tiempo adquiere matices históricos.
Marco tarjeta
y busco a tientas mi escritorio.
Ya no dirán nada,
he cumplido con llegar
y esto para ellos es suficiente.

Ahora me verán callar,
yendo del baño a la fuente de agua,
de la fuente de agua al baño
y no sabrán que transito siglos atrás,
por montañas del Ponto
y ríos de Mongolia,
acompañando a Julio César y exigiendo
un desfile con elefantes y timbales.
Luchas atrás,
con Gensis Khan
por una larga estepa y con un buen caballo;
con Ibn Batuta y Marco Polo,
junto a walkirias que me ungen
entre los muertos de Germania.

Y nadie sospechará,
me dejarán tranquilo
con mi rostro atento,
dirán que cumplo
y me pagarán por ello.


De: “Poemas Contra el Miedo”



FRANCISCO AZUELA





Aztecal viii



En este poema de muertos
se te murió tu padre,
se murieron tu abuelo y tu siembra
y se acabó la tarde en una mirada.

En este poema de muertos
se murió el amor de tus antiguos,
se murieron tus pájaros
y se calló la estrella de tu frente
como un puñado de rosas enfermas.

En este poema de muertos
se te murió la vida,
y por segunda vez se te murió la patria
cuando tú te quedaste mirando
como un arco iris sin color.

En este poema de muertos
se te partió la sangre en dos ríos azules,
y un esqueleto de sombras
en tus ojos de nieve
busca a pesar de todo, la libertad de tu pueblo.


De: “La Parole Ardente”




JAIME SILES





Marina



Una antorcha es el mar y, derramada
por tu boca, una voz de sustantivos,
de finales, fugaces, fugitivos
fuegos fundidos en tu piel fundada.

Una nieve navega resbalada
en resplandor de ojos reflexivos,
de sonoros silencios sucesivos
y de sol en la sal por ti mojada.

La turbamulta del color procura
dejar sobre tu tez la tatuada
totalidad miniada de la espuma.

Tu cuerpo suena a mar. Y tu figura,
en la arena del aire reflejada,
a sol, a sal, a ser, a son, a suma.


OTONIEL MARTÍNEZ





Otra vez los sueños



Los sueños acarrean
lentamente su sangre  a la orilla enemiga
de otro sueño de sangre
mientras el viejo sol
apura su cicuta
de sombra.

Un caballo desnudo
se sumerge en el azul
embravecido del horizonte  y una luz descalza


borda llamas en el infinito
arco de su galope.


De: “Revista de Poesía Prometeo”