"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 7 de diciembre de 2017
JUAN JOSÉ ARREOLA
Cuento
de horror:
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus
apariciones.
De: “Doxografías”
JEANNETTE CLARIOND
He de llorar
He de
llorar
a mitad del río,
a mitad del puente
el fuego del amor.
Es la pregunta de la carne,
alas y caricias
de lumbre hasta los huesos, he
de llorar.
a mitad del río,
a mitad del puente
el fuego del amor.
Es la pregunta de la carne,
alas y caricias
de lumbre hasta los huesos, he
de llorar.
PAULINA VINDERMAN
Finalmente
una tarde a punto de extinguirse
llega la notificación.
Habla de un destino remoto, tropical, casi ansiado,
de una inseguridad sutil.
Pero esta ciudad es una serpiente que muda de piel
y ya no puede recordar sus sueños.
La luz cae como una casa que se derrumba
y me enamoro de este corredor de piedra, de esta orfandad
cargada de lenguaje.
El cafetero espera para cobrar su deuda
mientras hago entrar en una caja azul varios años
y un día.
Es una derrota y un salvoconducto
y la emoción un simulacro de incendio de la memoria
tan fallido como real.
Miro mi árbol y guardo el lápiz mordido en la base,
como si fuera un incensario precolombino.
Esa mujer que se pierde en la noche, incandescente
de angustia, debo ser yo.
Una noche suave, indefinida, lavada por las estrellas jóvenes.
Bajo las arcadas del Paseo
veo cómo la luna se fotografía a sí misma sobre cada
columna:
vaticinios de una chatarra que no contemplaré.
La migración es tan vieja como la historia,
pero la historia es una laguna seca esta noche.
Voy por un mapa, los poemas de Yeats y alguna camisa para
dormir.
No me daré vuelta,
no bordé mis iniciales sobre nada ni nadie en esta ciudad
calcinada
(la ciudad donde los leones lloran).
llega la notificación.
Habla de un destino remoto, tropical, casi ansiado,
de una inseguridad sutil.
Pero esta ciudad es una serpiente que muda de piel
y ya no puede recordar sus sueños.
La luz cae como una casa que se derrumba
y me enamoro de este corredor de piedra, de esta orfandad
cargada de lenguaje.
El cafetero espera para cobrar su deuda
mientras hago entrar en una caja azul varios años
y un día.
Es una derrota y un salvoconducto
y la emoción un simulacro de incendio de la memoria
tan fallido como real.
Miro mi árbol y guardo el lápiz mordido en la base,
como si fuera un incensario precolombino.
Esa mujer que se pierde en la noche, incandescente
de angustia, debo ser yo.
Una noche suave, indefinida, lavada por las estrellas jóvenes.
Bajo las arcadas del Paseo
veo cómo la luna se fotografía a sí misma sobre cada
columna:
vaticinios de una chatarra que no contemplaré.
La migración es tan vieja como la historia,
pero la historia es una laguna seca esta noche.
Voy por un mapa, los poemas de Yeats y alguna camisa para
dormir.
No me daré vuelta,
no bordé mis iniciales sobre nada ni nadie en esta ciudad
calcinada
(la ciudad donde los leones lloran).
De "El muelle"
MIJAIL LAMAS
I’m so happy ‘cause
today
I’ve found my
friends…
They’re in my head…
(Nirvana)
He
tenido amigos de la fuga y el regreso,
sin
libros que devolver,
sin
consejos realmente valorados.
Quienes
creyeron en la poesía y despertaron buscando trabajo
o
renunciando a ello.
Quienes
presintieron un poema a la orilla del sueño
y se
hundieron por la vista en las arenas del lenguaje.
Quienes,
en un intento de la más alta rebeldía,
se
fugaron de una casa en la que vivían solos.
Quienes
correctamente vestidos volvían sucios de la calle y la humillación.
Quienes
creyeron en mi canto como en un balbuceo hermoso,
sin
tigre ni relámpago,
quienes
vieron caer los ideales de un siglo con los brazos cruzados
pero
celebraron un juego de baloncesto,
dicha
más grande que todas las revoluciones.
De: “Cuaderno de Tyler Durden”
MIGUEL VEYRAT
SANDRA URIBE PÉREZ
[Tenue desnudez]
Te
acercas al borde del abismo
y
presientes la luz debajo de la niebla.
Sabes
que la música es un silencio triste
en los
parajes del miedo,
que el
alba ha dejado de existir
y ya no
te acompañará.
Descubres
el frío,
la
carne rota y la desazón,
y
entonces comprendes
que a
pesar de todo eres apetitoso para la muerte
y su
corte de gusanos.
Ahora
que la luz es sólo un delirio,
ahora
que la voz del aire
se
observa carcomida por la sombra,
despiertas
sin despertar.
Hurgas
entre los pensamientos
y la
última imagen
es la
de un túnel saliendo de ti:
la
tenue desnudez.
¿De qué
te sirve repartir los huesos,
leerte
entre los “colmillos” de los hambrientos,
oler la
noche y creer que se trata de estrellas podridas?
Todo
inútil.
El
hedor, el brillo roto y el hastío asedian tus horas extraviadas.
Todo
inútil.
Son
ruidosos los días en que sólo te ocupa el silencio.
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