sábado, 9 de abril de 2022


 

GONZALO ROJAS

 

 

Carta del suicida



Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.

 

 

FRIDA KAHLO

 

  

Números, la economía

 

 

Números, la economía
la farsa de la palabra,
los nervios azules son.
No sé porqué - también rojas,
pero llenos de color.

Por los números redondos
y los nervios coloridos
las estrellas están hechas
y los mundos son sonido

Yo quisiera abrigar
ni la menor esperanza,
todo se mueve al compás
de lo que encierra la panza

 

 

JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ

 


 

de pronto new york

se quedó sin joseph brodsky

pasan las risotadas de un carro antiguo
un tipo tembloroso te ofrece lo que quieras
las prostitutas en abrigo se cubren el viento entre ellas
unos uniformados salen de un bar completamente ebrios
un vagabundo extiende la mano
al final de la calle se enciende la tortea
de una patrulla de policía que despacito vira hacia la derecha
una pareja sale del teatro
dos negros conversan
y en el aparador de enfrente
cuelgan silenciosas
un par de medias de seda
que parecen ser más imprescindibles que nosotros

 

 

SALVADOR NELIDA

 

  

Los días transparentes

 

 

Se han quebrado
los días transparentes,
el universo
sin orillas,
la ráfaga secreta
del verano.
Se han ido desgastando
las impetuosas
vibraciones
que nos hicieron
descubrir el árbol,
la presencia
del viento,
el dulce sobresalto
del amor
y su vértigo.
Ya nada permanece
y sin embargo
todavía es posible
dejarse ir
hacia el momento
incontrolable
en que el vacío
se hizo territorio
de pájaros
y el ciego laberinto se abrió a la luz
y a su infinito
relámpago.

 

De: “Tomar distancia”

 

 

DENISE LEVERTOV

 

 

Querer la luna

 

 

La luna no. Una flor
del otro lado del agua.

El agua pasa rauda en la crecida,
y arrastra por la melena un árbol,

un establo, un puente. La flor
canta en la orilla lejana.

Una flor no, un pájaro que grita
escondido entre los árboles más negros, música

sobre el agua, que saca un silencio
de los pliegues marrones del manto del río.

La luna. No, un joven que camina
bajo los árboles. Hay fulgores

entre las hojas.
Tierno, sabio, alegre,

con el rostro despierto por su propia luz,
lo veo a través del agua como en un primer plano.

Un bufón. La música de sus cascabeles suena
solemne, un canto de aflicción

con el que bailo en mi orilla.

 

ÓSCAR CASTRO

 

 

Romance de barco y junco

 

 

El junco de la rivera
y el doble junco del agua,
en el país de un estanque
donde el día se mojaba,
donde volaban, inversas,
palomas de inversas alas.

El junco batido al viento
-estrella de seda y plata-
le daba la espalda al cielo
y hacia el cielo se curvaba,
como un dibujo salido
de un biombo de puertas claras.

El estanque era un océano
para mi barco pirata:
mi barco que por las tardes
en un lucero se anclaba,
mi barco de niño pobre
que me trajeron por pascua
y que hoy surca este romance
con velas anaranjadas.

Estrella de marineros,
en junco al barco guiaba.
El viento azul que venía
dolorido de fragancias,
besaba de lejanías
mis manos y mis pestañas
y era caricia redonda
sobre las velas combadas.

Al río del pueblo, un día,
llevé mi barco pirata.
lo dejé anclado en la orilla
para hacerle una ensenada;
mas lo llamó la corriente
con su telégrafo de aguas
y huyó pintando la tarde
de letras anaranjadas.

Dos lágrimas me trizaron
las pupilas desoladas.
en la cubierta del barco
se fue, llorando, mi infancia.

Romance de hombre nocturno

Mi yegua subía, lenta
con firmes pasos de bronce.
La noche de crucifijos
fulgía sobre los montes.

Andaba el agua desnuda
En claras conversaciones
Con los grillos y las piedras
Y las huidas canciones

Es mala la noche amigo,
y en el monte andan ladrones

¡Buen viejo!, me lo decía
allá en el campo de trojes
y un sobresalto rondaba
por sus pupilas de azogue.

Pero era buena la sombra
Madura de oros y olores
¿Miedo?, mi yegua era firme
y yo llevaba un revolver en el cinto
y en el pecho, un ancho
corazón de hombre.

Sin embargo, sin embargo,
mi mano sobresaltose.
Cuatro jinetes venían,
Pausados bajando el monte.
Los vi recortarse, negros
Contra las constelaciones.

Mi bestia irguió las orejas
en agudos aguijones
Y la estría de un lucero
Rieló sobre mi revolver.