jueves, 5 de diciembre de 2013

JOSÉ ASUNCIÓN SILVA




Luz de luna



Ella estaba con él...a su frente
tan bella y tan pálida,
penetrando a través de los vidrios
de la antigua ventana
de la luna distante venían
los rayos de plata.

El estaba a sus pies. De rodillas
mirando las vagas
visiones que cruzan en horas felices
los cielos del alma.
Con las trémulas manos asidas,
con el mudo fervor de quien ama,
palpitando en los labios los besos,
entrambos hablaban
el mudo lenguaje
sin voz ni palabras
en que, en horas de dicha suprema,
tembloroso el espíritu habla.....

El silencio que crece....la brisa
que besa las ramas
dos seres que tiemblan....la luz de la luna
que el paisaje baña.
¡Amor, un momento, detén allá el vuelo,
murmura tus himnos y pliega las alas!

Anoche, una fiesta
con su grato bullicio animaba
de ese amor el tranquilo escenario.
¡Oh burbujas del rubio champaña!
¡Oh perfume de flores abiertas!
¡Oh girar de desnudas espaldas!
¡Oh cadencia del valse que ya mueve
torbellinos de tules y gasas!

Allí estuvo más linda que nunca;
por el baile tal vez agitada;
se apoyó levemente en mi brazo;
dejamos las salas,
y un instante después penetramos
en la misma estancia
que un año antes no más la había visto
temblando callada,
cerca de él...
Amorosos recuerdos,
tristezas lejanas,
cariñosas memorias que vibran
cual sones de arpas,
tristezas profundas
del amor, que en sollozos estallan,
presión de sus manos,
son de sus palabras,
calor de sus besos,
¿por qué no volvisteis a su alma?

A su pecho no vino un suspiro,
a sus ojos no vino una lágrima,
ni una nube nubló aquella frente
pensativa y pálida
y mirando los rayos de luna
que al través de la reja llegaban,
murmuró con su voz donde vibran,
como notas y cantos y músicas
de campanas vibrantes de plata:
¡Qué valses tan lindos!
¡Qué noche tan clara!




JORGE GAITÁN



  
Amantes II



Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.



LAURA VICTORIA




Cuando regreses


Cuando regreses no hallarás siquiera
las huellas del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y las verbenas rojas se secaron.

Esos versos filiales que me oías
cogiéndome las manos,
cambiáronse por otros calcinantes
que visten mi alma de ropaje cárdeno.

Y esas dulces promesas que en tus brazos
hacíasme temblando,
son una cuerda rota en mis oídos
y ni un eco doliente me dejaron.

Naufragaron también en mis pupilas
tus ojos de gitano,
y en mi boca se helaron en silencio
las huellas calcinantes de tus labios.

Cuando regreses no hallarás siquiera
vestigios del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y en mi boca tus besos se borraron.



LEÓN DE GREIFF





Cancioncilla



Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño...

Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.

Quise una vez y desde nunca 
-ya la querré y hasta que muera-
a ésa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la Primavera.

Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a ésa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.

Quise una vez -jamás la olvide
vivo ni muerto- a ésa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer...

Y ésa mujer se llama... Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?


MEIRA DELMAR




El milagro


Pienso en ti.

La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.

Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,

Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.


PIEDAD BONNETT




Confesión



Para tus ojos
quisiera yo beber el agua dulce azogue,
y amanecer cubierta de polvos de metales
como una joven faraona muerta.
Robarle su color a los almendros,
y hundiéndome en el lodo feroz de los pantanos
lustrar mi desnudez
para tus ojos.
Recuperar la luz de las espadas
y hacerla batallar en mis pupilas.
Tornarme espléndida
como una esclava etrusca cuya cabeza calva
perturba el sueño de los mercaderes,
como iracunda araña al sol del mediodía,
como la dentadura feroz de los guerreros,
como el líquido
despertar matutino de las dianas.

(Pero todo esto no es sino literatura
y debo resignarme a sonreírte
sin existir, quizá para tus ojos).