viernes, 31 de octubre de 2014

JAIME VELASCO LUJÁN

 

2

 

Juegan pelota
los niños
como jugarse
la vida.

 

 

JOSÉ MARÍA EGUREN


 
El andarín de la noche

 

El oscuro andarín de la noche
Detiene el paso junto a la torre,
Y al centinela
Le anuncia roja, cercana la guerra.

Le dice al viejo de la cabaña
Que hay batidores en la sabana;
Sordas linternas
En los juncales y oscuras sendas.

A las ciudades capitolinas
Va el pregonero de la desdicha;
Y en la tiniebla
Del extramuro, tardo se aleja.

En la batalla cayó la torre;
Siguieron ruinas, desolaciones;
Canes sombríos
Buscan los muertos en los caminos.


Suenan los bombos y las trompetas
Y las picotas y las cadenas;
Y nadie ha visto, por el confín;
Nadie recuerda
Al andarín.

 

PEDRO MIGUEL OBLIGADO



Nada más

 

¿Nada más que tu amble disciplina merezco,
Y el cariño oportuno que dices que me das,
Y sonrisas piadosas para el mal que padezco?
¿Nada más, nada más?
Yo sé que no te he dado sino un alma sincera,
Y un amor que no buscas y que no buscarás,
Y los días opacos de una vida cualquiera.
Nada más, nada más…
Tal vez como un sonido que se pierde en la altura,
Vagamente en ti misma, mi ensueño sentirás;
Y será mi recuerdo, delicada amargura.
Nada más, nada más…
Pero cuesta volverla juiciosa, a la esperanza,
Mostrarle que su ensueño querido está de más,
Y sólo es una sombra que sobre el suelo danza.
Nada más, nada más…

 

 

PEDRO SALINAS



La voz a ti debida

 
 
Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.


Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

 

 

FABIO MORABITO



Bahía Quina

                                                                     A Ethel

 

Esta mujer que abandona en la arena
su cuerpo es una roca que dibuja
la luz del mediodía, roca oscura
sin sed, sin ojos, sin sombra siquiera.

Esta mujer está tendida y sueña
que es una roca que la luz dibuja
en esta playa sin nombre. Sin duda
hay un ritmo de olas en sus venas.

En esta rada entra el mediodía
y borra los contornos de las rocas
y borra el mar de innumerables cuencas.

Y mientras sueña esta mujer tendida
que es una roca fija, una ola
se mete entre sus pies y la despierta.

De "Lotes baldíos"


 

 

OCTAVIO PAZ



Tendida y desgarrada...

 

Tendida y desgarrada,
a la derecha de mis venas, muda;
en mortales orillas infinita,
inmóvil y serpiente.

Toco tu delirante superficie,
los poros silenciosos, jadeantes,
la circular carrera de tu sangre,
su reiterado golpe, verde y tibio.

Primero es un aliento amanecido,
una oscura presencia de latidos
que recorren tu piel, toda de labios,
resplandeciente tacto de caricias.

El arco de las cejas se hace ojera.
Ay, sed, desgarradora,
horror de heridos ojos
donde mi origen y mi muerte veo,
graves ojos de náufraga
citándome a la espuma,
a la blanca región de los desmayos
en un voraz vacío
que nos hunde en nosotros.

Arrojados a blancas espirales
rozamos nuestro origen,
el vegetal nos llama,
la piedra nos recuerda
y la raíz sedienta
del árbol que creció de nuestro polvo.

Adivino tu rostro entre estas sombras,
el terrible sollozo de tu sexo,
todos tus nacimientos
y la muerte que llevas escondida.
En tus ojos navegan niños, sombras,
relámpagos, mis ojos, el vacío.

 

 

 

 

jueves, 30 de octubre de 2014

EDUARDO LIZALDE



Recuerdo que el amor era una blanda furia...

'Lo he leído, pienso, lo imagino;
existió el amor en otro tiempo.'
Será sin valor mi testimonio.

Rubén Bonifaz Nuño

 

 
Recuerdo que el amor era una blanda furia
no expresable en palabras.
Y mismamente recuerdo
que el amor era una fiera lentísima:
mordía con sus colmillos de azúcar
y endulzaba el muñón al desprender el brazo.
Eso sí lo recuerdo.
Rey de las fieras,
jauría de flores carnívoras, ramo de tigres
era el amor, según recuerdo.
Recuerdo bien que los perros
se asustaban de verme,
que se erizaban de amor todas las perras
de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor
—como si lo estuviera viendo—.

Lo recuerdo casi de memoria:
los muebles de madera
florecían al roce de mi mano,
me seguían como falderos
grandes y magros ríos,
y los árboles —aun no siendo frutales—
daban por dentro resentidos frutos amargos.
Recuerdo muy bien todo eso, amada,
ahora que las abejas
se derrumban a mi alrededor
con el buche cargado de excremento

 

JOSEFINA PLA



Desnudo día

 

En el paisaje nuevo
En el paisaje nuevo en que estarás conmigo
reposará la tarde como una flor caída.

Nos habremos deseado
tanto, que el beso habrá muerto.

Yo lo veré en tus ojos, maduros de otra sombra.
Ojos de un valle ausente. Ojos con otra luna

Entre los dos corazones
llorará tu voz
antigua.

...Una tarde peinada con una raya oscura.
Tú tendrás la mitad más dulce de la vida.

Las camelias de tu boca
morirán en otro tiempo.

...Y aquella tarde mía, ya no será la tuya.

 

1936

JOSÉ HIERRO



Llegada al mar

 

Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Como sentirse con las manos
en flor, palpando la alegría.
Como escuchar el grave acorde
de la resaca y de la brisa.

Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Era en otoño, y en otoño
llego, otra vez, a tus orillas.
(De entre tus ondas el otoño
nace más bello cada día.)

Y ahora que yo pensaba en ti
constantemente, que creía...

(Las montañas que te rodean
tienen hogueras encendidas.)

Y ahora que yo quería hablarte,
saturarme de tu alegría...

(Eres un pájaro de niebla
que picotea mis mejillas.)


Y ahora que yo quería darte
toda mi sangre, que quería...

(Qué bello, mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida.)

 

 

 

 

FRANKLIN MIESES BURGOS



Canción de la noche larga

 

En la noche y bajo una
muda elocuencia de piedra,
la sombra de los cipreses
es como un grito en la niebla.

Coros de voces descalzas
ponen sus ágiles pies
sobre las copas oscuras
de los árboles; después
la aguda espada de un grillo
hiere un hermoso silencio
de blanca carne de lirio
y de cabellos de incienso.

Yo sueño con que tus manos
se van perdiendo a lo lejos
como dos trémulas alas
tras la negrura del cielo.

Soledad de soledades:
mi corazón está solo
frente a esta noche que crece
como un rosal sin colores.

Si pudiera ver el mar
que me recuerdan tus ojos,
se trocarían en lumbres
mis soledades en sombra;
se llenaría de flores
el limonero más alto;
con sus mejores kimonas
vendrían las mariposas
de donde nadie lo sabe;
la luna se iría entonces
cantando por otra calle,
y una frescura de infancia
se me entraría en el alma:
ya no sería yo el mismo,
el de esta noche tan larga;
con otro cuerpo distinto
y el corazón en las manos
retornaría de nuevo
para jugar en la playa.

Canciones de primavera.
Olor a tierra mojada.

¡Todo si viera tus ojos
en esta noche tan larga!


VICENTE ALEIXANDRE



No busques, no

 

Yo te he querido como nunca.
Eras azul como noche que acaba,
eras la impenetrable caparazón del galápago
que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz.
Eras la sombra torpe
que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios.

De nada serviría besar tu oscura encrucijada de sangre alterna,
donde de pronto el pulso navegaba
y de pronto faltaba como un mar que desprecia a la arena.
La sequedad viviente de unos ojos marchitos,
de los que yo veía a través de las lágrimas,
era una caricia para herir las pupilas,
sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa.

Cuán amorosa forma
la del suelo las noches del verano
cuando echado en la tierra se acaricia este mundo que rueda,
la sequedad oscura,
la sordera profunda,
la cerrazón a todo,
que transcurre como lo más ajeno a un sollozo.

Tú, pobre hombre que duermes
sin notar esa luna trunca
que gemebunda apenas si te roza;
tú, que viajas postrero
con la corteza seca que rueda entre tus brazos,
no beses el silencio sin falla por donde nunca
a la sangre se espía,
por donde será inútil la busca del calor
que por los labios se bebe
y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul si la noche es de plomo.

No, no busques esa gota pequeñita,
ese mundo reducido o sangre mínima,
esa lágrima que ha latido
y en la que apoyar la mejilla descansa.

 

De "La destrucción o el amor" 1932 - 1933


 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN

 

Dedicatoria

 

Cuanto en mí vierte luz y armonía
ha nacido a tus besos de miel;
yo soy bardo y tribuno, alma mía,
porque tú eres aliento y laurel.

Si he lanzado una piedra a los cielos,
si fui cruel, no me guardes rencor;
confesando que ha sido por celos,
harto digo que fue por amor.

No te aflijas si el nauta suspira
tanto nombre en las noches del mar;
si son muchos los astros que mira,
uno solo es la Estrella Polar.

La esperanza, luchando y venciendo,
me promete sin par galardón;
¡a ti vaya, sangrando y gimiendo,
este libro, que es un corazón!

Cuanto en mí vierte luz y armonía
ha nacido a tus besos de miel;
yo soy bardo y tribuno, alma mía,
porque tú eres aliento y laurel.

 

 

miércoles, 29 de octubre de 2014

ANTONIO MACHADO

 

Anoche cuando dormía...

 

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;

y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

 

RAMÓN DEL VALLE INCLAN



Ave

 

¡Oh, lejanas memorias de la tierra lejana,
olorosas a yerbas frescas por la mañana!
¡Tierra de maizales húmedos y sonoros
donde cantan del viento los invisibles coros,
cuando deshoja el sol la rosa de sus oros,
en la cima del monte que estremecen los toros!

¡Oh, los hondos caminos con cruces y consejas,
por donde atardecido van tranqueando las viejas,
cargadas con la leña robada en los pinares,
la leña que de noche ha de alumbrar en los llares,
mientras cuenta una voz los cuentos seculares,
y a lo lejos los perros ladran en los pajares!

¡Oh, tierra de la fabla antigua, hija de Roma,
que tiene campesinos arrullos de paloma!
El lago de mi alma, yo lo siento ondular
como la seda verde de un naciente linar,
cuando tú pasas, vieja alma de mi lugar,
en la música de algún viejo cantar.

¡Oh, tierra, pobre abuela olvidada y mendiga,
bésame con tu alma ingenua de cantiga!
Y que aromen mis versos como aquellas manzanas
que otra abuela solía poner en las ventanas,
donde el sol del invierno daba por las mañanas.
¡Oh las viejas abuelas, las memorias lejanas!

 

 

AMADO NERVO



Madrigal

 

Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.

Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.

 

 

 

 

FRANCISCO BRINES

 

Conversación con un amigo

 

Se me ha quemado el pecho, como un horno
Por el dolor de tus palabras
Y también de las mías.
Hablamos del mundo, y desde el cielo
Descendía su paz a nuestros ojos.
Hay momentos del hombre en que le duele
Amar, pensar, mirar, sentirse vivo,
Y se sabe en la tierra por azar
Solo, inútilmente en ella.
Como si se tratase de algo ajeno
Hablamos de nosotros
Y nos vimos inciertos, unas sombras.

Con poca fe, con las creencias rotas
Con un madero en la marea,
Con toda la esperanza naufragando
Porque no es la que llega a nuestra barca,
Sólo la caridad nos redimía
Del mal nuestro de ser.
Mirábamos la calle, rodeados
De luz, de tiempo, de palabras, de hombres.

 

De Palabras a la oscuridad, 1966

 

 

JOSÉ EMILIO PACHECO



Homenaje a la cursilería

 
Amiga que te vas:
quizá no te vea más.
Ramón López Velarde

 
 

Dóciles formas de entretenerte, olvido:
recoger piedrecillas de un río sagrado
y guardar las violetas en los libros
para que amarilleen ilegibles.

Besarla muchas veces y en secreto
en el último día,
antes de la terrible separación;
a la orilla
del adiós tan romántico
y sabiendo
(aunque nadie se atreva a confesarlo)
que nunca volverán las golondrinas.

(No me preguntes cómo pasa el tiempo)

 

 

 

DELMIRA AGUSTINI



Ceguera

 

Me abismo en una rara ceguera luminosa,
un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
¿Se
ha prendido en mí como brillante mariposa,
o en su disco de luz he quedado prendida?
No sé...
Rara ceguera que me borras el mundo,
estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.

¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!

 

martes, 28 de octubre de 2014

PEDRO SALINAS



Ámsterdam

 

Esta noche te cruzan
verdes, rojas, azules, rapidísimas
luces extrañas por los ojos.
¿Será tu alma?
¿Son luces de tu alma, si te miro?
Letras son, nombres claros
al revés, en tus ojos.
Son nombres: Universum,
se iluminan, se apagan, con latidos
de luz de corazón. Universum.
Miro; ya sé; ya leo:
Universum cinema, ocho cilindros,
saldo de blanco junto a las estrellas.
Te quiero así inocente, toda ajena,
palpitante
en lo que está fuera de ti, tus ojos
proclamando las vívidas
verdades de colores de la noche.
Las compraremos todas
cuando se abran las tiendas, ahora mismo
-Universum cinema-, cuando bese
las luces de tu alma, sí, las luces,
anuncios luminosos de la vida
en la noche, en tus ojos.

 

 

 

RUBÉN DARÍO




A Juan Ramón Jiménez.

  

I

¿Qué signo haces, oh cisne, con tu encorvado cuello
Al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
Tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Yo te saludo ahora como en versos latinos
Te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
Y en diferentes lenguas la misma canción.

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez...

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
Den a las frentes pálidas sus caricias más puras
Y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
De nuestras mentes tristes las ideas oscuras.

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
Se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
Casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
Y somos mendigos de nuestras pobres almas.

Nos predican la guerra con águilas feroces,
Gerifaltes de antaño revienen a los puños,
Mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
Ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.

Faltos de los alientos que dan las grandes cosas,
¿Qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
Y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América española como la España entera
Fija está en el Oriente de su fatal destino;
Yo interrogo a la esfinge que el porvenir espera
Con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

He lanzado mi grito, cisnes, entre vosotros
Que habéis sido los fieles en la desilusión,
Mientras siento una fuga de americanos potros
Y el estertor postrero de un caduco león...

Y un Cisne negro dijo: "La noche anuncia el día".
Y uno blanco: "¡La aurora es inmortal, la aurora
Es inmortal!" ¡Oh, tierras de sol y armonía,
Aún guarda la esperanza la caja de Pandora!
 

II. En la muerte de Rafael Núñez

El pensador llegó a la barca negra;
Y le vieron hundirse
En las brumas del lago del misterio,
Los ojos de los cisnes.
Su manto de poeta
Reconocieron los ilustres lises
Y el laurel y la espina entremezclados
Sobre la frente triste.

A lo lejos alzábanse los muros
De la ciudad teológica, en que vive
La sempiterna paz. La negra barca
Llegó a la ansiada costa, y el sublime
Espíritu gozó la suma gracia;
Y, ¡oh Montaigne! Núñez vio la cruz erguirse,
Y halló al pie de la sacra Vencedora
El cadáver helado de la esfinge.


III

Por un momento, ¡oh cisne!, juntaré mis anhelos
A los de tus dos alas que abrazaron a Leda,
Y a mi maduro ensueño, aún vestido de seda,
Dirás, por los Dioscuros, la gloria de los cielos.

Es el otoño. Ruedan de la flauta consuelos.
Por un instante, ¡oh cisne!, en la oscura alameda
Sorberé entre dos labios lo que el pudor me veda,
Y dejaré mordidos escrúpulos y celos.

Cisne, tendré tus alas blancas por un instante,
Y el corazón de rosa que hay en tu dulce pecho
Palpitará en el mío con su sangre constante.

Amor será dichoso, pues estará vibrante
El júbilo que pone al gran Pan en acecho
Mientras su ritmo esconde la fuente de diamante.


IV

Antes de todo, ¡gloria a ti, Leda!
Tu dulce vientre cubrió de seda
El Dios. ¡Miel y oro sobre la brisa!
Sonaban alternativamente
Flauta y cristales, Pan y la fuente.

¡Tierra era canto, cielo sonrisa!
Ante el celeste, supremo acto,
Dioses y bestias hicieron pacto.
Se dio a la alondra la luz del día,
Se dio a los búhos sabiduría
Y melodía al ruiseñor.

A los leones fue la victoria,
Para las águilas toda la gloria
Y a las palomas todo el amor.
Pero vosotros sois los divinos
Príncipes. Vagos como las naves,
Inmaculados como los linos,
Maravillosos como las aves.

En vuestros picos tenéis las prendas
Que manifiestan corales puros.
Con vuestros pechos abrís las sendas
Que arriba indican los Dioscuros.
Las dignidades de vuestros actos,
Eternizadas en lo infinito,
Hacen que sean ritmos exactos,
Voces de ensueño, luces de mito.

De orgullo olímpico sois el resumen,
¡Oh, blancas urnas de la armonía!
Ebúrneas joyas que anima un numen
Con su celeste melancolía.
¡Melancolía de haber amado,
Junto a la fuente de la arboleda,
El luminoso cuello estirado
Entre los blancos muslos de Leda!

 

 

LEOPOLDO LUGONES


 
La blanca soledad

 

Bajo la calma del sueño,
Calma lunar de luminosa seda,
La noche
Como si fuera
El blanco cuerpo del silencio,
Dulcemente en la inmensidad se acuesta...
Y desata
Su cabellera,
En prodigioso follaje
De alamedas.

Nada vive sino el ojo
Del reloj en la torre tétrica,
Profundizando inútilmente el infinito
Como un agujero abierto en la arena.
El infinito,
Rodado por las ruedas
De los relojes,
Como un carro que nunca llega.

La luna cava un blanco abismo
De quietud, en cuya cuenca
Las cosas son cadáveres
y las sombras viven como ideas,
y uno se pasma de lo próxima
Que está la muerte en la blancura aquella.
De lo bello que es el mundo
Poseído por la antigüedad de la luna llena.
y el ansia tristísima de ser amado,
En el corazón doloroso tiembla.

Hay una ciudad en el aire,
Una ciudad casi invisible suspensa,
Cuyos vagos perfiles
Sobre la clara noche transparentan.
Como las rayas de agua en un pliego,
Su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana,
Que angustia con su absurda presencia.

¿Es una ciudad o un buque
En el que fuésemos abandonando la tierra.
Callados y felices,
y con tal pureza,
Que sólo nuestras almas
En la blancura plenilunar vivieran?...

Y de pronto cruza un vago
Estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen,
La inmensidad cámbiase en blanca piedra,
y sólo permanece en la noche aciaga
La certidumbre de tu ausencia.

 

 

 

 

JORGE GUILLÉN

 

Dominio del recuerdo

 

Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.

 

 

 

MIGUEL ARTECHE SALINAS

 

A Guillermo Trejo.

 

 
A través de la noche vas dejando tu ausencia,
Sin hojas que desde el bosque anuncien lo que has dejado,
Sin puertas que penetren tus pasos oscurecidos.
Oh impalpable, oh músico de viejas y enterradas ciudades,
Escucho, uno a uno, tus pasos bajo la noche
-La noche sobre Virginia- cuando llegaste a Richmond
Mordiendo tu corazón, abandonado en vida
Como una profunda ola en un mar lejano.
Pardas y tristesgloriascubrierontustristesojos.

We shall not come again.
We never shall come back again.

No pasarán los aires sobre tu lento cuerpo.
Tú, el más extraño, el eco de un amor oscurecido,
El más lejano en tu aventura por la tierra,
Ven a recibir la mano que no encontraste,
Ven a abrir la puerta, ven
A recordar los nombres que en tu memoria huyeron,
Ven a buscar el niño delicado y confuso,
Perdido en la colina,
Ausente porque el tiempo pasaba entre los arces.

Desde entonces, desde ahora
Entras sobre la mano rugosa de nuestra América,
Thomas, Tomás, apellidado angustia,
Thomas, Tomás, apellidado furia,
Thomas, Tomás, apellidado muerte;
Vienes sobre los hombros del caballista duro,
Caes sobre los pasos cansinos del solitario,
Cantas en los fogones tu extraña vidalita;
Thomas, Tomás, tu cuerpo se ha extendido
Y en la noche profunda tú has mordido el relámpago
Y has muerto de la última muerte que deseaste.

We shall not come again.
We never shall come back again.

En el océano lechoso de una antártica niebla
Un día atravesaste los caminos de Francia.
Fuiste sucesivamente rompiendo tu vida,
Fuiste destrozando callado el aire que te rodeaba:
Eras demasiado amor para el estrecho círculo
De Asheville, de Park Avenue, de París o de Londres,
Eras demasiada angustia para Esther desolada:
Mrs. Jack, su mundo planetario,
La joya derrotada de su amor en la noche.
Oh corazón: pregunta en nuestra América oculta
Si tu efímero sonido de hombre destrozado
Encontré, por fin, un eco que se volviera piedra,
Un canto hecho de furia, un canto hecho de viento.

Virginia, los pinos de Virginia, las playas con secretos,
La estación neblinosa,
El mar como mujer dormida:
Todo pasa a tu lado, pero tu amor persiste;
Cada paso tuyo es un paso hacia la muerte,
Así como los tristes fantasmas de las hojas
Tras tu espalda cansada, así como esperan
Al llegar a tu casa la muerte de tu hermano.
Y alguien entona al tiempo de morir solitario
Una antigua canción de angustia y de nostalgia.

We shall not come again.
We never shall come back again.

Vuelve, vuelve ahora, reposa, hermano,
Para que desde lejos, de todas partes vengan
A recibir tu cuerpo que traspasan las sales,
Para que pongan calma en tu cuerpo dormido,
Para que llenen de música tu nombre,
Para que cubran de silencio tu angustia.

 

 

CHARLES BAUDELAIRE


 

 

De Spleen e Ideal:

 

11. El enemigo

 

Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.

  

Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)

 

lunes, 27 de octubre de 2014

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ



El gozo alucinado

 

El color se me adentra y no lo pinto;
la nota musical llega hasta el fondo
de la entraña cordial, y yo la escondo
en el sacro rincón de su recinto.

El árbol es aliento y no verdura,
germinación de vuelo y no ramaje;
el ojo lo desliga del paisaje
y lo clava en el dombo de la altura.

Apago soles y deseco ríos,
borro matices y deshago formas,
y en propio barro, quebrantando normas,
modelo mundos para hacerlos míos.

Sobrepasa las cosas la mirada,
el sueño crece, lo real esfuma,
y me embarco en las alas de la bruma
corno en una galera aparejada.

 

 

VICENTE ALEIXANDRE



Como la mar, los besos

 
 
No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.


 

JULIO FLÓREZ ROA




Aún

 
 
Mil veces me engañó; más de mil veces
Abrió en mi corazón sangrienta herida;
De los celos, la copa desabrida,
Me hizo beber hasta agotar las heces.
Fue en mi vida, con todos sus dobleces,
La causa de mi angustia no extinguida
Aunque, ¡pobre de mí!, toda la vida
Su mentiroso amor pagué con creces.
Los tiempos han pasado; ya su boca
No me da sus caricias, no me abrasa
El fuego de sus ósculos de loca;
Y sin embargo mi pasión persiste
Pues, cuando a veces por mi senda pasa,
¡Me alejo mudo, cabizbajo y triste!

 

 

 

 

MARCELO DANIEL FERRER

 

Besos en labios del adiós

 

¡Hasta que nos volvamos a ver!

Frase del desgarro amoroso
Repetida de labios en besos del adiós
Y adiós es eterna resignación,
Soledades que invaden contornos
Anochecidos en caricias,
Cauces opuestos naufragados de pasión.

Dudas en el alma siembra el adiós,
Cóctel de añoranzas,
De vacíos extraños al quedarme sin vos.
Si al extender mi mano pudiera tocar tu amor
Y modelar tus labios en besos de encuentro,
Sería yo del leve viento hacia tu candor...

¿Qué daría por un segundo más antes del adiós?
¿Qué daría por esa ración de ti
Que decapita soledades de la carne
Elevándome al cielo en alma y corazón?
Qué daría por la pizca eterna que encierran tus silencios,
Por un trozo de la magia que retuerce entrañas
Y musita palabras no pensadas...
Qué daría por el regreso a la tibieza de tus brazos
O de nuestros pasos descalzos a la habitación.

Vacíos poblados por la desazón.
Luego,
El adiós.

 

 

MEDARDO ÁNGEL SILVA



La investidura
 

 Si, inspirado por Hari, tu espíritu se deleita
 con la voluptuosidad literaria, si el arte de los jueg0s
 de amor suscita tu curiosidad, entonces, escucha,
 suaves, fáciles, adorables, esta serie de palabras...
 Jayadeva (El Gita - Govinda)

 

     Fue en un poniente mágico de púrpura y oros:
con música de brisas en los pinos sonoros,
rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
tal una ronda griega cincelada en un vaso;
un terciopelo verde parecía la pampa
y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.


     Escuchaban los valles la Palabra Infinita
con que Él habla a las cosas:
a las humildes yerbas, a las rosas,
al león de aceradas zarpas
y al Viento que sacude la orgullosa floresta
y dirige en las sombras la polífona orquesta
del bosque, en un concierto de medio millón de arpas...

     ¿Cómo me hallé de súbito en la selva -que fuera,
por lóbrega y sin rutas, hermana de la obscura
selva que Dante viera -?
Yo no sé. Como un niño temblaba de pavura;
en mis carnes hundía sus ventosas el Miedo,
tal un informe pulpo. Llegaba hasta mi oído
un confuso remedo
de llanto, de blasfemia y de rugido.

      Mil insectos charlaban en gangosos dialectos,
y, al desplegar la seda de sus galas,
eran en la penumbra los insectos
piedras preciosas con alas.

     Flexibles bayaderas fingían las exóticas
flores, de cuyos pétalos obscuros
se exhalaba un aliento de fragancias narcóticas
que a las bestias sumían en ensueños impuros.

     En el ambiente cálido, como un remordimiento,
se escuchaba el reptar de invisibles gusanos;
-un rumor de fermento,
que a las bestias sumían en ensueños impuros.

     Las lianas se envolvían a los troncos macizos,
desplegando en sus curvas femeniles hechizos,
dando a sus movimientos perversas inflexiones
y simulando, en torpes convulsiones,
los lúbricos espasmos del Deleite...

     Y eso, a una lumbre lívida de lámpara de aceite,
tomaba ante mis ojos aspectos inauditos
cuando, como un relámpago miré pasar tropeles
confusos y oí los rudos gritos
con que azuzaban en el bosque oculto
sus ágiles lebreles
los manes de la Envidia y el Insulto...

     Pero triunfó mi espíritu en la artera emboscada
y arrojé, como un lirio sobre un agua estancada,
sobre ellos la silente piedad de una mirada.
Y, tal un Amadis de la moderna Gesta
seguí, bajo el asombro mudo de la floresta...

     Oh! entonces contemplaron mis; ojos extasiados
la sacra maravilla del rostro de la Diosa
y viéronla mis locos sentidos prosternados
con la diadema augusta sobre la frente rosa.

     Tenía en sus pupilas toda sabiduría,
de sus manos brotaban los designios eternos,
como un ave en su nido la sagrada Harmonía
residía en sus labios. Su mirada vertía
luz en los tenebrosos ventisqueros internos!

     Oh, celeste prodigio! De fulgores solares
tejió el Supremo Numen su inmaculada veste.
Sus senos- palpitaban como tranquilos mares
de pentélico mármol. ¡Oh, prodigio celeste!

     Y en el aire sutil su acento indescriptible,
su voz, como no oyeran nunca oídos mortales,
vibró tal un milagro de dulzura imposible
en un triunfal repique de sonoros cristales:

     Lírico adolescente, vé a cumplir tus empeños;
que tu espíritu sea una candente pira;
musicaliza tus ensueños;
sé divino por el alto don de la Lira.

     En el rosado cáliz que áureas mieles rebosa
da de beber a tu alma sedienta de ideales;
Psiquis es una mariposa
que, al revolar, se posa
sobre la carne rosa de las rosas carnales!

     Sé ingenuo, como el agua de las puras cisternas
o el remanso que copia todo el celeste cielo;
y así verás triunfar la aurora de tu anhelo
y será tuyo el reino de las cosas eternas.

     Y salvarás las duras verdades metafóricas
del hondo abismo de Ti mismo
y escucharás las claras músicas pitagóricas
desde la noche de tu abismo...

     La fuente de Hipocrene surte dentro de ti;
duerme Pan en el pecho noble del adanida
auscúltate en la sombra, mírate, lee en Ti;
como en un libro abierto de Verdad y de Vida!

     Calla al interrogante del Porvenir que ofusca,
yérguete alto y sereno en la gracia del día
rosa;
y en toda cosa,
eternamente busca
la Harmonía, la Harmonía, la Harmonía!...".

      Así dijo la Diosa...
     En éxtasis devoto
mi espíritu escuchó la divina enseñanza...
Al levantar los ojos, miré el encanto roto:
la visión se esfumaba en la azul lontananza.

     La selva parecía un corazón inmenso,
los dulces frutos de oro lloraban ambrosía
respiraba la Tierra un como leve incienso.
Yo estaba de Ti lleno, augusta Poesía!

     Entre los arabescos de las ramas floridas,
en que el rocío era un diamantino lloro,
estaban las estrellas esparcidas
como un reguero de átomos de oro.

     Y, al estrellar sus ímpetus en rocas,
para delectación de la floresta,
el río completaba aquella orquesta
de ramajes, de brisas y de bocas!...

     La absorta muchedumbre desde entonces me ha visto
-los ojos encendidos por la sagrada fiebre,
la frente coronada de espinas como Cristo,
las manos temblorosas de melenudo orfebre-
desdeñando las fútiles cosas del Universo,
consagrar mi existencia al apolíneo rito;
así tiene mi vida la harmonía de un verso
y es rítmico sollozo lo que naciera grito.

     E indiferente al Tiempo y al Dolor peregrina
por la ignorada senda mi espíritu romero,
mientras, en la asechanza en la sombra asesina,
vanamente me envía sus flechas el Arquero!

 

1915