martes, 29 de septiembre de 2015

XAVIER VILLAURRUTIA GONZÁLEZ




Nocturno muerto



Primero un aire tibio y lento que me ciña
Como la venda al brazo enfermo de un enfermo
Y que me invada luego como el silencio frío
Al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

Después un ruido sordo, azul y numeroso,
Preso en el caracol de mi oreja dormida
Y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo
Cada vez más delgada y más enardecida.

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento
En que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
El corazón inmóvil como la llama fría?

La tierra hecha impalpable silencioso silencio,
La soledad opaca y la sombra ceniza
Caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.


MANUEL MARÍA FLORES




Bajo las palmas



Morena por el sol de mediodía
Que en llama de oro fúlgido la baña,
Es la agreste beldad del alma mía,
La rosa tropical de la montaña.

Diole la selva su belleza ardiente;
Diole la palma su gallardo talle;
En su pasión hay algo del torrente
Que se despeña desbordado al valle.

Sus miradas son luz, noche sus ojos;
La pasión en su rostro centellea,
Y late el beso entre sus labios rojos
Cuando desmaya su pupila hebrea.

Me tiembla el corazón cuando la nombro;
Cuando sueño con ella, me embeleso;
Y en cada flor con que su senda alfombro
Pusiera un alma como pongo un beso.

Allá en la soledad, entre las flores,
Nos amamos sin fin a cielo abierto,
Y tienen nuestros férvidos amores
La inmensidad soberbia del desierto.

Ella, regia, la beldad altiva,
Soñadora de castos embelesos,
Se doblega cual tierna sensitiva
Al aura ardiente de mis locos besos.

Y tiene el bosque voluptuosa sombra,
Profundos y selvosos laberintos,
Y grutas perfumadas, con alfombra
De eneldos y tapices de jacintos.

Y palmas de soberbios abanicos
Mecidos por los vientos sonoros,
Aves salvajes de canoros picos
Y lejanos torrentes caudalosos.

Los naranjos en flor que nos guarecen
Perfuman el ambiente, y en su alfombra
Un tálamo los musgos nos ofrecen
De las gallardas palmas a la sombra.

Por pabellón tenemos la techumbre
Del azul de los cielos soberano,
Y por antorcha de himeneo la lumbre
Del espléndido sol americano.

Y se oyen tronadores los torrentes
Y las aves salvajes en conciertos,
En tanto celebramos indolentes
Nuestros libres amores del desierto.

Los labios de los dos, con fuego impresos,
Se dicen en secreto de las almas;
Después.... desmayan lánguidos los besos
Y a la sombra quedamos de las palmas.



GABRIEL ZAID





Despedida



A punto de morir,
Vuelvo para decirte no sé qué
De las horas felices.
Contra la corriente.

No sé si lucho para no alejarme
De la conversación en tus orillas
O para restregarme en el placer
De ir y venir del fin del mundo.

¿En qué momento pasa de la página al limbo,
Creyendo aún leer, el que dormita?
La corza en tierra salta para ser perseguida

Hasta el fondo del mar por el delfín,
Que nada y se anonada, que se sumerge
Y vuelve para decir no sé qué.



ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY




Seremos rio



Bailar contigo
al lado del río
con la corriente
por dentro
y la música
pasando
bajo los puentes.
Bailar contigo
escuchando al Sena
tararear nuestros pasos
y a tu corazón
en mis manos
explotar de felicidad.

Bailar tu aliento,
tu risa,
tus pasos en el aire,
tu aire en mis brazos.
La música late
en tu cuello,
vibra
en mis labios,
grita
en mis dedos.
Tus manos dicen
con hambre
que no podemos parar.

La sangre
canta, baila,
gira en mis venas,
iza agolpada
mis alegrías,
abre fragantes,
húmedas,
hipnotizadas
tus compuertas.
Cerraremos los ojos
y seremos río,
viento favorable,
giro interminable,
suspiro
y no podremos
nunca,
nunca, nunca,
nunca
dejar de pasar.

Bailar bajo los puentes
contigo
que luego
hacer el amor
nunca será igual.




CARLOS PELLICER CÁMARA


  

Que se cierre esa puerta



Que se cierre esa puerta
Que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
Por donde campos, Sol y rosas quieren vernos.

Esa puerta por donde
La cal azul de los pilares entra
A mirar como niños maliciosos
La timidez de nuestras dos caricias
Que no se dan porque la puerta abierta.

Por razones serenas
Pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
Y oprimirse las manos, ni siquiera
Mirarse demasiado, ni siquiera
Callar en buena lid.

Pero en la noche
La puerta se echa encima de sí misma
Y se cierra tan ciega y claramente
Que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto,
Escogiendo caricias como joyas
Ocultas en la noche con jardines
Puestos en las rodillas de los montes,
Pero solos tú y yo.

La mórbida penumbra
Enlaza nuestros cuerpos y saquea
Mi inédita ternura,
La fuerza de mis brazos que te agobian
Tan dulcemente, el gran beso insaciable
Que se bebe a sí mismo
Y en su espacio redime
Lo pequeño de ilímites distancias.

Dichosa puerta que nos acompañas,
Cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
Es la liberación de estas dos cárceles;
La escapatoria de las dos pisadas
Idénticas que saltan a la nube
De la que se regresa en la mañana.



ROSARIO CASTELLANOS




La velada del sapo



Sentadito en la sombra
-Solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(En apariencia, al menos, debido a la hinchazón
De los párpados); frío,
Frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara

En torno de la luz hablamos y quizá
Uno dice tu nombre.

(En septiembre. Ha llovido)

Como por el resorte de la sorpresa, saltas
Y aquí estás ya, en medio de la conversación,
En el centro del grito.

¡Con qué miedo sentimos palpitar
El corazón desnudo
De la noche en el campo!