"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 31 de marzo de 2022
ALEJANDRO ROEMMERS
Un regalo para Francisco
Quise
encontrar un obsequio,
el más sencillo, el más humilde,
el que en su pequeñez
pudieras aceptar sin ofenderte.
Pensé que podría comprarlo y fui a la tienda
pero ningún objeto me conformaba.
Entonces escuché una voz santa que me dijo:
«… a quien tiene a Dios, nada le falta,
sólo Dios, basta».
Creí ser poeta para ofrecerte palabras:
pero las hallé superfluas, pomposas, gastadas…
Huí de mí y perseverante
busqué en la tierra
pero hasta una semilla me pareció excesiva
pues podría albergar un árbol.
Cuando divisé la pradera
mi corazón vibró alegre,
pero intuí al momento que tú no aprobarías
que le restara una sola de sus flores silvestres.
Busqué entonces en el mar
y no hallé un confín
que tu nombre no hubiera alcanzado
y en toda su inmensidad
sólo tenías amigos.
Desafiante, me atreví hasta el abismo
y como un cielo vuelto al revés
lo encontré poblado de estrellas marinas.
Pero cuando tuve una en mis manos
creí que no podrías ser feliz
sabiendo que
cada noche al cielo marino
le faltaría esa estrella…
Busqué entonces en el aire
respetando las abejas, luciérnagas, mariposas
y todas las criaturas vivientes,
pues tú no querrías detener sus alas
ni perturbar su vuelo.
Procuré traerte el aroma
sosegado y puro de las hierbas,
del hogar encendido y los jazmines…
pero no pude conservarlos.
Quise igualar el canto de la alondra,
el murmullo del río, el silbido del viento
cuando exhala en los profundos campos…
pero mi voz fue demasiado torpe.
Por un largo instante logré retener,
resbalando por mis dedos,
unas gotas del rocío temprano…
pero frescas y transparentes retornaron al aire.
Quedé entonces en silencio, desconsolado,
bajo el azul infinito
que mis ojos no podrían reflejar…
¿Francisco, pensé, en tu amorosa humildad,
es que no hallaría nada que pudiera agradarte…?
De pronto un árbol dejó caer una de sus hojas
que se depositó frente a mí en el suelo.
Luego otra, que llegó meciéndose en la brisa
hasta mis ma
nos que la recibieron sin querer.
Luego otra, otra, y otra más,
hasta que sentí que el árbol, compasivo,
estaba dispuesto a entregarse por entero
y desnudar sus ramas
con tal de consolarme.
Tanto era su amor
que brotaron mis lágrimas
como un manantial redentor y agradecido.
Las hojas del árbol
continuaron descendiendo generosas
en una bendición inacabable…
Entonces pude comprender… y sonreí.
Y sonrieron conmigo los campos, las aves y los arroyos.
La brisa se detuvo
y ya no volvieron a caer más hojas…
El regalo que produjo la sensibilidad de aquel árbol
es el que ahora quiero ofrecerte:
el amor de una sonrisa.
Un obsequio humilde y efímero
que puedes multiplicar y compartir sin miedo
como los panes y los peces,
hasta que todos unidos a Jesús
habitemos finalmente el Reino de Dios.
RENÉ SEGURA
Puño no será voz
Puño
no será voz
Y nunca lo será.
Hay cosas sagradas que se debieron respetar
Pero no lo hice
Ahora pago mi acierto
Dando vueltas en este patio.
Leyendo lo que algún otro sensato
Que pagaba otro acierto en este mismo patio
Escribió en la pared.
Puño no será voz
y nunca lo será.
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Literatura en paz
¿Por
qué?
¿Por
qué se empeñan en llamar literatura
a
todo papel encuadernado?
¡Oh,
huecos! ¡Oh, vacíos!
¿Qué
leéis?
¿Qué
importa?
Mirad:
leen los ciempiés, los coleópteros,
los
dromedarios y las gacelas,
leen
las gallinas y las hormigas,
las
garrapatas y los kafkianos leen,
y
los murciélagos de la lectura
a
oscuras leen entre columnas dóricas
homéricas,
totémicas como el tabú de Freud.
Fenecidos
lectores, arquilectores,
ya
leísteis, no leeréis.
Dejad
a la literatura morir en paz.
Y
que todo sea ya un videojuego.
MAROSA DI GIORGIO
La naturaleza de los sueños
Al
alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre;
pero, luego, ella apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera,
verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con
pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra
vez, aquello horrible y raro.
LALO BARRUBIA
María la del barrio
ya
no va a las fiestas pero se levanta con resaca igual
tiene el corazón hecho una pasa de uva
se aprendió las reglas y le manda el mensaje equivocado a la persona
equivocada en el momento equivocado igual
puede borrarlo descartarlo hacer de cuenta que no existe ni el mensaje ni ella
misma
ni su foto en la pared
pero el pobre tipo que no entiende nada igual lo va a leer
no
te confundas maría
que hoy es otro día que se va quemando
vos tenés la boca como calle rota
y una lucecita que se va apagando
ella
nació equivocada pero tuvo que crecer igual
dentro de su pecho había una pasa de uva
y era en un país hundido entre dos ríos con delirios de grandeza y ficciones de
poder
le dijeron que era culta que era fina que era blanca
que éramos campeones
que éramos hermanos
la largaron a la vida con dos espejitos
diez dedos helados
una bolsa con semillas
y unas curvas espigadas que todos los hombres querían tener
y una lucecita brillando brillando
pero abrió la boca demasiado grande
las palabras le salieron a montones incendiando el aire
cuantas más salían más daño le hacían
no
te distraigas maría
que hoy es otro día
y que te están mirando
vos tenés la boca llena de pavadas
y una lucecita que se va apagando
caminaba
por los bordes pero puso comida en la mesa igual
se abrió el pecho y entregó toda la pasa de uva
tuvo suerte que llegó con la espalda derecha
a cruzar el túnel y a subirse al tren
con los brazos hechos grúas hechos barcos
hechos trenzas paisajes abrigos
con los brazos hechos cuerdas hechos alimentos
cajitas recuerdos
con los brazos hechos ramas hechos brotes
con pelos al viento
y cayó en otro país hundido entre dos mares fríos
con diez veces más delirios de grandeza y diez
y veces más ficciones de poder
y jugó a las escondidas que tenía derecho
allí nadie conocía que venía del barrio ni lo que
había hecho
y si lo supieran no lo entenderían
ya
no tiene más problemas pero hay algo que le
falta igual
dentro de su cuerpo hay una fiesta a la que nadie va
puede mostrarle al primero que sonría todas sus
heridas su boca partida
y la lucecita que se va apagando
puede enfermarse descartarse en una cama hacer
de cuenta que no existe y dejar de comer
pero el pobre tipo que no entiende nada igual lo va
a saber
ya a
nadie le importan tus historias de pendeja
ni si el mundo te ha tenido entre ceja y ceja
ya estás casi sola
ya estás casi vieja
es la vida que tenemos
o la tomas o la dejas como las lentejas
¿por
qué no crecés maría?
que hoy es otro día que te está esperando
vos tenés la boca llena de sorpresas
y una lucecita que sigue aguantando
Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María
del Rosario González
BAUDILIO MONTOYA
Noche de campo
Noche
lunar, en el ambiente flota
el alma de los húmedos pomares,
y el viento en los añosos encinares
su cantilena nocturnal embota.
En
el boquete de una nube rota
luce un vivo lucero sus collares,
ladra un mastín, y abajo en los palmares
muere la voz de una canción remota.
Un
concierto noctámbulo de grillos
ensaya rutinarios sonecillos
en el juncal que borda la laguna;
y
sobre el agua que la brisa mece,
entre un halo clorótico, aparece
la cara mofletuda de la luna.
