lunes, 25 de mayo de 2020


ANDRÉ BRETON





Hotel de las centellas


  
La mariposa filosófica
Se posa en la estrella rosa
Y forma así una ventana del infierno
El hombre enmascarado está siempre de pie ante la mujer desnuda
Cuyos cabellos resbalan lo mismo que de mañana la luz de un farol
que han olvidado apagar
Los sabios muebles preparan la pieza que hace juegos de manos
Con sus rosetones
Sus rayos de sol circulares
Sus moliendas de vidrio
En cuyo interior azulea un cielo con precisión
En memoria del pecho inimitable
Ahora la nube de un jardín pasa por encima de la cabeza del hombre
que acaba de sentarse
Parte por la mitad a la mujer de busto mágico y ojos de Parma
Es la hora en que el oso boreal con gesto de gran inteligencia
Se estira y da cuenta de un día
Al otro lado la lluvia se encabrita sobre los bulevares de una gran ciudad
La lluvia entre la niebla con regueros de sol sobre las flores rojas
La lluvia y el diávolo de los viejos tiempos
Las piernas bajo la nube frutal rodean el invernadero
Sólo se percibe el pulso de una mano muy blanca representado
por dos minúsculas alas
El balancín de la ausencia oscila entre las cuatro paredes
Hendiendo las cabezas
De donde se escapan bandadas de reyes que en seguida se hacen la guerra
Hasta que el eclipse oriental
Turquesa en el fondo de las tazas
Descubre el lecho equilateral de sábanas color de esas flores llamadas
bola de nieve
Los veladores deliciosos las cortinas rasgadas
Al alcance de un librito con estas palabras estampadas
No hay mañana
Cuyo autor lleva un nombre extraño
En la oscura señalización terrestre


EDGAR LEE MASTERS





George Gray



Muchas veces he estudiado
el mármol que me cincelaron:
un barco con vela aferrada, en bahía, descansando.
En verdad es el retrato no de mi destino,
sino de mi vida.
Pues me ofrecieron amor y huí de su desilusión;
la tristeza tocó a mi puerta, pero me dio miedo;
me llamó la ambición, pero temía las consecuencias.
Y aún así
todos los días ansiaba que mi vida significara algo.
Ahora comprendo que hay que desplegar la vela
y aprovechar los vientos del destino,
no importa a dónde lleven el barco.
Hallar el significado de la vida puede terminar en locura,
pero la vida sin significado es la tortura
del insomnio y vagos deseos...
Es un barco que anhela el mar, siempre temeroso.



MASAOKA SHIKI





Quiero dormir;
Mata las moscas
Suavemente, por favor.


De: “Verano”



SARA DE IBAÑEZ




Tú, esperando mi sombra



Ahora que oyes tu sangre
me has oído.
Ahora que te has quedado dueño del universo,
la más desamparada criatura del tiempo.

Ahora que te has quedado
solo y solo.
En este instante puro para mirar la muerte
puede mi sombra amiga reconquistar tu frente.

¿Has buscado en el agua
mi sonrisa?
¿Te has inclinado a veces para tocar la tierra
donde el musgo defiende las flores más pequeñas?

¿Has mirado la nube
sin descanso ?
¿Has tomado del viento las semillas secretas?
¿Has tocado las locas manos de la tormenta?

¿No me has reconocido?
Óyeme ahora:
mira en tu soledad una abeja dormida,
que elabora en el sueño su miel sin alegría.


FANOR TELLEZ





Lo que se ha perdido



Lo que se ha perdido es el vínculo entre la nada
y lo que existe,
la alegría del instante presente.

Lleno de teoría, de querer, de actividad,
el hombre se ha desconectado del fondo de las cosas
y la vida parece débil
y el universo, disperso, enmarañado en sus caminos.

Los Jefes de estado, reyes y presidentes,
pierden el gobierno, incapaces de guiar nada.
Ningún viento corre grácil entre cielo y tierra.
Ningún soplo en la caña produce música del vacío.
Todo está como tapiado: Los conductos seminales
y los óvulos. El polen y la raíz.
Lo roñoso y lo rastrero como plaga surgen
de la prodigalidad y de lo alto.

Con títulos rimbombantes (Magnánimo,
Dispensador, Supremo Líder)
los gobernantes no contemplan en lo pequeño su origen.
Quieren ser y brillar como el diamante
¿Quién aspira a piedra ordinaria?

El sabio, frente al avaro, camina al revés.
Sin erudición, sin deseos,
salta de la sencillez de sí a todo
y en la unidad armoniza con el común.
Su pequeñez es su grandeza. Si pierde, gana.



RAMON DE CAMPOAMOR





El ojo de la llave 

                                      No te ocupes de cosas ajenas ni
                                         te entremetas en las cosas de los
                                                               mayores
                                                 Kempis, lib. XI.I



I. A los quince años
Dos hablan dentro muy quedo;
Rosa, que a espiar comienza,
oye lo que le da miedo,
ve lo que le da vergüenza.
Pues ¿qué hará, que así la espanta,
su amiga, a quien cree una santa?
No sé qué le da sonrojo,
mas... debe ser algo grave
                     por el ojo,
por el ojo de la llave.

El corazón se le salta
cuando oye hablar, y después
mira..., mira... y casi falta
la tierra bajo sus pies.
¡Ay! Si ya a vuestra inocencia
no desfloró la experiencia,
no miréis por el anteojo
del rayo de luz que cabe
                      por el ojo,
por el ojo de la llave.

Desde que a mirar empieza,
de un volcán la ebullición
sube a encender su cabeza,
va a inflamar su corazón.
Claro, el ser que piensa y siente
siempre, cual ella, en la frente
tendrá del pudor el rojo
cuando de mirar acabe
                        por el ojo,
por el ojo de la llave.

De aquel anteojo a merced
mira más..., y más... y más...
y luego siente esa sed
que no se apaga jamás.
Mas ¿qué ve tras de la puerta
que tanto su sed despierta?
¿Qué? Que, a pesar del cerrojo,
ve de la vida la clave
                        por el ojo,
por el ojo de la llave.

Haciendo al peligro cara,
ve caer su ingenuidad
la barrera que separa
la ilusión de la verdad.
Pero ¿qué ha visto, señor?
Yo sólo diré al lector
que no hallará más que enojo
todo el que la vista clave
                        por el ojo,
por el ojo de la llave.

Siguen sus ojos mirando
que habla un hombre a una mujer,
y van su cuerpo inundando
oleadas de placer.
Su amiga, de gracia llena,
¿no es muy buena? ¡Ah!, ¡sí, muy buena!...
Pero ¿hay alguien cuyo arrojo
de ser mirado se alabe
                         por el ojo,
por el ojo de la llave?


II. A los treinta años

Mas, quince años después, Rosa ya sabe
            con ciencia harto precoz
que el mirar por el ojo de la llave
            es un crimen atroz.
Una noche de abril, a un hombre espera:
            la humedad y el calor
siempre son en la ardiente primavera
            cómplices del amor.
Húmeda noche tras caliente día...
            Rosa aguarda febril.
¡Cuánta virtud sobre la tierra habría
            si no fuera el abril!
Y como ella ya sabe lo que sabe,
            después que el hombre entró,
de hacia el frente del ojo de la llave
            cual de un espectro huyó.
y cuando al lado de él, junto a él sentada,
            en mudo frenesí
se hablan ambos de amor sin decir nada,
            Rosa prorrumpe así:
«¿El ojo de la llave está cerrado?
            ¡Ay, hija de mi amor!
Si ella mirase, como yo he mirado...
            Voy a cerrar mejor.»