"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 28 de enero de 2016
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
El
amante de medianoche,
el que ansió que ella le siguiera,
el que cuenta las campanadas
como un enfermo desahuciado;
el que pone cara de cárcel
cuando se mira en el espejo:
es el furtivo que no duerme
acechando a su compañera,
y ella es feliz porque ahora
vive una noche tan inefable
y tan honda como la muerte.
el que ansió que ella le siguiera,
el que cuenta las campanadas
como un enfermo desahuciado;
el que pone cara de cárcel
cuando se mira en el espejo:
es el furtivo que no duerme
acechando a su compañera,
y ella es feliz porque ahora
vive una noche tan inefable
y tan honda como la muerte.
MÓNICA LANERI
Supongo...
Supongo...
nada
lo sé de cierto...
es un
supuesto
que
presumo
que
arriesgo
son
palabras
que
empujo
para
afuera
de
los dedos...
un
exilio de letras
que
buscan
cálido
refugio.
Yo
supongo...
pre-supongo...
a
veces...
me
arrebato de ideas
que
habitan la cabeza...
y al
colgar el gorro vuelan...
son
palabras, ideas, letras...
yo
supongo...
debería
buscarme un Freud...
Lacan...
un
espejo deformado...
o esa
pintura sin pies ni cabeza...
un
censor de ideas y expresiones...
un
moralista juez de otros...
debería
pues...
supongo...
eso
lo tenía por cierto Sabines...
sabía
que no lo sabía de cierto...
y así
yo también...
simplemente,
supongo...
SUSANA REYES
Poesía
La
literatura es siempre una expedición a la verdad.
F. Kafka.
De
qué es la vida sino de palabras
Existe
el mar porque así lo llamo
y su
inmensidad no es más que un sinónimo
de mi
miedo.
No
vale una palabra
lo
que se dice
por
decirse
Es
ingrato
profanar
esa seda
vuelta
sayal en tristes manos.
Áspera,
incita a suavizarle
las
venas gastadas
a
venderle el amor
o
negarle el odio
que
martiriza sus hebras
No
vale una palabra
lo que
se dice
sin
sentirse.
Tiene
sabor de alma
la
ternura esparcida en los papeles.
Húmeda
e ingrávida
roza
sus sílabas lúbricas
de
ojos incandescentes.
No
vale una palabra
lo
que se dice
para
mentirse.
Limpia
la mesa,
las
sílabas y las venas,
se
sirven inquietas
y
proponen que desangre
esta
tela, esta alma, este mar.
De la serie “Álbum de niñas con abuela”
FERNANDO VALVERDE
El Jugador
Nos
jugamos la vida a cara o cruz.
Sé que no va a gustarte,
pero no hemos logrado responder
por qué vale la pena,
qué significa todo,
dónde espera la nada
que está menos presente
pero en todas las cosas.
Sé que no va a gustarte,
pero no hemos logrado responder
por qué vale la pena,
qué significa todo,
dónde espera la nada
que está menos presente
pero en todas las cosas.
No
vayas a quejarte,
por esta oscuridad han pasado tus dedos
palpando las paredes.
por esta oscuridad han pasado tus dedos
palpando las paredes.
Ya
tienes la moneda entre las manos
y no será el azar quien la deslice
ni la suerte su impulso.
y no será el azar quien la deslice
ni la suerte su impulso.
Hoy
sujetas los días que vendrán
y los lanzas
y flota
la tristeza en el aire
girando con el vértigo
de lo que pudo ser
otra vida contigo.
y los lanzas
y flota
la tristeza en el aire
girando con el vértigo
de lo que pudo ser
otra vida contigo.
RENEÉ ACOSTA
El
verano de Jane Marie River
en el
verano de 1963
Jane
Marie River de New Island
miraba
las ballenas en las playas
sentada
de frente al Golfo de Cortés
y
escribió una canción por la muerte
del
asmático Tom Wieland
no
miró las gaviotas escapando entre las olas
que
se rompían en los farallones rumorosos
tampoco
miró a un metro por debajo de la arena
el
anillo de bodas del matrimonio San Miguel
perdido
en el naufragio del veintitres
ni
tampoco miró el cardumen
brillando
en los corales
de
las generaciones
de
peces del setenta y seis
ni se
quedó a mirar a Don Isidro
a
trece kilómetros de la playa
luchando
contra la explotación
tampoco
miró cuando en el sesenta y siete
su
canción sonaba en la radio de un cadillac
comprado
con afán de hotel por un muchacho
de
New Island, que en el asiento trasero
arrojaba
al universo una posibilidad
nadando
en la inmensidad del vientre
de
una muchacha
Jane
Mary River, de New Island
jamás
regresó a la playa de México
después
de aquel verano de 1963
RENÉ MORALES HERNÁNDEZ
El
País de las golondrinas
El país de las golondrinas
acaba de estar aquí hace unos segundos.
El país de las golondrinas
acaba de estar aquí hace unos segundos.
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