"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 25 de noviembre de 2024
ANA ROMANO
Corrosivo
Atraviesa
improperios
En la mendacidad
los atavismos
se descuelgan
Bastarda
agoniza
esa mujer.
PEDRO DERRANT
(24 de febrero de 2022)
Termina
la batalla, suena
el
último descargo de la pólvora,
¿lo escucha
alguien,
alguien
lo registra?
¿Termina
la batalla si nadie sabe que ha sonado
el
último disparo? ¿Empieza
la
batalla si nadie sabe
poner
el dedo en el instante exacto
que
las armas desgarran el silencio?
¿Y
los ecos que atraviesan nuestros años?
¿Y los hijos
de
esta batalla,
que,
aunque alguien diga que hace tiempo ha terminado,
late
viva en el pecho de los muertos?
¿Ha
empezado en serio la batalla
o es
la misma que una y otra vez renace,
dormida
solamente entre uno y otro asalto?
¿Alguna
vez terminará esta guerra?
NATALIA SCHAPIRO
Quitarse
del cuerpo un amor
arrancar sus alas frescas
desgranar sobras resecas.
Siempre sangra el filo del adiós.
BENJAMÍN MARTÍNEZ
Una
yesca de polvo
extiende mi sed
todos
los poetas somos huérfanos
me dice
buscando el amparo
tal vez
de las palabras
pero de ellas
nadie se salva.
Tengo
una amiga
una hermana
de la palabra
-esas
son las verdaderas-
que
no se cansa de repetir
que todo está dicho
que
tan sólo se trata
de buscar
una voz propia
pero
yo me pregunto
de qué voz me habla
cuando el silencio
dice tanto
de qué voz
cuando te cortan la boca
a patadas
en medio de la multitud
y el grito
no puede pronunciarse
de qué voz
cuando el poema
apenas
es una cáscara
de qué voz
tú
que no escuchas
tú
que te enredas
donde gustas
fijar el selfie
horadando oídos
de qué voz
si andas
en retirada
siempre en retirada
buscando
la mano que aplaude
la misma que aprieta el gatillo
pero tú no la ves
tú dibujas el índice
que desciende
para que siga el circo
tú
tú
que no sabes
quien pronuncia tu nombre
aunque seas parte
de mi parte
aún
no puedes verte
tal
vez
también tengas tu voz
y armarás
conmigo
el poema.
Ciudad
amurallada
templos
voces ruegos
por
la gran avenida
monedas
deseos
cánticos
del
menguante
decoran
los
recorridos
y yo
contemplo cada una
de
las aldabas
y
toco
la
del reptil
sobre
trinitarias
violetas
y
blancas
yo
contemplo
pulseras
ibéricas
en
brazos
de
gitanas
sobre
adoquines
y la
espuma marina
llegando
a
los balcones
con
sus cuerpos
bronceados
mujeres
con trenzas antillanas
mujeres
a la entrada
de
otros templos
y un
sol bañando
senderos
de realismo
mágicos
como tu voz
esta
mañana
que
llega
desde
la sierra
hasta
el puerto
de
las memorias
colectivas
tengo
la sal
aún
en estos labios
y el
columpio
en
la heladería
de
la esquina
cerca
del Museo de la Inquisición
ritmo
ecuestre
de
quien lleva el tiempo
en
su piel
y la
evitación del monarca
y el
reloj de la torre
marcando
el
paso
de
las embarcaciones
que
llegan a la convención
de
los piratas
aquí
reside
el
vuelo
de
las mariposas
y el
aullido todo
del
Caribe
junto
al Magdalena
y el
Orinoco
Santiago
Tegucigalpa
Darién
San
José
Asunción
Santo
Domingo
Montevideo
Quito
Cochabamba
Caracas
Popayán
Guatemala
Cartagena
de Indias
aquí
reside
la
gloria
y el
ondular
de
banderas
sobre
la gran muralla
la
bienvenida del ocaso
de
otras eras
y
este mar
que
se va
abriendo
para
ti.
YIRAMA CASTAÑO
Rumor del valle
Cuando
comencé a viajar,
no
pude resistir la tentación de parar
en
la estación equivocada.
Pequeño
pueblo de bombilla en la escalera,
habitar
cualquiera de tus casas era bailar
en
una ronda de gaitas y tambores.
No
importaba la lengua arenosa,
ni
el calor colándose en la pared de la cocina.
Bastaban
eso sí los olores de la tierra,
a
lentitud descalza en el centro de la plaza.
Nadie
tenía nombre
y
sin embargo todos se llamaban.
Las
mujeres pintaban sus labios
en
punto de las seis
y los hombres aplastaban fichas
en medio
de los gritos y la fiesta.
Pero
un día llegaron los falsos monjes
a pintar con aerosoles
agujeros negros en tu cielo.
Pequeño
pueblo,
ahora
que vuelvo con el camino despejado,
ahora
que la brújula señala el norte sin equívoco
hay algo
que no entiendo,
todos
callan
y
una fila de cantadoras
con velas en las manos
alumbran la marcha
que
aleja a los niños
de
la prometida tierra.
BELÉN OJEDA
Jamás
aprendí a bordar
pero
la tradición me ha enhebrado
a la
cadeneta
Llevo
los puntos de cruz
en
la espalda
De: “El Cuaderno de Colombina”