sábado, 13 de octubre de 2018


JULIA PRILUTZKY





Este sabor de lágrimas



Gris y más gris. No estás, y yo estoy triste
de una tristeza apenas explicable
con palabras, y de una imperturbable
soledad, que por ti nace y existe.

Siempre de gris, mi corazón se viste:
polvo y humo, ceniza abominable,
y la envolvente bruma irrenunciable
que estaba ayer. Y hoy. Y que persiste.

Gris a mí alrededor. Contra mi mano
la nube espesa se va abriendo en vano
porque el fuego que soy, no está encendido

y hay niebla en lo que miro y lo que toco.
Ah, yo no sé... Tal vez te odio un poco
porque está gris, y llueve, y no has venido.


IBN HAZM





Tómame como si fuera la vara de Moisés, y tráelos a todos ellos,
aunque sean las serpientes de entre los lotos que agitan sus lenguas.


De: "Sobre la lealtad"


FABIÁN RIVERA





BREVE NOTICIA CONFESIONAL,
donde el autor le hace de maldito y finge no tener escrúpulos
al escribir lo que está a punto, y que comprobará,
casi seguro, el popular dicho que reza:
“En cada panfleto o bodrio que escribieres has de cargar la penitencia”.



I

NO BUSCO comprender, que me comprendan,
ni deseo hacerme el arrabal incomprendido.
Soy un clasemediero, un parásito cualquiera,
hijo de mi rrenegra noche, un esperma fugitivo.
Firme candidato a barrendero, a bohemio fracasado, a limpiapisos,
pobre perro y malaliento, que jamás grillo, amarranavajas, como muchos.
No esperes nada de mí. Yo jamás he prometido nada.
Puedes escupir a la poesía, pero resulta igual escupir hacia tu techo.
Puedes escupir a la poesía y si te da la espalda,
métele la mano y agárrale las nalgas.
Al fin que de mano en mano siempre se la vive, manoseada.
Si no deseas leer esto no lo hagas. No pierdas tu tiempo.
Qué mejor si esto te duele pues seguro estoy gozando cada línea.
Si por error caí en tus manos,
dame un mejor uso al fondo a la derecha más cercano,
como alguna vez yo hiciera con mi rostro, tras una falsa borrachera, madrugando.


II

ah me rompí una pierna y todos ríen de mi pierna rota,
de mis labios rotos sobre el piso
el crudo pavimento que jamás perdona.
La naturaleza, nuestra madre,
si la buscas no la busques te la parten
¿por qué no los castigas?, ¿por qué no soy cuerpo de mi cuerpo,
de mi gran y erecto cuerpo, músculo de hambre que penetra mil bocas idiotas?
Cuaderno claro cuaderno en tus posibles consecuencias dibujado
declaro abierta cada página
presta tu saliva presta tus orejas préstame una mano
te declaro erecto mi cubil mi buen idiota
no mi lengua
la palabra lengua está podrida
de tanto apalabrarla la pudrieron
de tanto sobar ésta la pudrieron
cuaderno claro cuaderno no estás solo nunca lo has estado
abierto mi cubil a los idiotas y a los falsos
abierto de piernas yo te dejo si aquí te sientas a leer todo mi verbo:


III

dios tiraba el oro por la borda,
dios celebró cada crujido en mi columna,
dios llenó mis ojos con su estiércol,
dios pateó hasta el cansancio mi garganta.
-Pero mi boca presta y agitada,
chilla y se revuelca entre su esperma.

Tú, que aquí me lees, firme me levanto
erecto con mi labia de cangrejo
en los repliegues de la tuya,
-festejo en tus sudores mi balada-:

soy una ola torpe que se estrella con tus brazos:
______________yo te presto una mejilla y tú me entregas ambas:
_________________________________en tu cueva yo respiro y guardo ahora mis zapatos:


ANTONIO PLAZA





Horas negras
       
                                              Huyó la dulce sonrisa
                         Nació el sarcasmo sangriento...
                                                                                    J. E.




Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar mi búcaro de flores.

Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi frente...
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de la gente.

Sin luz el alma la ilusión desdeña,
el pesar no la irrita ni la abate,
y ni la frente envejecida sueña,
y ni el leproso corazón me late.

Repugna a todos mi fatal delirio
repelen todos mi sufrir eterno,
que brilla en mi aureola de martirio
la fatídica flama del infierno.

Devorado por negra pesadumbre
lanzo en vez de sollozos carcajadas;
porque de infame crápula en la lumbre
arrojé mis creencias adoradas.

En aras de la fe vertí mi llanto;
perdida ya la fe, busqué la orgía;
pero el vicio acreció mi desencanto,
y el vicio, la virtud, todo me hastía.

A mi gastado corazón de lodo
nada, en fin, es capaz de conmoverlo,
y perezoso, indiferente a todo
no puedo ser feliz, ni quiero serlo.

Mi vida ha sido decepción horrible,
el mundo sin piedad ha envenenado
mi corazón que, un tiempo tan sensible,
no sufre al encontrar un desgraciado.

Y si me duelo del dolor ajeno
mi risa burla ese dolor profundo,
que si a mi corazón queda algo bueno
me da vergüenza que lo sepa el mundo.

Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del cinismo.

En el albor de juventud sensible
amaba todo, porque fui creyente
yo deliré buscando lo imposible
y de mentiras se pobló mi frente.

Yo combatí con ánimo esforzado
contra la saña de mi suerte adversa;
pero en la lucha atleta fatigado,
sentí agotarse mi gigante fuerza.

Me presentó pensiles engañosos
en su espejo ese mundo fementido,
cual presenta cambiantes primorosos
débil burbuja en su cristal fingido.

Yo también la ilusión vestí de gala
del placer en los carmenes risueños,
yo también de Jacob fijé la escala
para subir al mundo de los sueños.

Soñé con la virtud cándidos lirios
y quise, necio, de ilusión beodo,
subir a la región de los delirios;
pero al querer subir, caí en el lodo.

Yo rebusqué sediento de placeres,
de amistad y de amor las emociones,
y turbas mil de amigos y mujeres
vinieron a matar mis afecciones.

Al ver mis sentimientos chasqueados
burlé yo mismo mi amoroso empeño,
y ya no alcé castillos encantados
sobre la base efímera del sueño.

De mi pobre ilusión asesinada
los restos profanó mi ánima impía;
porque el cadáver de mi fe burlada
alumbré con las luces de la orgía.

Y di culto a ese mundo estrafalario,
y en mi gastada juventud inquieta,
vestido de arlequín subí al calvario
y empapé con mi llanto la careta.

En irritantes goces crapulosos
escarneciendo mi penar ingente,
hice cabriolas y tragué sollozos,
y lleno de ira divertí a la gente.

Mas penitente ya, sufro callando
y consumido de letal tristeza,
por la vía dolorosa voy cargando
la ridícula cruz de mi pobreza.

Histrión a quien el mundo no perdona,
héroe de carnaval, mártir maldito,
un birrete de loco es mi corona
y por túnica llevo un sambenito.

Y nutrido de negras decepciones,
avergonzado en mi vejez, reniego
del enjambre de locas ilusiones
que acarició mi juventud de fuego.

Ilusiones brillantes halagaban
a mi edad juvenil que yo maldigo,
y sediento de gloria me agitaban
sueños de rey en lecho de mendigo.

Soñé en la gloria con delirio tanto,
fue tal la audacia de la mente loca,
que la gloria de Dios, único y santo,
a mi osada ambición pareció poca.

Más Dios abate mi soberbia rara,
y encuentro justa la expiación severa;
que si la gloria que soñé alcanzara
Satanás vencedor acaso fuera.

Fue mi sueño una ráfaga ilusoria;
no existe ese laurel que busqué loco,
que para darme mi imposible gloria
el orbe es nada, lo infinito poco

Para pedir la gloria que yo anhelo
es débil, impotente la palabra;
que desván estorboso encuentro el cielo
do el pensamiento audaz se descalabra.

Ya no me importa mi dolor presente,
ya no me importa mi dolor pasado,
el porvenir lo espero indiferente...
lo mismo es ser feliz que desgraciado.

Sólo ambiciono de fastidio yerto,
cansado ya de perdurable guerra,
el acostarme en mi cajón de muerto
dormir en paz debajo de la tierra.

 

EFRAÍN HUERTA





XXI. Salvajez



Todos
Los lunes
Descubro
Que llegué
Muy tarde
A mi
Fin
De
Semana


ALEKSANDR PUSHKIN





Fue en su patria, bajo aquel cielo azul...



Fue en su patria, bajo aquel cielo azul
ella, la marchita rosa...
Al fin murió, un hálito eras tú,
sombra adolescente que nadie toca;
pero una línea hay entre nosotros, es un abismo.
Intenté, en vano, avivar mi sentimiento:
la muerte dijeron los labios con oscuro cinismo,
y, yo la atendí indiferente.
A quién amé entonces con alma fervorosa,
a quién le di mi amor en vilo,
con tanta infinita, amante tristeza,
con callado martirio, con delirio.
¿Qué fue del amor y la pena? Ay en el alma mía
para la ingenua, la pobre sombra,
para el feliz recuerdo de los perdidos días,
no tengo lágrimas, ni música que la nombra.

                                                                                       1826


Versión de Rubén Flórez Arcila