martes, 10 de diciembre de 2013

MIGUEL MÉNDEZ CAMACHO





La otra



De todas las mujeres que te habitan
hay una agazapada que me espera.
No la recatada, la escrupulosa, la puntual,
la sutil comprensiva,
la translúcida,
la dignísima requetesabida.
La otra:
la enajenada, la procaz, la posesiva,
la lasciva imprevista,
la insaciable, la cruel, la inoportuna,
              la única respetable
de esas tantas mujeres que te habitan.






GUILLERMO ALBERTO ARÉVALO





La mamá grande



Da color con sus óleos a los grises
De las cabezas tristes de la clínica.
Verla pintar reúne
Más público
Que el voleibol de al lado.
Cambia su carácter de manera bien brusca,
Intempestiva.
Pero su generosidad no tiene límites.
Es la madre adoptiva
De tantas semihuérfanas
Que por ahí pasaron
Y la visitan religiosamente.
Esta hija de inmigrantes libaneses
Sabrá captar con sus espátulas
Y plumas
Esa mágica luz, que es tan extraña,
Por cuya vista hubiera dado todo
La escuela impresionista,
De los atardeceres bogotanos.




MARÍA MERCEDES CARRANZA





Una rosa para Dylan Thomas


“Murió tan extraña y trágicamente
como había vivido, preso de un caos
de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó
genialmente....”
D.T.


Se dice: “no quiero salvarme”
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.


GONZALO MÁRQUEZ





El nombre del grito




Crees tanto en la sed: en la vida... En lo invisible. Duermes
de cara al oriente. Te purificas en el peligro. En los libros
delatas al tiempo como a un pájaro disecado.

En el bosque una encina te sigue. La luz te nombra. Cuando
eliges el rumbo del dolor alguien te da un sorbo de agua.
Deseas: esperas siempre equivocarte. Asumes la tiranía del ojo
llamada viaje y a veces con un rostro logras curar tu frío.

Sabes de un paraíso que nunca será memoria.
Asistes a la mascarada de la sobre vivencia aunque un ecuador
lejano y voraz atraiga tu vuelo. Así logras persistir.
Tus palabras caen como puñados de tierra sobre un cuerpo
desnudo.

Aquí comienza el instante. ¿Quién clama? ¿Quién responde entre
la sangre? ¿Quién descubre su sombra incandescente?
¡Que el grito siempre pueda detener la herida..!
¡Que el lenguaje alcance para no morir.



ANA MILENA PUERTA




Oración de los insaciables



Recuerdo haber dicho
que detesto los rompecabezas,
el tiempo que muere
mientras se arman,
y una vez concluidos
mirarlos
-tristemente-
como quien sabe que sus días
se escapan por una ventana
y no puede detenerlos.
Por eso pido
que la vida me llegue completa
que se me vierta el mundo,
que la luz me acose,
que tenga las manos tan llenas
y que su peso sea tan grande
que no pueda soportarlo. Amén.





JORGE GAITÁN DURÁN




Se que estoy vivo



Sé que estoy vivo en este bello día
Acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
Vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos no existía
Este mundo radiante. ¡Nunca en vano
Al deseo arrancamos el humano
Amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo,
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
Nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
En que más recordamos a la muerte.