martes, 29 de diciembre de 2015


MARIO BENEDETTI




104



cuando te vayas
no olvides de llevarte
tus menosprecios



CHARLES BUKOWSKI




La tigresa



terribles discusiones.
y, por último, acostados pacíficamente
en su larga cama
estampada
en rojo con frescos diseños de flores,
mi cabeza y vientre abajo
cabeza a los lados
bañados por opaca luz
mientras ella se baña silenciosa en la
otra habitación,
todo va más allá de mí,
como la mayoría de las cosas,
escucho la música clásica en el radiecito,
ella se baña, oigo el ruido del agua.


CHARLES BAUDELAIRE



  
De Spleen e Ideal



57. El bello navío



Yo te quiero contar, ¡oh lánguida hechicera!
Los distintos encantos que ornan tu juventud;
          Trazar deseo tu belleza
Donde, a la par, se alían infancia y madurez.

Cuando pasas, barriendo el aire con tu falda
Semejas a un bajel que enfila la bocana
          Y anda balanceándose, desplegadas las velas,
Siguiendo un ritmo dulce y perezoso y lento.

Sobre tu esbelto cuello y tus anchas espaldas
Se pavonea con gracia tu altanera cabeza;
          Con aire plácido y triunfal
Continúas tu camino, majestuosa niña.
Yo te quiero contar, ¡oh lánguida hechicera!
Los distintos encantos que ornan tu juventud;
          Trazar deseo tu belleza
Donde, a la par, se alían infancia y madurez.

Tu seno que se comba, oprimiendo el moaré,
Tu seno triunfante es un pulido armario
          Cuyas dos jambas claras y arqueadas
Se parecen a escudos que aferrasen la luz.

¡Provocantes defensas con dos rosadas puntas!
Mueble dulce en secretos, lleno de cosas ricas:
          Vinos, perfumes, néctares,
Que harían delirar mentes y corazones.

Cuando pasas, barriendo el aire con tu falda,
Semejas a un bajel que enfila la bocana
          Y anda balanceándose, desplegadas las velas,
Siguiendo un ritmo dulce y perezoso y lento.

Tus piernas escultóricas, bajo airosos volantes,
Provocan y exasperan las fiebres más oscuras,
          Cual dos brujas batiendo
En profunda vasija el más siniestro tósigo.

Tus brazos que anhelaran los hércules precoces,
Son los más firmes émulos de las boas deslizantes,
          Pensados para asir
Como para tatuar en tu pecho a tu amante.

Sobre tu esbelto cuello y tus anchas espaldas,
Se pavonea con gracia tu cabeza altanera;
          Con aire plácido y triunfal
Continúas tu camino, majestuosa niña.

De: Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)


EDUARDO CASAR



  
Sima teológica



¿De qué tamaño tendrá Dios
el corazón?

¿Le late a Dios, o
lo tiene detenido?

Debe ser más impresionante
que la mezquita de
Casablanca por adentro:
ya me figuro el ventrículo izquierdo,
su bóveda celeste tiñéndose de rosa,

las amplias avenidas de aquellas venas cavas

y el abismo de su aorta descendente,
o el sonido de la válvula mitral
abriéndose y cerrando su portazo
de cuatrocientos chelos enfrenando al concierto.
Y la sangre ¿ha de ser transparente?
Si nosotros, pedestres, desplazamos
cinco litros de sangre por minuto,
¿cuántos desplaza Dios, si es que le late?

Si nuestro corazón se mueve
y toca sus tambores al margen de nuestra voluntad,
¿el de Él ha conseguido toda su autonomía?

¿O depende del capricho y del menor descuido?

¿Y si no tiene Dios ni corazón ni páncreas,
ni tejido esponjoso ni cerebro?

¿Y
si Dios está vacío? ~


VICENTE HUIDOBRO




Allá me esperan hasta mañana



Buen viaje

Un poco más lejos
Termina la Tierra

Pasan los ríos bajo las barcas
La vida ha de pasar



CARMEN BOULLOSA

  


La memoria vacía



1. Trato de oscurecer con mi sombra la tierra del exilio, mi
tierra, ocultarme a la memoria vacía.
No tengo origen.

Formo con mis hermanas un muro inabordable.
Nos cegamos a la tierra que alarga el día de luminoso júbilo,
a sus ojos brillantes donde brotan ciruelas jugosas
y dulces, los animales cálidos y huidizos;
al día de paredes traslúcidas, de corrales abiertos y campos
poseídos por el secreto que han murmurado las semillas al abrirse

He llegado al término de mi sombra: el día tiene abiertos los
muslos y se entrega al gozo insaciable de los hombres.


2. En medio de este estruendo,
del golpeteo de las alas locas del viento sobre el llano,
del silbido deslumbrante con el que el río corteja a las plácidas nubes,
los hombres recuestan su cuerpo amoroso sobre el torso del día,
hacen de la mañana al ritmo de su cuerpo.

Y nosotras,
hechas de un material que se resiste al cortejo del tiempo,
templadas en el silencio firme,
tratamos de permanecer
aunque no tenemos casa,
aunque estamos desprovistas frente al cauce ajeno.

Nos trenzamos entre nosotras los labios con los labios:
ésta es la palabra de las tres: nuestra palabra.

(Oigo un crepitar en el fuego: los pechos de las mujeres se desprenden
del deseo como frutos maduros. Los pechos de las mujeres:
panes recién cocidos.)