viernes, 22 de abril de 2022


 

HEBERT ABIMORAD

 

 

 

Los míos

 

 

allí estaban
con la brisa de diciembre
entre manos y pañuelos
allí estaban
allí estaban los míos
un corto silencio
pedí disculpas por la demora
y retomamos la conversación

 

 

LUIS CARLOS LÓPEZ

 

 

A Basilio

 


Tu organillo triste, tu organillo viejo,
cuando a media noche, bajo los balcones,
gime dulcemente con amargo dejo,
de seguro arrulla muchos corazones.

Tu organillo triste, de sentidos sones,
que refresca el alma con su amargo dejo,
mientras acaricia mis desilusiones,
cuántas cosas dice tu organillo viejo…

Cuando a media noche, bajo los balcones,
gime tu organillo de dolientes sones,
con plañir mimoso, con amargo dejo,

de seguro arrulla muchos corazones,
mientras acaricia mis desilusiones
tu organillo triste, tu organillo viejo…



CECILIA VICUÑA

 

 

Carlorubindo antes de los diez años

 

 

Ésta era una pequeña alemana bizca
luego de masturbarte una semana
saltas la reja de fierro
y la haces acostarse
no hay nadie en la casa
primero se sube el vestidito
y luego se baja los calzoncitos
y la alemancita quietamente
se deja acariciar las nalgas.
“Bajemos la persiana verde,
no le digamos a nadie,
volvamos por Guillermo Franke.”
Después de todo, en el futuro
uno cumple 10 años y le dice a la alemana:
“Tiéndete de boca” una alemancita bizca
de pelo gris, sin mucho ni poco,
una carne blanca y después la confesión
para poder hacer la primera comunión.

 

 

JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA

 

 

 

Triste regreso

 

 

Sombra, pero sombra que te ama más.
No me mires. No me preguntes.
¡Siempre estuve a tu lado!

Sí, de paso otra vez, de paso siempre.
Hacia el norte, hacia el sur…
¿Hacia la muerte…?

Confiada me esperabas. Me lo dicen tus ojos.
No, no me sigas; el viaje es largo y duro.
Volveré cuando pueda.

 

LUIS ROGELIO NOGUERAS

 

 

El último caso del inspector

 

 

El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.

El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.

La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.

El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.

El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.

 

 

 

FRANCISCO MADARIAGA

 

  

Rehén de la colina

 

 

Oh candoroso embriagado entre loros,
entre isletas subiendo hasta el nivel de la colina,
canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,
y cuando la sangre sube hasta tus ojos es
porque están quebradas todas las fulguraciones
del sollozo en tu pecho.
Canta, viejo rehén de la colina.
Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas
salvajes tienen hijos que retornan al viento,
al gemido del clima en el olor áspero y cruel
de las arañas del estero,
en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.
Asombra al mundo en un paisaje de enero,
oh demente,
oh luz de la humedad.
Ah colgado sediento de unos ojos,
duerme, duerme bajo la luz del padre al otro
extremo del poder y la delicadeza.
En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde
helada.
Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido
caliente del retorno.
Sé piadoso con el otro limite de tu fragilidad,
padre aletargado por el sol,
presión de la locura de una tierra suspendida en
la tela del agua y del fuego.