domingo, 15 de octubre de 2017


JORGE LARA




4



Corre por su vida
el río

Tanta sed le persigue




CARILDA OLIVER LABRA



  
Éste



El mío, el importante, el que me dura;
perfecto como el jueves o el verano.
Este que nunca pierdo, casi hermano,
lo menos frío, la mayor dulzura.

El comparable a un soplo en la cintura,
y la inocente mano de mi mano;
el acostado a sollozar temprano,
el que tiene también de mi locura.

Este que se sonríe de ser hombre,
este de absurdo mal, de fruta en nombre:
mi propio enorme corazón enorme.

El necesario celestial testigo
de mi absoluta palidez de trigo,
que me besa por dentro cuando duermo.


FÁTIMA VÉLEZ




Tercera orilla



Si hemos de callar todo este tiempo
que sea para siempre.
Tú dirás que no es posible hablarme con el cielo mojado
y que ahora que empieza a inundarse
no puedes distinguir si son tuyos
o míos
los cielos que se abren,
los mares que se aproximan a la catástrofe.
Si es por eso que se te enmudecen los ojos y las manos
y andas ciego de voz
y las palabras se vuelven mariposas
que te enredan la garganta,
si es por eso,
que sea para siempre.
Yo por mi parte
puse las manos sobre una piedra oscura
sin saber que iba a morir,
que iba a ser un acto milagroso despertar
para suplicarte que no estallaras,
que no estallaras
mientras estuviera envuelta
en esa niebla que escogiste respirar.




EDGAR VALENCIA




Novela



Jaime dice a Pedro algo al oído.
Se les ve caminar por una playa algo soleada.
Pedro dice algo a Jaime
acerca de Luis y de Marcela:
y  él, Pedro,
mueve la cabeza.
¿A dónde?
¿En qué sitio detiene su mirada?

Allá la casa se levanta
y pasan cosas
y la puerta se mueve,
por decir cualquier cosa,
y rechina.

Sentir algo por Jaime, por Marcela, por Pedro.
Ver el rostro por el pie de la letra y distinguirlo.
Ver la letra y distinguir la casa,
a Pedro, a Jaime, a Luis y a Marcela.
Caminar por la playa,
ustedes dos, nosotros cinco, todos.



SILVIA EUGENIA CASTILLERO




Claridades



Claridades
de frente como playas encontradas
se interrogan
ansiosas, arremeten contra sí.
En su rango de luz ansiosa
se bifurcan —son camino
que nunca se encuentra.
Rival de sí misma
la luz gorjea ávida hasta el borde
de la tarde
restañando las siluetas
seccionadas por ese bisturí
de luz naciente sobre arena dispersa.
Roce perpetuo y alado
el rastro de luz:
parece una vela violenta
encajada, tirante,
acrisolada en su propia violencia,
en su anhelo de
ser oscuridad es
sólo un pestañeo:
indecisa continúa destruyéndose.



LEONARDO VARELA





Herir



Es un lugar común
describir la faena que protagonizan los amantes
y al final no se sabe
cuál de los dos es el toro
La novia
empitona sus pechos
para las armas del hombre
El diestro
juega a no ser tocado
Ambos embisten,
alguno
es el primero que sangra


De: “Palabras para sobrevivir en el desierto”