jueves, 2 de junio de 2016


ALFONSO REYES




Silencio



Escojo la voz más tenue
para maldecir del trueno,
como la miel más delgada
para triaca del veneno.
En la corola embriagada
del más efímero sueño,
interrogo las astucias
del desquite contra el tiempo,
y a la barahunda opongo
el escogido silencio.
No es menos luz la centella
por cegar sólo un momento,
ni es desamor el amor
que enmudece por intenso.
Cada vez menos palabras;
y cada palabra, un verso;
cada poema, un latido;
cada latido, universo.
Esfera ya reducida
a la norma de su centro,
es inmortal el instante
y lo fugitivo eterno.
Flecha que clavó el destino,
aunque presuma de vuelo,
déjate dormir, canción,
que ya duraste un exceso.


("Silencio", Constancia poética, tomo X, pp. 213-214).


ELA CUAVAS



  
Te sedujo el canto de un pájaro



Tú me esperabas frente a la galería,
con aquella blusa azul casi transparente
y una fina sensualidad en tu labio inferior
que no necesita lápiz,
porque las mujeres como tú
son más que carne.
Yo, al otro lado, en la estación,
viendo partir autobuses,
con la tristeza de un judío
que ve partir el tren en una película nazi,
atravieso la calle; y el agua y sus colores
se desvanecen lentamente en la acera;
los cristales de la galería revelan
las trampas de la luz.
Eres la mujer con la que soñé una noche,
sentada en mi mesa,
bebiendo de mi vaso,
bailando un jazz de John Lee Hooker,
cabello azabache, ojos de pantera.
¿Dónde hubiéramos ido esa tarde
de alucinados demonios
en la que neones y automóviles
nos ocultaban el cielo?
Aquel día que no quisiste seguirme
porque te sedujo el canto de un pájaro
y yo tuve que devolverme ebrio
a mi barrio de hojalata.



ÁNGEL NUNGARAY




El cielo cifra sus latitudes
en la lejanía interior
y la calamidad se verifica
como un paso cotidiano
para ejercer el camino que vuelve,
la insípida distancia que hay
de la desfragmentación del yo
a la discordia de la carne.



JONATÁN REYES

  


Naranjal



Cada verano que pasa
algo en ti cambia
la fórmula de las hojas
alteran la brisa
esa brisa trastorna la luz
la luz reinventa la imaginación

Cada verano que pasa
algo en ti es distinto
el cielo se pudre
o extiende su azul sobre el infinito

Extraño nuestras visitas al río
donde solíamos contar cuentos
o morir a escondidas
donde te adoré
siniestra tarde como nunca antes

Cada verano que pasa
algo en ti
mi invierno sufre
como el brillo degollado
ondeando sobre las olas
un reflejo desquiciado




ANA CAROLINA QUIÑONEZ SALPIETRO

  


Lecciones de nado



Sumerges
tus ojos abiertos
en lugares manchados
por el moho
y la pérdida

Botones y cierres
se alejan
flotando en la piscina
como niñas
al final de una clase
de nado sincronizado

En la orilla
tiembla tu cuerpo
como un pez que se despide



FÁTIMA VELÉZ

  


Tercera orilla



Si hemos de callar todo este tiempo
que sea para siempre.
Tú dirás que no es posible hablarme con el cielo mojado
y que ahora que empieza a inundarse
no puedes distinguir si son tuyos
o míos
los cielos que se abren,
los mares que se aproximan a la catástrofe.
Si es por eso que se te enmudecen los ojos y las manos
y andas ciego de voz
y las palabras se vuelven mariposas
que te enredan la garganta,
si es por eso,
que sea para siempre.
Yo por mi parte
puse las manos sobre una piedra oscura
sin saber que iba a morir,
que iba a ser un acto milagroso despertar
para suplicarte que no estallaras,
que no estallaras
mientras estuviera envuelta
en esa niebla que escogiste respirar.